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Por qué quieres tú que yo lea

Por qué quieres tú que yo lea

Les prometí un pequeño artículo sobre la lectura y, en concreto, sobre una estupenda guía que escribe Joan Carles Girbés, editor en la Editorial Bromera, editorial que es, además, Fundación para el fomento de la lectura. La Fundación Germán Sánchez Ruipérez, otra veterana en esto de ayudar a que la lectura llegue a todos y, en particular, a los más pequeños, tiene entre sus enlaces a la Fundación Bromera y, desde luego, es un acierto. Pero de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y de su Servicio de Orientación Lectora (el Sol), les prometo otro artículo; vayamos ahora con la preciosa Guía práctica para hacer lectores a los hijos o con Leer para crecer.

Joan Carles Girbés empieza esta guía con una pregunta imprescindible: «¿Por qué queremos hacer lectores?»

Y contesta esta pregunta, sí, pero entonces hace la pregunta del millón:«En principio, quien ha decidido abrir las páginas de Leer para crecer tiene la sana intención de fomentar la lectura, de hacer lector a otro, puede ser su hija, una sobrina o un niño del vecindario. Compartir nuestro tiempo con los pequeños para contagiarles el amor por los libros es una de las actividades más gratificantes que podemos llevar a cabo porque, a pesar de las prisas que caracterizan nuestra vida cotidiana, de las múltiples propuestas de ocio y de la dura competencia audiovisual, hoy en día todavía es posible “hacer lectores”.

»Pero, antes de continuar, es necesario que dediquemos unos minutos a reflexionar sobre esta cuestión fundamental: ¿por qué? Es decir, ¿por qué queremos que esta persona se aficione a la lectura?»

Aquí está. Ésta es. Nos la hemos hecho y nos la hacemos miles de veces o, mejor: una y otra vez; un día, de una manera; otro, de otra; un día, la respuesta nos parece tan obvia, tenemos tantos argumentos que nos sobran: de Emili Teixidor, de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, de los clásicos, de los griegos, de los académicos, de los vanguardistas, del niño de al lado... Otro día nos faltan las palabras, pero nos sobra la historia, la Historia —the story and the history— con sus mil y un ejemplos de cómo la palabra escrita da al ser humano su libertad, su trascendencia, su cultura: ¿qué es la cultura sino la memoria de los hombres? Lo bueno y lo malo, todo lo que transmite el hombre de sí mismo a sí mismo. Sin escritura, sin lectura, ¿habríamos podido no partir de cero cada vez? ¿Habríamos podido llamar crisis existencial a ese vacío que nos llega a todos más o menos en la adolescencia y que gracias a los libros constatamos estupefactos que no es patrimonio de nuestro yo, sino de la humanidad? ¿Seríamos capaces de jugar de chiquititos con las palabras como jugamos sin haber oído las nanas de bebés, sin haber oído ni siquiera una rima, buena o mala? ¿Miguel Hernández habría continuado tratando de llevar al papel sus versos de no haber comprobado que la poesía existía y que el hombre era poeta, por muy autodidacta que queramos clasificarle?

Dice Joan Carles que en esta guía no trata del analfabetismo porque «En la actualidad, por fortuna, casi no hay analfabetos en nuestro ámbito (...)». Tampoco yo estoy refiriéndome aquí a este problema que en muchas partes del mundo aún es un reto al que mucha gente dedica grandes esfuerzos con grandes resultados. Quiero referirme aquí, como Joan Carles, al fomento de la lectura, al intento de contagiar, no a «la capacidad de leer, sino a la disposición para hacerlo».

Daniel Pennac, citado en esta guía, dice en sus Derechos del lector que éste tiene el derecho a no leer pero advierte, como creo que advertimos todos, de un peligro: «que no sea la lectura la que renuncie al lector, sino éste a ella». De acuerdo, no obliguemos a leer a quien no quiera, pero que el adulto que no lea no haya dejado de hacerlo por no haber tenido en su vida la oportunidad: que la sociedad muestre a los niños y también a sus padres de qué disponene además de de parques, de cines, de campamentos, de piscinas, de polideportivos...

La guía Leer para crecer está llena de aciertos; por ejemplo, en este mundo de medias tintas, se agradece que alguien tenga una postura clara y la defienda, sin tener que transigir y tragar con todo: se lo juro, afirmaciones claras: «Es que leer es un rollo... ¡Stop! ¡Eso sí que no! “Es que a mí no me gusta leer.” Sería más correcto decir: “Es que nunca he leído un libro que me guste”, porque a menudo quien afirma que leer es aburrido es porque aún no ha encontrado las lecturas adecuadas a sus gustos e intereses, ese libro corto o larguísimo que le hará descubrir sensaciones nuevas, aprender, crecer, madurar, vibrar de emoción y encontrarse consigo mismo. ¿A quién no le gusta el cine? Pueden que no gustarle las películas de amor, o las de terror, o las de acción, pero seguro que hay determinadas películas que le entusiasman. Con la literatura pasa lo mismo.»

Y no se pierdan el apartado des-sacralizador de los libros, ni el de los beneficios de la lectura, que tiene una condición: «será un secreto entre nosotros (...); nunca le diga a un niño —nos recomienda Joan Carles Girbés— “si leyeras más, traerías mejores notas”. Que no nos quepa duda: una sentencia como ésta le alejará más todavía de los libros.»

La guía insiste en las bondades de la lectura para la vida y el ocio del lector; es cierto que el hábito de leer facilita el estudio, la comprensión, la concentración, etcétera, y todo esto está recogido en el capítulo de los beneficios, junto a muchas otras cosas, pero una cita de Umberto Eco nos apunta hacia dónde vamos a ir: «No debemos leer para tener éxito, sino para vivir más».

Y para el autor de la guía, y suponemos que también para Eco, vivir más es «vivir otras vidas, vivir más intensamente, vivir enriqueciéndonos en nuestras horas de ocio».

Aprendemos con esta guía a tener paciencia, a que «cada niño es un mundo», así que no comparen —las comparaciones son odiosas; ¿se han fijado que siempre pierde alguien, que sólo quedan iguales cuando se sacan parecidos familiares?—, no se preocupen si su hijo mayor a los diez años ya leía encantado los libros de aventuras de Rudyard Kipling y de Stevenson y el pequeño, con once, apenas termina el de la colección El Tigre, y eso que trae una lupa y le lee usted siempre medio capítulo. Todo requiere su tiempo y cada niño requiere sus libros.

Además de enseñar, la guía es bien divertida. Las ilustraciones corren a cargo de Josep Vicó Crespo y acompañan sabiamente al texto: bonitas y divertidas, esta vez el ilustrador se leyó el libro —hay tantas veces que pienso que los dibujos que están ahí podrían estar en cualquier otra parte— y, además, con buena intuición, pensó que podría caer en manos de... cualquier mano, es decir, cualquier edad. Unos dibujos bonitos y que difícilmente desagradarán a nadie.

El decálogo de la familia comprometida con la lectura viene seguido por «Diez consejos infalibles para que [los niños] odien los libros»: amén de que cualquier padre se sentirá identificado con alguna de las situaciones —en las que habrá caído con la mejor intención, cómo no— los consejos son dignos de ser memorizados para poder evitarlos siempre que podamos. Es divertidísimo el de «Pidámosles un resumen. Imaginemos la escena: Estamos acomodados en el sofá, delante de la tele. Es un día especial porque emiten nuestra serie favorita. Nos gusta tanto que pasamos la semana esperando que llegue el miércoles para verla. ¡Es tan divertida! Pero hoy es diferente. Esta noche tenemos un señor sentado a nuestro lado que observa cada movimiento que hacemos. Nos ha pedido —en realidad nos lo ha exigido— que le hagamos un resumen comentado del capítulo. Tres hojas. “¡Y no vale hacer la letra grande!”, nos ha advertido muy serio.» Continúa de esta guisa. Claro, cualquiera se atreve ahora a pedir el resumen al niño, menudo modo de hacerle odiar el libro. Pero vaya manera divertida de dejárnoslo patente.

Lo cierto es que la guía sigue con propuestas para leer a los niños, para sabr cómo y cuándo y dónde. Debería estar traducida al castellano y distribuirse en el resto de España. Pero al menos se hace en Valencia, y además pueden ustedes visitar la Fundación Bromera. Y si están pasando este verano en esa costa maravillosa, tienen la oportunidad de disfrutar de libros de autores valencianos en una campaña organizada por la Fundación Bromera y apoyada por los diarios Levante y El Mundo, de modo que con ellos se llevan a casa un libro por muy poquito: véanlo en Llegir en Valencià.

Feliz verano.

Ana Lorenzo. Rivas Vaciamadrid, Madrid, España.



5 comentarios

susana lopez camargo -

es muy bueno ya que a los pdres nos ayuda a mejorar la educacion de nuestros hijos y esas recomendaciones son verdaderamente buenas FELICIDADES

Joan Carles Girbés -

Muchas gracias, Ana, por tus palabras, y también a Gonzalo por la recomendación. Confío que, entre todos, podamos contribuir a fomentar la lectura en familia.

Gonzalo García -

Yo también recomiendo a los lectores el libro de Girbés. Es sencillo, en el buen sentido de la palabra: ofrece ideas y reflexiones sin toda la Altisonancia Mayusculosa que a veces rodea al fomento de la lectura, con humor y claridad. Por si alguien lo quiere conseguir, yo lo encontré en la sala de infantil de la biblioteca de Elche; por otros sitios andará también.

paurullan -

Completamente de acuerdo. Muchas veces me he encontrado con compañeros del colegio, ahora de la facultad, que no es que no lean, es que no han leído nunca un libro. Son bellísimas personas, pero me apiado de ellas: los libros me han enseñado muchas de las cosas importantes de la vida. En realidad creo que son una de las mejores herramientas para vivir y aprender a vivir.

fmop -

¿Qué sería, por ejemplo, Internet sin la lectura? Un páramo. Y de qué somos dueños, además de nuestras experiencias y recuerdos, si no es de aquellas lecturas que no transportaron a otros mundos imaginados.