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Lo que sea por vender

Los grupos editoriales han de vender libros, y cuantos más, mejor. Los comerciales son espoleados para vender, vender y vender, y es necesario ingeniárselas todas para saciar las ansias del director comercial, ahora sales manager, que, por lo visto, con el cargo en inglés se cobra más.

Ha caducado ya el vendedor de enciclopedias que arriesgaba cada día varias veces su pie dejándolo casualmente entre el quicio y la hoja de la puerta que el ama de casa de los setenta cerraba con rabia, porque se le quemaban los calamares. No son ya originales las reuniones en hoteles céntricos de las grandes ciudades, en las que si compras la enciclopedia, te regalan el mueble para colocarla —de una madera que combina que es una delicia con la encuadernación de la obra—, un juego de whisky —porque con unas copitas de más cualquier dato ya te parece bien— y los diez últimos premios concedidos por la editorial en el concurso literario de rigor —que probablemente ya tengas a base de coleccionar cupones del periódico del mismo grupo—.

Es de sobras sabido que el público objetivo de cada vez más campañas de venta es el de los niños. A los adultos ya nos han sobresaturado de todo y más; a los jóvenes les han dado las nuevas tecnologías y van que se salen. ¿Qué queda? Niños, solo niños.

Y ahora, además de venderles vídeos, revistas, cuentos, pegatinas, tatuajes, gominolas y cualquier muñecote que nos podamos llegar a imaginar, hay quienes han llegado a asaltarlos mientras estaban en el colegio.

El Diario de Ibiza en su edición de hoy, sábado 25 de febrero, recoge el siguiente titular: «Vendedores de enciclopedias se cuelan en un colegio para recoger datos de las familias». Los vendedores eran de la Editorial Salvat y entraron en el colegio sin invitación; por lo que, obviamente, la directora los puso de patitas en la calle. Pero ellos, comerciales donde los haya y para sacar tajada de sus merodeos en días anteriores por los alrededores del colegio, lograron enjaretarles a los alumnos unos folletos en los que se hablaba de un premio por comprar la enciclopedia, que incluían un cuestionario de nueve preguntas, algunas tan complejas como qué vocal falta en la serie «A-I-O-U». Y no contentos con esto, consiguieron que los alumnos dieran sus datos: nombre y apellidos, edad, número de hermanos, dirección, teléfono y nombre de uno de sus progenitores.

Los niños, muy susceptibles a las tretas comerciales, no dudaron en rogarles a sus padres que les compraran la enciclopedia esa. Un alumno del centro le aseguró a su padre que le regalarían una videoconsola, y otro argumentaba que el vendedor le había dicho que la enciclopedia la subvencionaba el Gobierno balear con el objetivo de frenar el fracaso escolar. La enciclopedia cuesta 1300 euros. Tal subvención no existe.

Cabe preguntarse qué opina a todo esto la Editorial Salvat. Pues poca cosa. Según otro titular del mismo periódico, son varios los padres que, tras haber contactado con el servicio de atención al cliente de la editorial, siguen esperando la prometida llamada de respuesta por parte de Salvat.

Será interesante seguir la noticia, quizá algún día nos encontremos a un comercial ansioso de vender enciclopedias en la sala de partos, alerta a la coronación de nuestro hijo, presto a enseñarle la elegante encuadernación del último refrito enciclopédico que tendrá en casa antes de que salga de la maternidad, junto con la completa canastilla que todo bebé que se precie debe tener.

Violeta Nadal (Ibiza, España)

4 comentarios

Mariú Biain -

Les escribo desde Córdoba, Argentina y les comento que estas prácticas gozan de excelente salud en estos tiempos (la de tratar de vender enciclopedias con la anuencia de directores y maestros que abren la escuela un día sábado). Así que como verás Ana, las cosas siguen igual.

Ana Weyland -

La práctica de \\\"colar\\\" vendedores de enciclopedias en los colegios, pero en este caso con la anuencia de maestros y personal directivo, ya era habitual en la Argentina hace por lo menos 25 años. Siempre me ha parecido detestable, si bien durante un par de meses, a falta de otro trabajo, una persona de mi familia \\\"vendió\\\" enciclopedias de esta manera para una editorial. A ese familiar mío le sabía tan mal engañar a los ilusionados padres de los alumnos, que terminó sus 2 meses con un principio de depresión. Por lo visto las malas costumbres surgen en todas partes.

Ana Lorenzo -

Es terrible tener que enseñar a los niños a defenderse de esta agresión, porque es más que publicidad agresiva. Hace un par de años, en el cole donde iban mis hijas, la editorial Bayard «regaló» su revista Caracola; tenían que suscribirse o devolver la revista al día siguiente (por si no la conocéis, la revista tiene partes que se recortan, con lo que devolverla hace que el niño no pueda disfrutar de la mitad de lo que le han puesto delante). Cuando el colegio recibió muchas notas de los padres denunciando tremenda maniobra de la editorial, los profesores reaccionaron con valentía: no devolváis ninguno la revista. Y ellos dieron la cara.

Javier Dávila -

Ojalá fueran los únicos, pero no es así. En general, la publicidad dirigida a niños está cualquier lugar.
Ahora es parte de la educación de nuestros hijos enseñarles a defenderse de esas ofertas, que para ellos son tan apetitosas.