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La riqueza de las lenguas, 5: el miedo de los hablantes de lenguas subalternas (o carta abierta a Mario Vargas Llosa)

La riqueza de las lenguas, 5: el miedo de los hablantes de lenguas subalternas (o carta abierta a Mario Vargas Llosa)

[Traducido, con permiso del autor, del original en catalán publicado en Vilaweb. Los enlaces son nuestros]

Carta abierta a Mario Vargas Llosa

El escritor peruano, firmante del «Manifiesto por la lengua común», tendría que saber que los que lo han firmado nos dan miedo. Miedo por su fuerza, por el extremo autoritarismo que muestran, por su alergia a la diversidad, por su espíritu colonizador.

TONI STRUBELL

Escritor

Querido señor:

Quien más quien menos ha repasado estos días la lista de los que dan apoyo al «Manifiesto por la lengua común». Morboso de mí, ha sido mi caso. Confieso que la presencia en la lista de gente del campo de la cultura, especialmente de la literatura, ha cautivado especialmente mi atención. Estoy encantado de que Luz Casal y Ramoncín se hayan borrado diciendo que ellos van a favor de la cultura, no en contra, y que los han engañado. Chapeau! Pero he visto que hay un nombre que permanece y destaca, no sólo como firmante sino como promotor; es el suyo: Mario Vargas Llosa. Era previsible, pero no por eso deja de ser terrible. Terrible, digo, porque habiendo leído su libro La ciudad y los perros extraña muchísimo que alguien con la sensibilidad de denunciar las situaciones de abuso y de imposiciones que en él se denuncian sea hoy capaz de suscribir un manifiesto que tan ostensiblemente ataca a los débiles en nombre de los poderosos. Debe de ser que todo el mundo evoluciona, en un sentido u otro.

El manifiesto que ha suscrito dice que todo lo que es público en el Estado tiene que ser en castellano, porque es la «lengua común». No sé si sus promotores son lo bastante conscientes de hasta qué punto esta aseveración denota una voluntad de imposición brutal. Porque eso no es una defensa, sino un claro ataque. Equivale a sustraer a mi idioma todo futuro, toda posibilidad de desarrollarse en el ámbito público. Es lógico, pues, que me haya quedado pasmado al ver cómo alguien de la Cultura, con mayúscula, es capaz de suscribir un manifiesto así a estas alturas del siglo XXI. Ciertamente, lo que usted ha suscrito implica que piensa que mi idioma no vale nada. Y seguramente es cierto que el catalán no puede rivalizar con su hiperidioma, en términos de premios Nobel en los estantes y número de hablantes. De acuerdo. Pero quizás pueda sorprenderle saber que, por ejemplo, el catalán sí que se encuentra entre los primeros veinte idiomas del mundo con respecto a volumen de uso en la red. Es decir, tampoco somos exactamente un «patués», como querrían ustedes. Y si no tenemos más peso, seguramente debe ser del todo ajeno a ello el hecho de que durante muchos años haya sido una lengua proscrita —hecho del cual fue usted testigo directo—. Pero mucho me temo que esta línea de argumentación no le causará ni frío ni calor. O quizás es usted de esos a los que les encanta lo de «Ahora hacen los nacionalistas lo que Franco hacía». ¡Hay que jorobarse!

Me limitaré, pues, a hablarle de aquello que su manifiesto evoca. Y es el miedo. Porque sí, tengo que admitir que me dan miedo los que han podido firmar una burrada así. Miedo de su fuerza. Miedo de las muchas cosas que comparten acríticamente con los franquistas. Miedo del extremo autoritarismo del mensaje que han lanzado. Miedo de la inmensa sensación de indignación que causan a tantos familiares y amigos, realmente afectados por la voluntad de aniquilación que ustedes demuestran. Miedo, también, de su alergia a la diversidad.

No sé en qué ambientes se movió usted cuando vivió entre nosotros, en Barcelona, pero piense que esta tierra que le acogió ha pensado, cantado, querido y llorado durante mil años en la lengua catalana. Nuestros abuelos no sabían castellano, y bien que tuvieron una sabia cultura con su pequeño lugar —también— en la historia de la humanidad, que ahora quieren ahogar. ¿Por qué nos quieren quitar lo que tienen todos los países normales? ¿Qué les da derecho a decir que no somos nada?: ¿la fuerza?, ¿el antiguo imperio?, ¿la arrogancia del progre globalizado?, ¿la larga oleada del anticatalanismo? No se engañe; eso que los mueve tiene un nombre, ahora y siempre: espíritu colonizador. ¿Por qué contra el catalán todo vale? ¿Se ha detenido alguna vez a pensarlo? Para usted, ¿cuántos millones convierten una cosa en «común», y cuántos la condenan a la nada? ¿Qué tara tenemos, nosotros los catalanohablantes, que haga eliminable nuestra lengua en el ámbito público? Permítame decirle que no veo ninguna diferencia entre lo que predican ustedes y lo que hacen los chinos en el Tíbet.

Sepa usted, autor de La ciudad y los perros, que mientras luchan con furia para que el reino del castellano sea absolutoa un lado y otro del charco—, quizás se están ustedes esforzando en balde. Porque tienen ya mucho ganado. De entrada, nosotros, los catalanes, no podemos llevar una vida normalmente en catalán en nuestra propia casa, como sí pueden llevarla ustedes en castellano. Por lo tanto, no sueñen más utopías porque ya las tienen aseguradas. En la actualidad, el Estado sólo emite un 97 % de su publicidad institucional en castellano. ¿No es bastante? ¿Tan insaciables son? Además, disponen de instrumentos de castellanización masiva en nuestro territorio, como son La Vanguardia, el Grupo Planeta y casi todo el parque de cines y cadenas de televisión. Por cierto, un canal de TV firmante de su manifiesto actualmente no tiene ni un triste minuto de programación en mi lengua, por si eso los consuela. Y pueden respirar tranquilos, porque la Guardia Civil está muy activa desmontando repetidores de TV3 en el País Valenciano sin que ningún manifiesto suyo lo haya denunciado. Francamente, no sé de qué se quejan. Con respecto al espacio común, pueden perder cuidado, porque ningún cantante catalán les robará un solo segundo de espacio televisivo español cantando en mi lengua. Todo es para ustedes. ¿Todavía quieren más?

Pero lo que seguramente más causa su queja, supongo, es el tema de la enseñanza, ¿verdad? Pues sí, en la enseñanza pública en Cataluña el idioma vehicular es el catalán, como lo es el neerlandés en Holanda o el danés en Dinamarca. Como ustedes, nosotros tampoco queremos que se acaben creando dos comunidades segregadas en este país nuestro. Queremos una sola comunidad en que todo el mundo conozca por igual tres idiomas. Y ésta es la realidad que todas las encuestas y estudios revelan que se cumple magníficamente. Y si usted no es lo bastante sensible para darse cuenta de ello, al menos tenga la decencia de respetar nuestra sensibilidad y de identificarse un instante con los subalternos. Como hizo cuando escribió, hace ya tantos años, La ciudad y los perros. Una lectura de verano infinitamente más recomendable y culta que el manifiesto que acaban ustedes de redactar.


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2 comentarios

Rafa -

Se equivoca Enrique Vila-Matas en su crítica a la carta publicada. El propio Enrique ha dicho, refiriéndose al Manifiesto, que hay que ver no sólo lo que se dice, sino quién lo dice y con qué motivos políticos. El Manifiesto invoca los fantasmas de siempre, y la respuesta, que los periféricos tenemos largamente preparada, es la obvia. De hegemonía se trata, que no quede duda alguna. El Manifiesto agita inútilmente aguas que de por sí tienden a la calma. No es con esta clase de mala baba que se fomentará la concordia, que es el objetivo largamente buscado, una concordia entre iguales. Me decepciona la posibilidad de que Enrique, una persona tan estimada y estimable por su talento y valentía, haya caído en el pactismo. De no ser por el pactismo, otro gallo cantaría. ¿O no?

Rafa

Vilamatas -

Estimado Toni Strubell:

A pesar de mi desconfianza radical hacia todo tipo de manifiestos, cuando leo sus argumentaciones, dirigidas al Sr. Vargas Llosa, tras haber releído el Manifiesto por la Lengua Común, no puedo evitar una sensación extraña. Leo y releo ambos textos: el Manifiesto, y su Carta. Y vuelta a empezar. La sensación extraña e inquietante sigue asaltándome tras sus razonamientos. Me esfuerzo por ser imparcial, pero hay algo que me impide sacar conclusiones, excepto una:

O usted no se ha leído el Famoso Manifiesto, o está usted tomando al lector por tonto, y de rebote a Vargas Llosa. La primera posibilidad (que usted no haya leído el manifiesto) es tan remota que debemos desecharla de inmediato. Y entonces no nos queda más que la otra: nos toma usted por tontos, lo cual a lo mejor es cierto, no lo niego. El español o catalán medio leerá su carta sin pararse a pensar ni a contrastar lo que usted dice en ella, por falta de tiempo, o porque sencillamente le interesa creerse víctima aterrorizada de una banda de colonizadores despiadados que tratan de prohibir de nuevo el catalán en Cataluña y en el mundo.

Recomiendo a todos sus lectores que relean el manifiesto y traten de encontrar la más mínima intención en él que conduzca a la imposición del castellano en Cataluña. Yo no la veo. ¿Por qué en su Carta a Vargas Llosa no nos trae fragmentos o citas directas del Manifiesto que sirvan de apoyo a sus razonamientos? Así nos ayudaría muchísimo.