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Copyleft, función social del editor y calidad editorial

Copyleft, función social del editor y calidad editorial Me entero por Barrapunto (¡de cuántas cosas me entero por Barrapunto!) de que, en el marco de las Jornadas Críticas de la Propiedad Intelectual, se ha presentado un documento que recoge las preguntas más frecuentes sobre edición y copyleft (también en pdf) elaborado por Traficantes de Sueños y orientado al ámbito editorial.

En esas PMF (o FAQ) se habla de manera bien estructurada, concisa y clara para el profano del concepto copyleft, de sus plasmaciones en el sector editorial (licencias Creative Commons), de cómo puede beneficiar a editores y autores aplicar esta filosofía de liberación total o parcial de derechos a su modus vivendi, a la rentabilización de sus productos y a la difusión y el enriquecimiento cultural, y sobre todo se habla de la historia y contenido ideológico de las actuales leyes de propiedad intelectual y de las funciones sociales del creador y el editor, en virtud de las cuales su obra y producción también debería —según postula el copyleft— ser copropiedad del receptor/lector.

Confiaría en que el copyleft pudiera llegar a extenderse en las prácticas editoriales si no fuera porque apenas se produce comunión entre los conceptos de autor y sobre todo de editor que defiende esta filosofía y la realidad del editor moderno. Para muestra, el contraste con las políticas imperantes en la industria de la edición que provoca la respuesta a la pregunta 7 de estas PMF:

 

7 ¿Cuál es la finalidad de la edición y la razón de ser de los editores?

La edición es un medio de garantizar que las obras científicas y artísticas lleguen al gran público con unos estándares de calidad que normalmente no están al alcance ni del público ni de los autores. La difusión de Internet facilita la distribución de las obras escritas, pero no elimina las necesidades de edición: composición, corrección ortotipográfica, corrección de estilo, traducción de las obras en caso de que no estén en lengua vernácula, etc.

Es legítimo que la edición, que tiene costes de inversión, de formación y de tiempo, a veces enormes, esté remunerada o sea una forma de negocio que permita vivir a quienes se dedican a ello. Sin embargo, la labor editorial tiene la exclusiva finalidad de facilitar el acceso a la cultura y al conocimiento en formatos de calidad suficiente.

Atacar las tecnologías de distribución digital, restringir su uso, penalizarlo incluso, es algo que va en contra de la primitiva función social de los editores. Proteger a una industria contra los medios que facilitarían su función social de forma más eficiente y barata es destruir su razón de ser y, por ende, es contrario a los principios del oficio editorial.


¡Qué lejos estamos de este horizonte, si muchos buques navegan justo en rumbo contrario!...

Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)

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