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Perlitas de la lengua oriental

Perlitas de la lengua oriental Sabemos —o podemos imaginarnos fácilmente— cómo las gastan las campañas nacionales de alfabetización en tiempos de autoritarismos. La ideología del período de la dictadura militar en Uruguay (1973-1985) se reflejó en su política lingüística: nacionalismo, xenofobia, patriotismo, afirmación de la autoridad y preservación de la moral y las buenas costumbres. Sin embargo, también puede provocarnos una sonrisa: durante la Campaña Nacional de Alfabetización del año 1982, analizadas aquí por las lingüistas Graciela Barrios y Pilar Asencio a partir de los extractos de la prensa de la época, encontramos algunas perlitas (las negritas son mías).

El objetivo de la campaña: «eliminar el analfabetismo del territorio nacional» (El País, 12/9/1982). Este fue su desarrollo en la República Oriental del Uruguay, según refieren Barrios y Asencio:

Antes del inicio de cursos se realizó un entrenamiento a los maestros que participaron en la experiencia, y se distribuyó material didáctico en diferentes centros de estudio. Los cursos se llevaron a cabo entre el 10/5/1982 y el 8/9/1982; en Montevideo hubo más de 12 000 alumnos inscriptos, 10 000 de los cuales culminaron los cursos. De acuerdo con lo planificado, se anunciaba que «las personas que asistan regularmente a los cursos [...] aprenderán a leer, escribir y comprender lo que leen en un período de cuatro meses» (El Día, 10/5/1982).

Con una finalidad propagandística, las autoridades enfatizaron, en distintos eventos internacionales, que el costo de la campaña sería casi nulo. El mundo entero, y muy especialmente América Latina y el Caribe, se sorprendieron en los cónclaves educativos de México y Santa Lucía cuando la ministra Lombardo de de Betolaza, en la capital azteca, y el subsecretario López Estremadouro, en la isla caribeña, declararon ante sus pares del continente que la Campaña Nacional de Alfabetización no aparejaría prácticamente costo alguno al Uruguay. Un silencio sobrecogedor, según informaciones trascendidas de la propia UNESCO, rodeó las palabras de los jerarcas uruguayos. Un sentimiento de estupor y curiosidad llevó a los ministros de Cultura de todo el mundo y a los funcionarios docentes de distintos países a interiorizarse agudamente sobre las realizaciones uruguayas en ese sentido. La explicación vendría enseguida. Primaria abarca con su infraestructura todo el territorio nacional —no existe paraje donde no se levante una escuela pública—, y además los maestros que ejecutaron la campaña donaron a su pueblo las doscientas mil horas de clase que permitieron que 10 000 nuevos ciudadanos aprendiesen a leer y escribir (El País, 12/9/1982). [...]

La eliminación del analfabetismo constituye un acto de planificación lingüística que responde a una decisión de política lingüística: la de ampliar el acceso a la lengua escrita en la población. El crecimiento del nivel de alfabetización, legitimado mediante un discurso nacionalista, hace posible que la lengua estándar actúe más eficazmente como instrumento unificador de la comunidad.

[...] el discurso oficial de la época, reproducido por una prensa básicamente oficialista, establecía un estrecho vínculo entre alfabetización y distintos referentes de carácter patriótico:

«Asistirán [al acto de clausura de la campaña], con las personas recién alfabetizadas, el cuerpo de maestros, se cantará el Himno Nacional, y luego se continuará con la programación» (El País, 7/8/1982).

«Inmediatamente después de la celebración en el Cine Plaza, los noveles alfabetos, familiares y maestros se dirigirán por la Avda. 18 de Julio hacia la Plaza Independencia para depositar una ofrenda floral al pie del Monumento a Artigas. Cada alumno de los Centros de Alfabetización depositará su flor ante el Prócer» (El País, 2/9/1982).

La actitud de orgullo hacia la lengua estándar se manifestaba en varias referencias a los altos índices de alfabetización que ostentaba el Uruguay de la época:

«La campaña de alfabetización que se está cumpliendo en el Uruguay pone de manifiesto un loable propósito de alcanzar la perfección, poniendo al tope de la escala mundial en la materia, a un país cuyo índice de analfabetismo figura entre los más bajos del orbe» (El País, 2/6/1982).

En el mismo período en que se desarrollaba la campaña de alfabetización, las autoridades del gobierno de facto recorrían el país anunciando los «buenos resultados de la lucha contra la penetración idiomática»: «[...] la Dra. Raquel Lombardo de De Betolaza fue interrogada en torno a la labor que cumplen las autoridades de la enseñanza para evitar la penetración idiomática en regiones lindantes con Brasil.

»Sobre este tema anunció “buenos resultados” de la campaña. “Venimos cumpliendo varias realizaciones”, destacó [...]. “Hay móviles con material didáctico diverso, maestros dedicados a esta actividad y conjuntos folklóricos de coros y bailes quienes así tratan de contrarrestar la invasión idiomática extranjera”» (El País, 14/9/1982).

La campaña de alfabetización masiva subrayó también la estrecha relación existente entre el buen uso del idioma y las buenas costumbres del individuo. El inspector Adolfo Rodríguez Mallarini señalaba que «el éxito total de la empresa alfabetizadora» se obtendría si se lograba «plasmar hombres letrados y dignos» [¡en cuatro meses!, no puedo evitar la acotación]. La vinculación con lo ético conseguiría que quienes hicieran un «buen uso» de la lengua fueran poseedores de una superioridad moral respecto a quienes no cumplen con esta condición.

¿Más perlitas? En el artículo completo: aquí o aquí

Pilar Chargoñia (Montevideo, Uruguay)

1 comentario

Paco -

Y luego nos quejamos de ciertas cosas que ocurren en España.
La mejor manera de luchar contra esto es denunciarlo y dándolo a conocer, como hacéis aquí.