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Mitos de la edición: el negro editorial

Una entrevista a un negro editorial que sale de la oscuridad y el anonimato. Para comprobar que los autores en la sombra no son un leyenda urbana.

REPORTAJE
El negro literario recupera la firma

• Manuel Manzano, autor de obras para otros, explica su trabajo en el mundo editorial

25/01/2006
M. EUGENIA IBÁÑEZ
BARCELONA

Ha sido editor, guionista, corrector, redactor de cubiertas y solapas y negro literario, autor anónimo de textos que otros han firmado. Tras esa sinuosa trayectoria profesional, Manuel Manzano ha salido del peculiar armario editorial y, por primera vez, ha puesto su nombre en una novela cuya legítima autoría puede ya reivindicar. Mientras acaricia esa obra por fin propia (El inventor de la luz), Manzano repasa lo que ha sido su trabajo, rechaza dar pistas sobre los mediáticos para los que escribió y acepta la existencia del negro como parte de las tareas editoriales.
El escritor por cuenta ajena, o por firma ajena, recibe dos tipos de encargos: los que llegan de gente conocida –casi siempre populares de televisión– que quieren decir algo pero carecen de tiempo, ganas y capacidad para escribir, y aquellos que responden a modas del momento –cocina, memorias, thrillers, humor– que programan la editorial o un autor dispuesto a ganar fama a costa del esfuerzo de otro. Manzano (Zaragoza, 1965) no ve nada indecoroso en la actitud del famosillo que firma lo que no ha escrito –"es un pacto comercial aceptado y remunerado"–, ni cree que se engañe al lector al presentar una falsa autoría.
Recuerda que el trabajo que en España de manera peyorativa se considera de negro literario es práctica habitual de documentalista en países anglosajones, por ejemplo, y añade que ese tipo de encargos tampoco es una epidemia propia de la edición actual: "Asimov y Víctor Hugo tenían machacas para escribir las muchas novelas que ambos publicaron, y Colette se curtió en literatura haciendo de negra de los libros que firmaba su marido".
Manzano ha escrito enteramente dos obras para ser firmadas por otro, unos relatos de humor y un anecdotario. En ninguno de los dos casos mantuvo contacto directo con el personaje mediático cuyo nombre apareció en la cubierta; recibió el esquema de trabajo a través del editor, aceptó cuantas correcciones le fueron formuladas y planteó escasas sugerencias porque, añade, "los criterios de la editorial y del firmante pasan por encima del negro literario, que debe limitarse a montar un puzle con las piezas que recibe". ¿Pagos? A precio hecho, previo acuerdo con la editorial.

ACUSADOS DE PLAGIO
Nunca se le fue la tecla de la mano, como les ocurrió a quienes escribieron textos que firmaron Jorge Bucay y Ana Rosa Quintana, acusados de plagio casi sin saber por dónde llegaban los tiros. Ha depositado sus sueños en esa primera obra que le edita El Aleph, novela histórica de intriga ambientada en el renacimiento y en la época actual, con Miguel Ángel, Rafael, los Médici y una máquina demoníaca capaz de robar el alma presentes en la trama, y tiene no menos de ocho argumentos más en lista de espera, por si El inventor de la luz se hace con un lugar en las librerías. Si no lo logra, seguirá con las traducciones y como negro literario: "Tengo hipoteca, dos hijos y un crédito pendiente, y la alternativa es repetir como camarero o como albañil, que también me gustan los tochos".

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