La extraordinaria labor editorial de Anagrama y sus lamentables erratas
Los tres últimos libros que he leído (disfruto, necesito y debo leer literatura para mantener la información que es vital a mi oficio de correctora de estilo) son Al otro lado del Canal, de Julian Barnes; Tríptico del Carnaval, de Sergio Pitol y Últimos tragos, de Graham Swift, de esos libros coloridos de la colección Compactos de la editorial Anagrama. Es para mí, hoy por hoy, la mejor editorial por su selección de autores literarios.
En el primero de ellos, edición de setiembre 2005 con tapas en color azul esmeralda —equivalente al verde de un semáforo—, con muy pocas erratas figura, sin embargo, este texto: «[...] bajo su techo cobijaba a jugadores y fulleros, p---s y parásitos». En el resto de los cuentos de este libro se dice la palabra «putas» con todas sus letras, como corresponde. No es grave, es casi una curiosidad. En el segundo libro, edición de 1999 de tapas en amarillo pálido, el de Pitol, las erratas y errores son tantos, que hice un promedio: calculé que había una errata o error cada tres páginas, en las tres novelas del libro. Avanzando en la lectura comprobé que al menos mejoraba: una errata cada cuatro páginas. Estas piedritas en el camino me molestaron más, es grave, pero tampoco es para suicidarse. En el último libro leído, el de Swift —mucho mejor que la película—, edición del 2001 en un rojo alerta, sin embargo, ya hubiera querido reclamar a la editorial por esta compra, con una pregunta bien sencilla: «¿Cómo es posible que una editorial de esta categoría publique un libro que en su página 329 tiene un párrafo inconcluso?». Uno de los personajes, Amy, se despide para siempre de su hija subnormal, June, de 50 años, y también le anuncia —aunque la hija no pueda comprenderla— que su padre ha muerto. Para no abundar en explicaciones, baste la trascripción textual: «Ahora tengo que ser una mujer independiente. Pero no podía dejar de venir así de sopetón, sin decírtelo a la cara: Adiós, June. Y tampoco podía decirte esto sin decirte lo otro. Para ti no significará nada, pero alguien tiene que decírtelo. Si no lo hago yo, nadie va a hacerlo. Que tu propio padre, que jamás vino a visitarte, a quien nunca conociste porque él nunca quiso conocerte a ti, que tu propio padre ». En la página siguiente comienza otro capítulo. Esto es muy grave. Claro que no pierdo el argumento, pero ¿cómo lo expresa el personaje?, ¿cómo lo escribe el autor? O más aún, ¿cuál es la esencia de la literatura sino transmitir una emoción que nos identifica como humanos y nos salva? Esta esencia está dañada. Este es mi reclamo.
En el blog Comunicación Cultural del 13 de julio de este año, se analiza la nueva web de Anagrama y, sin dejar de admitir que es una de las editoriales que más admiran «por su trayectoria y por la extraordinaria labor editorial que está haciendo su editor, Jorge Herralde», se la suspende por sus deficiencias. Se critica su enfoque de comunicación, ya que la web no cuenta con canales para la recepción de las opiniones de los lectores, ni incluye las reseñas publicadas en los medios, ni links a las webs o blogs de los autores, ni sección de enlaces a librerías, talleres literarios, revistas culturales..., entre otras carencias. Suscribo ese reclamo.
6 comentarios
Pilar Chargoñia -
Ana Lorenzo -
Pilar Chargoñia -
Sus contenidos, sin embargo, piden a gritos la labor de los correctores, con la tranquilidad suficiente --el tiempo, el tiempo-- como para trabajar bien.
Gonzalo García -
René López -
Saludos
Luis Herrera -
El solo hecho de estar al lado de Bolaño y de Martín Amis en su traducción al español es todo un lujo.
saludos