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¿Es la nueva norma panhispánica una norma pluricéntrica y multipolar? II: La norma panhispánica como difícil abstracción de lo general en el habla culta

¿Es la nueva norma panhispánica una norma pluricéntrica y multipolar? II: La norma panhispánica como difícil abstracción de lo general en el habla culta

El malogrado padre del Proyecto de Estudio Coordinado de la Norma Lingüística Culta de las Principales Ciudades de Iberoamérica y de la Península Ibérica, Juan Manuel Lope Blanch, sobre los criterios de selección que, en su opinión, deberían aplicarse a todo ideal de norma unitaria (pan)hispánica («La norma lingüística hispánica», ponencia presentada en el panel «La norma hispánica» del II Congreso Internacional de la Lengua Española, Instituto Cervantes-RAE, Valladolid, 2001):

[...] hace ya más de siete lustros —37 años, para hablar con precisión1presenté a la Comisión de Lingüística y Dialectología Iberoamericanas del PILEI, que me honraba en presidir, el «Proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades de Hispanoamérica», proyecto que fue acogido favorablemente y, en consecuencia, aprobado por los integrantes de dicha Comisión. Un año después la Asociación de Academias de la Lengua Española, al celebrar su IV Congreso (Buenos Aires, 1964), resolvió «recomendar a las academias que apoyen [el] proyecto», resolución que nunca llegó a hacerse realidad, no obstante lo cual el Proyecto se ha venido desarrollando a lo largo de los años, merced al respaldo de las principales instituciones filológicas del mundo hispánico.

[...]

El Proyecto mencionado nació en mí con el propósito de que pudiéramos llegar a determinar cuáles son los hechos lingüísticos propios de cada norma geográfica —de cada dialecto culto hispánico— que las caracterizan y, a la par, diferencian a unas de las otras. [...]

Modestamente, también yo, como mosquito impertinente, he insistido en la conveniencia de no descuidar el buen uso de nuestro idioma, de tratar de evitar o, al menos, de retardar todo lo posible la «evolución diversificadora», que tanto preocupaba a Dámaso Alonso [...]. Me parecía, y me sigue pareciendo, indispensable conocer cómo son, en nuestro tiempo, las hablas cultas de las principales ciudades del mundo hispánico, en cuanto focos de irradiación lingüística —modelos— dentro del ámbito geográfico correspondiente a cada una de ellas.

Las investigaciones realizadas hasta el momento parecen probar que la unidad esencial de la lengua española [de su modalidad culta] está sólidamente establecida, y que el temor a una posible fragmentación idiomática de nuestra lengua común está muy lejos de corresponder a una amenaza real histórica. [...]

Ahora bien, para lograr esa homogeneidad lingüística entre las hablas de 20 países soberanos, me parece que la aceptación, por parte de todos, de una norma hispánica general sería condición muy favorable. Bien se sabe que el concepto de norma lingüística es un concepto absolutamente relativo; que cada dialecto posee una o varias normas particulares, propias, válidas todas ellas dentro de sus diversos límites geográficos o socioculturales. Me parece obvio el hecho de que dialecto es toda manifestación real del sistema lingüístico abstracto que es la lengua, de manera que la lengua española está integrada por una gran variedad de dialectos nacionales y de subdialectos regionales, comarcales, locales y aun individuales —idiolectos—, cada uno de los cuales, por su parte, estará integrado por dialectos socioculturales diversos. [...] Queda bien claro: cada dialecto tiene su propia validez y se rige por una norma particular válida en su ámbito comunicativo; y el hombre culto, «el cortesano», hace bien en hablar como parece mejor, es decir, de acuerdo con una norma culta superior, pero no exclusiva ni negadora de la validez de las otras normas.

Mas no cabe duda de que esa norma culta, dentro de cada dialecto geográfico, es [...] la que da la pauta y sirve de modelo a muchas de las otras normas, y, sobre todo, la que más contribuye a mantener la unidad fundamental, básica, de la lengua, gracias a su proximidad con otras normas cultas de dialectos geográficamente distintos. En no pocos casos hay menos diferencias entre dos normas cultas de países diferentes, que entre las normas culta y popular de una misma ciudad. De ahí mi interés por estudiar —por lograr que fuera estudiada— la diversidad de «las normas cultas de las principales ciudades de Hispanoamérica».

Y ello fue desembocando en un nuevo océano de cuestiones lingüísticas. Primordialmente, en uno capital, de que me he ocupado ya, aunque siempre muy brevemente, en ocasiones anteriores: el concepto de norma hispánica ideal, dependiente de un ideal lingüístico colectivo. Aunque cabe preguntarse: «¿Existe, en realidad, un ideal de lengua? Y en el caso particular del español ¿existe, en verdad, un ideal de lengua hispánica? No dudo en dar respuesta afirmativa a ambas preguntas. Creo que en el seno de cualquier sociedad humana late —con mayor o menor fuerza— un ideal de lengua superior, una aspiración hacia un idioma perfecto, ejemplar, paradigmático [...]. Es evidente que en cada país hispanohablante existe una norma lingüística ejemplar, paradigmática, a la que los habitantes de cada nación tratan de aproximarse cuando de hablar bien se trata. Suele ella ser la norma culta de la ciudad capital: la madrileña para España, la bogotana para Colombia, la limeña para el Perú, etc. Éstas serían las normas ideales, o ejemplares, nacionales: española, colombiana, etc. Pero ¿existirá también una norma ideal internacional —española y americana—, una norma hispánica? Creo que sí [..]. Será ella la norma que reúna y compendie los hechos lingüísticos propios y comunes de todas las normas cultas nacionales. Norma ideal, por cuanto que no será la norma real de ninguna de las hablas hispánicas. Dicho de otra manera, esa norma hispánica ideal no debe identificarse con ninguna de las normas cultas nacionales. [...] Creo que ya va siendo innecesario reiterar que la lengua española no es sólo la lengua de España, sino también la de otras 19 naciones soberanas. [...] Ese ideal de lengua hispánica, repito, incluirá en su seno las formas y construcciones gramaticales propias de todas las hablas cultas nacionales, pero rechazará lo que la mayor parte de estas últimas rechacen como impropio, anómalo o incorrecto, por más que alguna —o una minoría de ellas— lo acepte como válido.

[...]

Decía líneas antes que la norma ideal hispánica estaría constituida por la totalidad de los hechos lingüísticos comunes a todas las normas nacionales cultas, de reconocido prestigio. Y el caso es que la inmensa mayoría de las formas gramaticales de nuestra lengua son, por fortuna, las mismas en todas partes. Por ello, acercarse a esa norma hispánica, sumarse a ella, no habrá de ser nada difícil. Las diferencias nacionales de carácter gramatical entre las hablas cultas de los diversos países hispanohablantes son pocas, muy pocas. No aludo ahora a las diferencias de carácter léxico, sino a la estructura gramatical del idioma español, incluyendo dentro de ella al sistema fonológico (no al fonético). Existen, sí, algunas divergencias gramaticales entre unas y otras normas cultas de los países hispanohablantes. [...]

Ahora bien, ¿cómo delimitar, cómo definir o establecer la norma hispánica general en los casos en que haya divergencias entre las diversas normas nacionales? Pueden presentarse dos situaciones diferentes: Una, que la forma propia de una de esas normas sea gramatical o socioculturalmente menos justificable que la otra forma en conflicto. Dos, que ambas formas sean igualmente justificables y estén respaldadas, cada una de ellas, por una norma nacional de prestigio. En el primer caso, no deberá haber conflicto: la forma divergente, menos justificable lingüística, histórica o geográficamente, no podrá considerarse como propia de la norma hispánica, aunque sea válida en una —o varias— normas nacionales. En el segundo caso, más delicado, habrá que aceptar las dos formas divergentes como propias de la norma hispánica, es decir, habrá que aceptarse una dualidad o una pluralidad de normas diferentes dentro de la norma hispánica ideal. Trataré de ejemplificar ambas posibilidades, así como, también, de proponer procedimientos o métodos capaces de determinar la superioridad de una forma sobre otra diferente.

[...]

Para determinar en algunos casos los límites de esa norma ideal, creo que puede ser instrumento auxiliar de gran valor la lengua escrita; lengua escrita en general, no sólo la estrictamente literaria, artística. [...] Tal cosa sucedería en el caso a que ya me he referido líneas antes sobre la diptongación de hiatos admisible en la norma culta mexicana —[pjór], [kwéte]— pero inadmisible en la norma hispánica: la lengua escrita, mexicana o de cualquier otra región dialectal, sigue exigiendo la grafía con hiato (peor, cohete, etc.). Y por exactamente la misma razón la norma hispánica rechazaría la eliminación del fonema dental sonoro /d/ en la terminación -ado —[kansáo], [demasjáo]—, pues tanto en España como en cualquier otro país de América la lengua culta sigue escribiendo -ado (cansado, etc.). Y algo semejante cabría decir, aún con mayor razón, de la fricatización y ensordecimiento de la dental -d final de palabra, o, en sentido opuesto, por esmero excesivo, de su ensordecimiento con oclusión tensa, en casos como [salúq], [karidáq] o, por el otro lado, [salút] y [karidát], pues tales voces se siguen escribiendo en todas partes con -d, y no con -q ni con -t. [...]

El académico Diccionario panhispánico de dudas, sobre los conceptos de norma culta y de español general (pp. xii-xv):

La norma culta

El español no es idéntico en todos los lugares en que se habla. En cada país, e incluso en cada zona geográfica y culturalmente delimitada dentro de cada país, las preferencias lingüísticas de sus habitantes son distintas, en algún aspecto, de las preferencias de los hablantes de otras zonas y países. Además, las divergencias en el uso no se deben únicamente a razones geográficas. También dependen en gran medida del modo de expresión (oral o escrito), de la situación comunicativa (formal o informal) y del nivel sociocultural de los hablantes.

Por su carácter de lengua supranacional, hablada en más de veinte países, el español constituye, en realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no obstante, una amplia base común: la que se manifiesta en la expresión culta de nivel formal, extraordinariamente homogénea en todo el ámbito hispánico, con variaciones mínimas entre las diferentes zonas, casi siempre de tipo fónico y léxico. Es por ello la expresión culta formal la que constituye el español estándar: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos con corrección; la lengua que se enseña en las escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en público o emplean los medios de comunicación; la lengua de los ensayos y de los libros científicos y técnicos. Es, en definitiva, la que configura la norma, el código compartido que hace posible que hispanohablantes de muy distintas procedencias se entiendan sin dificultad y se reconozcan miembros de una misma comunidad lingüística.

A pesar de la imposibilidad de dar cuenta sistemática de todas las variedades que de uno y otro tipo puedan efectivamente darse en las distintas regiones de habla hispana, el Diccionario panhispánico de dudas trata de orientar al lector para que pueda discernir, entre usos divergentes, cuáles pertenecen al español estándar (la lengua general culta) y cuáles están marcados geográfica o socioculturalmente.

Cotejo del criterio que Juan Manuel Lope Blanch creía que debía aplicarse a la variedad gramatical y fonético-fonológica del castellano (puesto que consideraba que «no vale la pena detenerse a considerar las diferencias —numerosísimas y profundas— de carácter léxico») en la elaboración de una norma (pan)hispánica unitaria, y el trato que da la actual norma académica a los ejemplos que Lope Blanch expone:

Primera situación. La norma culta mexicana acepta la falsa pluralidad del pronombre átono lo, la en el sintagma se lo con complemento indirecto plural: «(El libro) se los di a ellos», construcción obviamente agramatical, que no aceptará la norma hispánica.

[J. M. Lope Blanch: «La norma lingüística hispánica», ponencia presentada en el panel «La norma hispánica» del II Congreso Internacional de la Lengua Española, Instituto Cervantes-RAE, Valladolid, 2001.]

***

b) En el español de muchos países de América, es frecuente, especialmente en registros populares o coloquiales, trasladar a la forma singular del pronombre átono de acusativo en función de complemento directo el rasgo de plural correspondiente al complemento indirecto, cuando este va representado por la forma invariable se: ´«¡No entienden que este es mi espacio, es mi lugar! Cuántas veces quieren que se los diga» (Purroy Desertor [Ven. 1989]), en lugar de Cuántas veces quieren que se lo diga. Aunque en algunos países esta transferencia indebida se ha extendido incluso entre hablantes cultos, se recomienda evitarla en el habla esmerada.

[RAE-ASALE: Diccionario panhispánico de dudas, s. v. Pronombres Personales Átonos, § 6b.]

Por otra parte, la norma lingüística madrileña admite la inclusión innecesaria de la preposición a en el sintagma a por (recuérdese el famoso «A por los trescientos» prebélico), cosa que no deberá formar parte de la norma hispánica general.

[J. M. Lope Blanch: «La norma lingüística hispánica», ponencia presentada en el panel «La norma hispánica» del II Congreso Internacional de la Lengua Española, Instituto Cervantes-RAE, Valladolid, 2001.]

***

2. a por. El uso de esta secuencia preposicional pospuesta a verbos de movimiento como ir, venir, salir, etc., con el sentido de ‘en busca de’, se percibe como anómalo en el español de América, donde se usa únicamente por: «Voy por hielo y cervezas a la tienda» (Victoria Casta [Méx. 1995]). En España alternan ambos usos, aunque en la norma culta goza de preferencia el empleo de por: «¿Qué haces ahí? ¡Vete por el medicamento, por Dios!» (Aparicio Retratos [Esp. 1989]); «¿Te vas? [...] —Sí, bajo a por tabaco» (MtnGaite Fragmentos [Esp. 1976]). En realidad, no hay razones para censurar el uso de a por, pues en la lengua existen otras agrupaciones preposicionales, como para con, de entre, por entre, tras de, de por, etc., perfectamente normales. La secuencia a por se explica por el cruce de las estructuras ir a un lugar (complemento de dirección) e ir por algo o alguien (‘en busca de’), ya que en esta última está también presente la idea de ‘movimiento hacia’.

[RAE-ASALE: Diccionario panhispánico de dudas, s. v. A, acepción 2, § 2.]

Segunda situación: las dos formas lingüísticas divergentes reúnen características o méritos suficientes para ser tenidas como absolutamente válidas dentro del habla culta hispánica. [...] en el caso de la violenta debilitación de empleo de la forma pronominal vosotros (y de su correspondiente posesiva vuestro) en beneficio de ustedes (y de suyo) común en la mayor parte de las hablas hispánicas de alto prestigio: «Hijitos: ustedes deben cuidar sus juguetes con cariño, para que no los rompan»; naturalmente que la aceptación de estos usos no implica, de ningún modo, el rechazo, por parte de la norma hispánica culta, de las formas históricas tradicionales vosotros y vuestro.

[J. M. Lope Blanch: «La norma lingüística hispánica», ponencia presentada en el panel «La norma hispánica» del II Congreso Internacional de la Lengua Española, Instituto Cervantes-RAE, Valladolid, 2001.]

***

4. Frente a y vos (→ y vos), el singular usted es la forma empleada en la norma culta de América y de España para el tratamiento formal; en el uso más generalizado, usted implica cierto distanciamiento, cortesía y formalidad: «Usted escriba su reclamación en un papel» (Leñero Mudanza [Méx. 1979]); «Ustedes perdonen. Soy el Oficial del Juzgado» (Suárez Dios [Esp. 1987]). El mismo valor presenta la forma de plural ustedes, frente a vosotros (→ vosotros), en la mayor parte de España: «Siéntense, se lo ruego. Ustedes no se conocen: el señor Germán Hernando, el señor Juan Antonio Molero» (Marsillach Ático [Esp. 1995]). En cambio, en todo el territorio americano y, dentro de España, en Andalucía occidental y Canarias, ustedes es la única forma empleada para referirse a varios interlocutores, tanto en el tratamiento formal como en el informal: «Quiero hacerles un presente, expresión de nuestro cariño y simpatía por ustedes» (Aguilera Pelota [Ec. 1988]); «A ver, niños, ¿a ustedes les gustan los dulces?» (Maldonado Latifundios [Col. 1975]).

[RAE-ASALE: Diccionario panhispánico de dudas, s. v. Usted, § 4.]

Tal vez sea diferente el caso del voseo propio de algunas hablas hispanoamericanas de indudable prestigio actual, como las del Río de la Plata: no goza del respaldo cultural y social del pasado histórico de la lengua española —de que sí gozan, indudablemente, vosotros y vuestro—, ya que durante el siglo XVI la forma pronominal vos fue siendo arrinconada en España y en América por el cortesano procedente de la metrópoli española. Válido, indudablemente, dentro de las hablas cultas que lo han mantenido hasta nuestros días, quizá su validez no alcanza a la norma hispánica general.

[J. M. Lope Blanch: «La norma lingüística hispánica», ponencia presentada en el panel «La norma hispánica» del II Congreso Internacional de la Lengua Española, Instituto Cervantes-RAE, Valladolid, 2001.]

***

2.4. Aceptación del voseo en la norma culta. Las diversas modalidades voseantes gozan hoy de diferente estimación:

2.4.1. En líneas generales, la norma culta prefiere el tuteo en el Perú, Bolivia, América ecuatorial —excepción hecha de Zulia y la franja occidental colombiana—, Panamá, México y las Antillas. En estas zonas el voseo carece de prestigio y es indicador de escasa formación.

2.4.2. Salvo en Panamá (→ 2.4.1), el voseo de tipo rioplatense goza de total aceptación en la norma culta centroamericana, pero como fenómeno propio del habla familiar. El tuteo, en cambio, es la norma de prestigio y, por tanto, la recomendada en situaciones de formalidad intermedia.

En Nicaragua y en Costa Rica, donde se suele vosear al hablar, son más prestigiosas las formas de tuteo en la expresión escrita.

En Chile, el voseo verbal es aceptado en la norma culta, pero solo en situaciones de familiaridad; en situaciones de formalidad intermedia es más prestigioso el tuteo. Menos aceptación tiene, en cambio, el voseo pronominal.

2.4.3. En los países del Río de la Plata, el voseo goza de total aceptación en la norma culta, tanto en la lengua escrita como en la oral, y ha sido explícitamente reconocido como legítimo por la Academia Argentina de Letras. En lo que respecta al voseo culto rioplatense, debe tenerse en cuenta lo siguiente:

a) Se prefieren las formas verbales de tuteo en el pretérito perfecto simple o pretérito de indicativo (comiste, mejor que comistes) y en el presente de subjuntivo (hagas, mejor que hagás).

b) Son vulgares las terminaciones en -ís (´comís por comés).

c) Se usan has, sos (no ´sós; tilde2, 1.2) y vas como formas de presente de indicativo de haber, ser e ir, respectivamente. No son propios de la norma culta los presentes ´habés, ´habís, ´soi y ´vai.

d) En el imperativo, las formas del verbo andar (andá, andate) sustituyen a las de ir.

[RAE-ASALE: Diccionario panhispánico de dudas, s. v. Voseo, acepción, § 2.4.]

Dentro de este territorio lexicográfico quisiera referirme a un solo hecho particular, al que ya me he referido en anterior ocasión, por cuanto que, más allá de su individual pertinencia, ejemplifica adecuadamente una actitud que juzgo peligrosa para la conservación de la unidad fundamental de la lengua española. Se trata de la elección castellana de ordenador para denominar a la máquina que todo el resto del mundo hispanohablante llama computador(a). No creo que importe mucho que en España, no obstante haberse empleado inicialmente la voz computador, se decidiera después sustituirla por ordenador, de ascendencia francesa (que también extranjera es la procedencia de computadora); lo que importa, en mi opinión, es la desatención castellana al hecho de que los demás países hispanohablantes habían optado unánimemente por el término computador(a). Creo que, en beneficio de la unidad fundamental del idioma, todas las normas nacionales deberían tratar de ajustarse a la norma más general, a la que, así, se convertiría en la norma hispánica común, evitando posibles fragmentaciones innecesarias. En el caso particular que he tomado como ejemplo, computadora es la voz propia de la norma hispánica, en tanto que ordenador es un dialectalismo, un españolismo léxico; y así debería constar en el Diccionario de la Real Academia, cosa que lamentablemente aún no sucede: en la 4.ª acepción de ordenador, el DRAE (1992) define a esa «Máquina electrónica...» sin indicar delimitación geográfica de empleo, como si fuera la voz de uso general y común en los 20 países hispanohablantes.

[J. M. Lope Blanch: «La norma lingüística hispánica», ponencia presentada en el panel «La norma hispánica» del II Congreso Internacional de la Lengua Española, Instituto Cervantes-RAE, Valladolid, 2001.]

***

computador -ra. ‘Máquina electrónica capaz de realizar un tratamiento automático de la información y de resolver con gran rapidez problemas matemáticos y lógicos mediante programas informáticos’. Estas formas son las usadas mayoritariamente en el español de América, por influjo del inglés computer. Según las zonas, existen distintas preferencias: en la mayoría de los países de América se prefiere el femenino computadora, mientras que el masculino computador es de uso mayoritario en Chile y Colombia. En España se usa preferentemente el término ordenador, tomado del francés ordinateur.

[RAE-ASALE: Diccionario panhispánico de dudas, s. v. Computador.]

ordenador, ra.

(Del lat. ordinātor, -ōris).

1. adj. Que ordena. U. t. c. s.

2. m. Jefe de una ordenación de pagos u oficina de cuenta y razón.

3. m. Esp. computadora electrónica.

ordenador personal.

1. m. Computador de uso individual.

~ portátil.

1. m. Inform. Computadora de tamaño pequeño, diseñada para poder ser transportada con facilidad y dotada de cierta autonomía de funcionamiento.

[RAE: Diccionario de la Real Academia Española, avance en línea de la vigésima tercera edición, s. v. Ordenador.]

 

computador, ra.

1. adj. Que computa (|| calcula). U. t. c. s.

2. m. calculador (|| aparato que obtiene el resultado de cálculos matemáticos).

3. m. computadora electrónica.

~ electrónico.

1. m. computadora electrónica.

computador personal.

1. m. ordenador personal.

[RAE: Diccionario de la Real Academia Española, avance en línea de la vigésima tercera edición, s. v. Computador, ra.]

 

computadora.

(De computador).

1. f. calculador (|| aparato que obtiene el resultado de cálculos matemáticos).

2. f. computadora electrónica.

~ electrónica.

1. f. Máquina electrónica, analógica o digital, dotada de una memoria de gran capacidad y de métodos de tratamiento de la información, capaz de resolver problemas matemáticos y lógicos mediante la utilización automática de programas informáticos.

~ personal.

1. f. computadora electrónica de dimensiones reducidas, con limitaciones de capacidad de memoria y velocidad, pero con total autonomía.

[RAE: Diccionario de la Real Academia Española, avance en línea de la vigésima tercera edición, s. v. Ordenador, Computador/ra y Computadora.]

Frente a los miles y miles de estructuras sintácticas propias del español general, las diferenciaciones dialectales son escasísimas. Sólo recuerdo una verdaderamente profunda y grave, que es la que se refiere a un uso mexicano de la preposición hasta —y de la locución conjuntiva hasta que—, contraria a la norma hispánica general. Grave, por cuanto que llega a significar lo contrario de lo que expresa en el español general: esto es, no el límite final de una acción durativa o reiterada —como en “Estudió hasta los doce años solamente” o “Estuve enviándole libros hasta que se murió”—, sino el límite inicial o el momento de realización de un acto puntual, como “El trabajó hasta los treinta años”, por decir que a los 30 años comenzó a trabajar, es decir, lo que en español general sería “no trabajó hasta los 30 años”; o “Lo ejecutan hasta el domingo próximo”.

[Juan Manuel Lope Blanch: «Variedad y homogeneidad en la lengua española», en Juan Villegas (coord.): Actas Irvine-92: [Actas de XI Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas], Vol. 1, 1984 (De historia, lingüísticas, retóricas y poéticas).]

***

2. En algunas zonas de América, especialmente en México, en la zona costera del Ecuador, en América Central y en Colombia, se produce un fenómeno inverso, esto es, la supresión de la negación no delante del verbo en oraciones con hasta, con lo que el enunciado puede interpretarse en sentidos diametralmente opuestos. Así, en estas zonas, una oración como Se abre hasta las tres puede significar que se cierra a las tres (sentido que tendría en el español general) o justamente lo contrario, que se abre a partir de las tres. Para evitar los casos de ambigüedad a que puede dar lugar, se recomienda acomodar el uso de hasta en estas zonas al del español general y colocar la negación correspondiente delante del verbo: No se abre hasta las tres, o bien dejar el verbo en forma afirmativa y sustituir la preposición hasta por a: Se abre a las tres.

[RAE-ASALE: Diccionario panhispánico de dudas, s. v. Hasta, § 2.]

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