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El libro y la magia

El libro y la magia

Se habla y se ha hablado, y mucho, sobre el libro tradicional y el nuevo libro, o libro digital. El libro nuevo no se presta a definiciones cerradas. Si bien en los comienzos de las nuevas tecnologías unos lo veían como un mero cambio de soporte para los mismos contenidos y más adelante se dibujaba como una amenaza a editores y sociedades de derechos de autor en forma de empresas que digitalizaban libros a tutiplén, la gente comenzó a percibir las ventajas del hipertexto e incluso a escribir libros explícitamente hechos para la web y algunos opinaron incluso que la red en sí es un libro lleno de páginas con sus propios índices (buscadores) en que todo el conocimiento humano tiene cabida. Y surgieron los blogs, otra forma tan revolucionaria como la www para llegar a todos los lectores.

Hay expertos que analizan estos cambios, que llevan años explicándolos, y muy bien. Yo recomiendo desde esta bitácora que se den un paseo por dos sitios: el primero, el sitio de José Antonio Millán; en particular, sus artículos «La lectura y la sociedad del conocimiento», «Leer en tiempos de abundancia», «Google y Europa»… y su blog El Futuro del Libro. El segundo, el blog Opinión con Valor +, de Txetxu Barandián, sobre todo su sección «El mundo del libro». Ambos ofrecen además opiniones y artículos de otras gentes muy interesantes, ya sea en su propio sitio, ya mediante enlace. Aprovechen, también, para navegar con tranquilidad por JAM y por Opinión con Valor. No los defraudarán.

A raíz de esto tan complicado que hoy es el libro, déjenme que les traiga a colación la definición que el Proyecto de Ley de la Lectura, del Libro y de las Bibliotecas da para libro:

Libro: obra científica, literaria o de cualquier otra índole que constituye una publicación unitaria en uno o varios volúmenes y que puede aparecer impresa o en cualquier otro soporte susceptible de lectura.

Se entienden incluidos en la definición de libro a los efectos de esta ley los libros electrónicos y los libros que se publiquen o se difundan por Internet o en otro soporte que pueda aparecer en el futuro, los materiales complementarios de carácter impreso, visual, audiovisual o sonoro que sean editados conjuntamente con el libro y que participen del carácter unitario del mismo, así como cualquier otra manifestación editorial.

Compárenla con la definición de libro que daba la UNESCO en 1964 en su «Recomendación sobre la normalización internacional de las estadísticas a la edición de libros y publicaciones periódicas», que hemos estudiado todos los que alguna vez hemos opositado a bibliotecas:

Definiciones

6. Las siguientes definiciones, que no afectan los acuerdos internacionales en vigor, se han redactado especialmente para ser utilizadas a fines de la realización de las estadísticas relativas a la edición de libros a que se refiere la presente recomendación :
a. Se entiende por libro una publicación impresa no periódica que consta como mínimo de 49 páginas, sin contar las de cubierta, editada en el país y puesta a disposición del público ;
b. Se entiende por folleto la publicación impresa no periódica que consta de 5 a 48 páginas sin contar las de cubierta, impresa, editada en el país y puesta a disposición del público.


Está claro que la definición necesitaba revisarse, pero los sentimentales echaremos de menos las cuarenta y nueve páginas.

Y como sentimental que soy, y como colofón, les contaré una anécdota de ésas que uno recuerda para siempre —el que la vive, claro—. Era el año 2000 y yo era más joven que ahora, mucho más joven, a pesar de que ya tenía a mis dos hijas. Traducía algunos textos técnicos del francés y, sí, corregía de vez en cuando trabajos o tesis que me remitían particulares, pero mi gran amor eran los libros y las bibliotecas.

Ese año, el Museo Arqueológico Nacional ofreció un ciclo de conferencias bajo el nombre de «La escritura y el libro en la historia» —lo cierto es que este museo, sito en la calle Serrano de Madrid, a espaldas de la Biblioteca Nacional, organiza actividades muy interesantes—. Una amiga y yo asistíamos a todas las conferencias que podíamos de ese ciclo y no nos arrepentíamos, aun teniendo que robar el tiempo de donde no lo había.

El caso es que una de las conferencias la iba a dar Hipólito Escolar Sobrino. ¡Don Hipólito Escolar! El que haya estudiado o leído siquiera algo de historia del libro sabrá lo emocionante que nos resultaba que viniera él en persona, en carne y hueso. ¡Y para colmo, su conferencia se titulaba «El orto de la Galaxia Gutenberg»!

Ese día fuimos con antelación, convencidas de que el aforo estaría completo enseguida y nos quedaríamos fuera. Sorpresa: hubo sitio, no diré que de sobra, pero no menos que en las otras conferencias.

Fue un placer verle y oírle hablar. Tomé notas, por supuesto, como en el resto de las ponencias a las que asistí. Pero no me hace falta consultarlas para poner aquí un dato con el que comenzó él: «De los aproximadamente cinco mil años de la historia de la escritura, sólo cinco siglos los ocupan los incunables y los libros actuales; eso hace un 10 %, ¿no me engaño?». Y tampoco tengo que consultarlas para compartir con ustedes las palabras con que terminó: «Es el fin de la Galaxia Gutenberg: el libro va a dejar de existir tal y como lo conocemos. El (o la) Internet acabará con el libro actual».

¿Qué quieren? Era Hipólito Escolar quien me lo decía. Para mí fue como el día en que mis hermanos mayores me dijeron que los Reyes Magos eran papá y mamá, que si quería ir a comprar algo con ellos. Un mundo nuevo se abrió, por supuesto, pero la llorera no me la quitó nadie.

Ana Lorenzo, Rivas Vaciamadrid (Madrid), España

3 comentarios

Glenda Escajadillo -

No hay mayor placer que coger un libro, acomodarse en el sofá o en la cama y sumergirse en la lectura. Mi hijo de 8 años disfruta de ella «a la vieja usanza», pero ¿qué ocurrirá con los niños de futuras generaciones? ¿Cogerán un libro y se tumbarán bajo un árbol? ¿Preferirán leer en pantalla?

Pilar Chargoñia -

De a poco se me está haciendo costumbre leer en la Red: el mate a mano, la silla anatómica, la velita prendida que perfuma el lugar. Aún no es lo mismo, pero... Admito que leer hojas sueltas impresas en la computadora sí me es sumamente incómodo.
Besos (de otra que lloró cuando supo que los Reyes eran los padres, y eso que ya era una grandota).

Mar Rodríguez -

Hola:

¡Menos mal que las predicciones agoreras no se han cumplido!

El problema: ¿cómo se le pone olor a libro nuevo a una obra en Internet?

Saludos,

Mar