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La corrección y la edición: una senda desconocida hacia el lector

Hace algunos días tuve la oportunidad de hojear un nuevo libro de arqueología. A simple vista, y sin ir más lejos, encontré algunos «horrores» que no habrían pasado desapercibidos para cualquier corrector: errores ortográficos, ortotipográficos, líneas sin justificar, entre otras. Le digo a uno de los involucrados en las ediciones de estos libros: «Oye, consigan al menos un corrector de pruebas» y, evidentemente, recibí como respuesta una mirada de esas que matan y la frase: «No hay dinero para eso».

«Eso»… La palabrita me quedó dando vueltas en la cabeza desde entonces. ¿«Eso» no es parte imprescindible de cualquier proceso de producción de libros? En mi país, resulta muy caro producir libros según los caminos tradicionales; por eso, algunas personas han optado por la producción informal, entendiéndose esta por «me convierto en editor, diagramador (maquetador), corrector, compaginador, distribuidor y vendedor de mis libros». ¿Y el control de calidad de la producción? Tener educación universitaria y leer libros no es sinónimo de saber hacerlos. Ya es bastante tedioso leer largas descripciones sobre arquitectura, tipos de cerámica, componentes de basurales, etc. como para tener que sobrellevar otros elementos que restan méritos a los trabajos que se publican y dificultan su lectura.

Tal vez esto se deba a que la profesión de corrector no existe en el Perú… y, por tanto, se desconoce su papel en la producción de libros en círculos más amplios que los medios editoriales.

Mi primera reacción fue indignarme, la segunda fue el asombro y la tercera es… ¿cómo revertir esto?

Glenda Escajadillo (Lima, Perú)

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