Blogia
addendaetcorrigenda

«Política cultural del gobierno español en el exterior (2000–2004)»: un imprescindible estudio crítico

«Política cultural del gobierno español en el exterior (2000–2004)»: un imprescindible estudio crítico

 

Una obra en estrecha relación con lo que aquí venimos tratando desde hace mucho tiempo, como puede verse por los pasajes que destacamos:

Jorge Luis Marzo y Amparo Lozano: Caso de estudio: Política cultural del gobierno español en el exterior (2000–2004), cuaderno 2 del proyecto de investigación «Desacuerdos. Sobre arte, políticas y esfera pública en el Estado español», Arteleku–Diputación Foral de Gipuzkoa, Museu d’Art Contemporani de Barcelona–MACBA y Universidad Internacional de Andalucía–UNIA arteypensamiento, 2004:


Índice

1. Introducción general
–Aclaración metodológica 4
–Una primera conclusión 5

2. SEACEX: Sociedad Estatal de Acción Cultural en el Exterior
–Administración y promoción cultural 8
–La SEACEX: una nueva sociedad 11

3. La hispanidad: estilo de estado
–Contra la "tergiversación" 18
–La proyección universal de la cultura española 20
–Universalismo e internacionalización 23
–Entre el nacionalismo y el multiculturalismo 28
–Arte español e internacionalismo. La exposición The Real Royal Trip 36
–Ciertas tesis revisionistas de la España Imperial 46


4. PAEE: Programa de Arte Español en el Exterior 51
–Excelencia y premio. Tradición y normalidad 54
–Memoria barroca y contemporaneidad 62

5. La correlación entre la política de Exteriores y la promoción cultural exterior 69
–Asia 72
–La imagen de España como negocio 78
–Estados Unidos 84


6. La batalla entre los ministerios de AA.EE. y Cultura 91

7. A modo de reflexión 97
Documentos anexos:
Sociedad SEACEX (órganos de gobierno y acuerdo ministerial) 101
Exposiciones SEACEX y PAEE 108
Presupuestos 114
Entrevista Miguel Ángel Cortés 119
Entrevista Jesús Silva 130
Entrevista Harald Szeemann 144
Entrevista Fernando Checa 153
Bibliografía 160
Galería de imágenes 163

 

 

Una selección de reveladores fragmentos:

Si “la cultura es el principal activo de los españoles”, como señaló la ministra de Educación y Cultura, Pilar del Castillo, entonces es que lo social es un activo menor, un especie de rémora pesada, un lastre que ha de ser tamizado por el peso incontestable de una cultura castellana que se aferra a un pasado lejano y victorioso cuya principal seña de identidad es la lengua:

La diferencia entre Polonia y España es exclusivamente el idioma español, porque en el fondo son países muy similares en población, en situación geográfica, en desarrollo económico. El hecho diferencial es el español y sus cuatrocientos millones de personas que lo hablan.

España no puede vender su sociedad en las ferias del mundo a no ser a través del packagingy el márketing de sus tópicos: el sol, la fiesta, la amnesia que reconforta y hace desaparecer las aristas, y que permite que los conflictos se disipen en el ámbito de la representación y el espectáculo. España no puede vender los valores propios de una sociedad que se sustenta en un formidable valor de individualidad anárquica y desprecio por lo comunitario, a no ser que todo ello se diseñe como icono fácilmente vendible a quien desea comprarlo como paquete turístico de fin de semana. España solo puede vender cultura y lengua.

Nos lo dice el propio Jesús Silva:

Yo, como diplomático de carrera que soy, estuve de agregado cultural en Alemania, y me quedó claro que más que en la dimensión económica, política, militar o social, es en la cultura donde España tiene peso y capacidad de influir en Alemania.

El peso de la cultura española, según estas lecturas oficialistas, no debería representar en absoluto un impedimento para identificar la razón última de lo español: la conciencia perenne de una identidad y el recuerdo de que España fue y es aquella nación que dio al mundo una revelación: la universalidad. Nadie más potestado para decir esto que el propio presidente del gobierno:

Desde las cuevas de Altamira hasta la creación contemporánea, la cultura española ha aportado y aporta todos los días a la humanidad innumerables fuentes de enriquecimiento estético, espiritual, intelectual. La proyección universal de la cultura española es un hecho histórico innegable. Y por eso estamos íntimamente convencidos de que la cultura es nuestro principal activo como país: por ella se nos conoce y se nos reconoce por todo el mundo y, además, por ella encontramos todos los días razones para vivir juntos, para tomar conciencia de lo que somos y para construir lo que queremos ser.

Lo local queda superado gracias a la imponente historia “simbiótica” de los pueblos de España, que ha quedado reflejada en un patrimonio plenamente legitimador.

Es lo que piensa Luis Alberto de Cuenca, secretario de Estado de Cultura:

[Estamos] en la convicción de que nuestro riquísimo patrimonio cultural es, además, un factor de cohesión entre todos los españoles.

El particularismo, esa piedra en el zapato que tuvo que soportar durante siglos la monarquía hispánica (Aragón, Catalunya, Nápoles, Flandes, Euskadi, Portugal, América, Filipinas, el exilio, la leyenda negra, etc.) y que ha marcado profundamente las “tergiversaciones” de nuestra brillante historia, debe ser definitivamente superado. Así ha sido siempre, dice el rey Juan Carlos:

Desde los teólogos y juristas de la Escuela de Salamanca, en la época del Emperador [Carlos V], late en lo más hondo del pensamiento español una llamada a la conciencia universal, con superación de todo particularismo.

[...]

Entre el nacionalismo y el multiculturalismo

Las exposiciones El país del Quetzal. Guatemala maya e hispana; Traslaciones España-México. Pintura y escultura 1977-2002; Memoria de Sefarad; Iberoámerica estiza. Encuentro de pueblos y culturas; Filipinas, puerta de Oriente. De Legazpi a Malaspina; Perú, indígena y virreinal; Los caminos que hicieron Europa: Santiago y su peregrinación, todas ellas organizadas por la SEACEX, fueron y son presentadas bajo el acento del mestizaje entre los pueblos americanos y el pueblo español, y en menor medida entre los pueblos europeos.

El mundo de las relaciones hispanomusulmanas no ha merecido la más mínima atención.

En la mayor parte de los discursos de inauguración o de los textos de presentación de estas exposiciones, los responsables políticos españoles y los gestores de las agencias públicas hacen especial hincapié en subrayar la importancia del mestizaje como elemento aglutinante de una determinada idea de cultura, y de una concreta “esfera de intereses” de los pueblos de habla hispana. Lo mestizo es el producto más patente y duradero de la impronta española en la cultura universal, y de paso es buen producto comercial en el marco de la quimera de la movilidad mundial. Pero observemos con más detenimiento qué entiende por “mestizaje”, por ejemplo, la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio:

Aquel proceso [de mestizaje], iniciado en la más remota antigüedad, se prolongó desde finales del siglo xv en el gran océano antes apenas explorado y configuró, en su otra orilla hasta entonces desconocida, un Nuevo Mundo humano y cultural gestado también, entre no pocas y quizás inevitables crueldades e incomprensiones, por ese espíritu abierto a la integración de la sangre y las costumbres que denominamos mestizaje.

Por su parte, y de manera harto más grave, Felipe Garín, presidente de la SEACEX, celebraba la “visión” española de la feliz aculturación en su imperio, adelantándose a los futuros colonialismos europeos que, según él, no acertarán a ver el potencial humanista aportado por el mestizaje hispano. Para Garín el mestizaje hispanista es fundamentalmente una actitud política de “amor y respeto”:

La presente exposición [ Iberoamérica mestiza] constituye una oportunidad excepcional para leer la secuencia de encuentros y desgarros que hizo posible la gigantesca aventura de aculturación que ya vivieron los pueblos sometidos a la ley y el espíritu de Roma y que la monarquía de España protagonizó con similares errores y aciertos, cuando otras estructuras análogas de poder en Europa apenas acertaban a balbucir el lenguaje del respeto al otro y del amor a lo humano desconocido.

Miguel Ángel Cortés, secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoámerica, también tiene su propia idea del mestizaje y de la definición de la identidad española, algo acorde con la de Garín:

Creo que el mestizaje es un fenómeno histórico que continúa. Todos los países son en una u otra medida mestizos, unos de una manera más reciente que otros. Creo que para mestizo, no hay que ir a Guatemala; para mestizo, España, donde estaban los íberos, los celtas, los romanos.

Para Cortés y Garín, el mestizaje en España se acaba ahí, en los romanos y en su capacidad para imponer determinadas interfaces culturales, no en los musulmanes o en los judíos, ni siquiera en la mixtura que se produce entre los diferentes pueblos europeos o incluso peninsulares. La definición de mestizaje que ellos utilizan en esta ristra de exposiciones tiene más que ver con refranes publicitarios en el marco del diletantismo multicultural. Pero esta lectura entronca con la clásica abstracción de una España ya dada “intemporalmente” sobre la tierra ibérica, tal y como denunciara el historiador Américo Castro:

Creíamos que sobre aquella supuesta España cayó el accidente de la presencia indeseada de musulmanes (y judíos), y que al marcharse estos, España regresó a su eterno ser, después de un enojoso intermezzode ochocientos años.

La apelación a las raíces premedievales de la “identidad” española, encarnadas en el Imperio Romano, no deja de ser acorde con la visión de la “monarquía hispánica” como fundamento sustancial del mestizaje iberoamericano. Una lengua, un imperio. Tanto Roma como la España imperial proyectaron a través de la lengua sus verdaderos modelos de “unificación”. El mestizaje, pues, se ha de interpretar en este contexto a la luz del “imperio natural”, representado entonces por la corona española. Las palabras del propio rey de España hoy son eno memente clarificadoras al respecto (habla de sí mismo, ¡en tercera persona!):

Y es particularmente significativo que la consagración de la unidad española en la persona del Rey Juan Carlos I haya ido históricamente en paralelo con la formación de una monarquía transnacional, la llamada “monarquía hispánica”, integrada por diversos países y territorios en ambos hemisferios. En ella plasmó la primera realización de la moderna idea de Occidente, desde el punto de vista cultural y político.

Pero Cortés va más allá. En realidad, tanto para él como para buena parte de los ideólogos conservadores vinculados al poder, la identidad se conforma a modo de juego de muñecas rusas, unas dentro de otras, unas más pequeñas que otras y subsidiarias siempre de la mayor, que por carta de naturaleza tiene una “dimensión universal”. Dice el secretario de Estado de Cooperación Cultural:

Hay un ámbito cultural en español, universal, y dentro de ese círculo hay una cultura española y una cultura guatemalteca, que son a su vez bastante diversas y plurales. Y en España hay una cultura española pero hay también una cultura vasca y andaluza; y dentro de la vasca hay también una más urbana y otra más rural. A los “guipuchis” [guipuzcoanos] les gusta ahondar en sus señales de identidad diferenciada respecto de los vizcaínos, y los de la parte izquierda de la ría piensan que tienen sus peculiaridades respecto de los de Neguri o de Getxo; pero eso no quita para que se pueda hablar de que hay una manera identificable como vizcaína, como vasca, como española, o identificable como española pero con una característica transatlántica o universal.

[...]

Lo hasta aquí someramente expuesto pertenece a la órbita del Ministerio de Asuntos Exteriores. Como tal, su principal argumento respecto de la proyección de sus programas en las antiguas colonias españolas es el mestizaje, la hibridación entre culturas distintas que ha acabado conformando una realidad en lengua hispana que, pese a las tragedias que en ella subyacen, no deja de ser un hecho. Sin embargo, esas lecturas amables —aunque vistas con detalle no lo sean tanto— parecen chocar con todo el aparato belicista que el gobierno de Aznar, en especial durante la segunda legislatura, puso en marcha en contra de los nacionalismos vasco y catalán. Es muy sugerente observar el doble rasero del discurso del PP cuando promociona la identidad española en el exterior y cuando manifiesta sus puntos de vista sobre la identidad española en el interior del país. Es quizás en el espacio entre esos dos polos donde el investigador puede tensar la cuerda para ver en qué punto se rompe.

0 comentarios