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Entrevista a Martínez de Sousa en la revista del Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires

Entrevista a Martínez de Sousa en la revista del Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires

Por gentileza del entrevistador, Mariano Vitetta, me ha llegado una reciente, extensa y bien trabajada entrevista al ortógrafo, ortotipógrafo, bibliólogo y lexicógrafo José Martínez de Sousa (Revista CTPCBA, núm. 18 [marzo-abril 2011], pp. 18-20), en la que se muestra su intensiva dedicación al estudio y el trabajo, y se ofrecen sus autorizadas opiniones sobre la deriva actual de la norma del castellano y del mundo de la edición.

De ella extraigo estos fragmentos a propósito de cuestiones ya tratadas en este blog sobre las que en más de una ocasión he podido intercambiar pareceres con el maestro; y, dado el grado de coincidencia, incluso llevar ese interés común a materializarse en un proyecto editorial compartido con él y otros especialistas, del que pronto daré noticia:

Sobre la RAE, la política panhispánica, el modelo normativo actual, la política editorial académica, y la ética y rigor de RAE y Asale, dice Pepe:

—¿Cree que la frecuencia con que la Academia está publicando obras va en detrimento de lo que otros autores independientes pueden producir de propia cosecha?

—Va en detrimento de la propia autoridad académica, porque no se puede mantener autoridad cuando se está llenando el mercado de libros. ¿Cuál es el verdaderamente bueno que te lleva a no errar?

—¿Qué opina sobre el hecho de que la Academia tienda hacia el descriptivismo?

—La Academia no sabe si es prescriptiva o descriptiva. Su papel, por definición, es prescriptivo. Descriptivos son los autores que, aparte de hablar de la ortografía y de la gramática académicas, tratan esas materias desde un punto de vista propio. La Academia ha creído que no hay más puntos de vista que los suyos. Hace unos años, viene aclarando que sus obras son normativas, y entre unas y otras, hay diferencias.


—¿Le parece adecuado que la Academia trate temas de ortotipografía?

—En absoluto, porque no conoce la tipografía. Podrá aconsejarse por otros, pero así como sí puede saber de gramática y de ortografía, de tipografía no, porque no ha trabajado en ello. Puede contratar colaboradores, pero algunos han llegado al absurdo de decir «esto lo hace así el Chicago Manual of Style». Pero ¿¡qué tiene que ver con nosotros eso!? ¿Qué nos importa cómo hacen las cosas en Chicago...?

—¿Qué modelo de Academia es deseable?

—Hoy la Academia escribe de todo, pero solo debe tratar de lo que es su propio campo, que es el lenguaje. La tipografía y la ortotipografía no deberían formar parte de su competencia, más bien eso debería estar incluido en un organismo técnico encargado de ello. Por ejemplo, una academia técnica del texto sería algo bueno.


—¿Qué opina sobre el hecho de que la Academia no incluye bibliografías en sus obras?

—La Academia hace mal. Todo el mundo, cuando se aprovecha de lo que tú has escrito, te menciona. La Academia no tiene la gallardía de decirlo.


—¿En qué medida pueden desobe decerse las normas dictadas por la Academia?

—El escribiente no está obligado a escribir según las leyes académicas. Si lo hace, es porque le reconoce a esa corporación autoridad en la materia.

—¿Qué piensa sobre el lema «unidad en la diversidad»?

—¿Cómo se puede ser uno si son diversos? Publicitariamente le salió muy bien al que lo inventó, pero por lo demás, no... Lo que yo noto es que hay un fenómeno, totalmente entendible, de que el español de Latinoamérica se aleja cada vez más del de la Península.
Este fenómeno es parecido al de Brasil y Portugal. Para bien o para mal, en algunos contratos de edición, ya se especifica que se necesita el español de la Argentina, por ejemplo.

 

Y sobre el perfil ideal del corrector, su situación en el mundo editorial actual y su prospectiva en el futuro digital, añade:

—¿Cuál es la formación ideal de un corrector?

—La formación ideal de un corrector no tiene límites. Tiene que saber de gramática, aunque no se le puede exigir que sepa todo sobre la materia, porque no es un gramático. Tiene que saber mucho de ortografía, materia que debe dominar. Debe conocer la ortotipografía. También debe poseer —le guste o no— conocimientos de cultura general.
Un corrector que no supiera dónde desemboca el Nilo sería inaceptable. Debe conocer a fondo las técnicas de corrección, que varían mucho según la obra que se corrija. Sería ideal que la forma ción fuera universitaria, aunque sea de tres años: una diplomatura.

—¿Cómo ve el mundo de la edición actualmente?

—Desde mis tiempos «primitivos» hasta aquí, el mundo editorial ha cambiado muchísimo. Primero, ya no se tiene el prurito de editar bien; solo se tiene el deseo de editar barato, de ganar lo máximo posible y pagar lo mínimo posible. Ahora, a los editores solo les interesa que el libro salga en la fecha convenida y no importa si hay errores. Sí me gustaría que el mundo editorial fuera otra cosa que ahora no es y que, probablemente, en el futuro sea menos, porque con el libro electrónico vamos camino a que el editor «normal» tenga poco que hacer...

Pepe recuerda, como si el tiempo no hubiera pasado, aquellos días en los que hasta los diarios tenían correctores en planta permanente. Ese fue el entorno en el que llegó a trabajar hasta diecisiete horas diarias, así se formó, por lo que no resulta extraño que, con sus conocimientos del buen hacer editorial, añore esos tiempos que ya pasaron y nunca volverán...

Esperemos que sí vuelvan. Algunos, siguiendo sus enseñanzas, trabajamos en ese sentido.

 

Silvia Senz

2 comentarios

Silvia Senz -

Aún falta un poco, Jesús. La daré cuando el editor me dé permiso. :-)

Jesús -

Dala, dala. La noticia, quicir.