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Ventajas y riesgos de la interacción lector-productor/autor

Hablábamos hace unos días del estudio El papel de la comunicación en la promoción del libro, realizado por la Revista Cultural Dosdoce en colaboración con la agencia de márquetin y comunicación Blue Creativos, cuyas conclusiones se recogían en el último número de Dosdoce y que ponía de manifiesto el escasísimo uso estratégico de los medios digitales de promoción por parte de las editoriales bibliológicas.

Como ya viene siendo habitual, los negocios relacionados con el libro y el acceso a la información y el conocimiento que se desarrollan en la Red están tomando la delantera a los editores, especialmente a los editores de libros, estancados en estilos de publicación obsoletos o francamente renovables. Un nuevo paso en este sentido lo ha dado Amazon, que permite a los autores de libros que comercializa escribir sus propios blogs y comunicarse directamente con sus lectores mediante la herramienta Amazon Connect.

Desde la edición tradicional, raramente se dan respuestas a estos retos que plantea la Red más allá del habitual desdén —cuando no hostilidad—. El caso de Harper Collins, que ha iniciado un programa que permitirá consultar gratuitamente el texto completo de algunas obras seleccionadas de su catálogo como respuesta a la biblioteca virtual que desarrolla Google al que se acusa de estar digitalizando libros que no son de dominio público, es una excepción.

En el caso de Amazon, sin embargo, las editoriales bibliológicas lo tendrían muy fácil: bastaría con ofrecer a sus autores y clientes herramientas similares a Amazon Connect. Aunque eso supondría que sus cargos ejecutivos comprendieran finalmente las ventajas de generar interacción con el lector.

Conociendo el panorama actual de la edición española, a veces me pregunto, sin embargo, si las editoriales de libros realmente no entienden la conveniencia de poner al día sus técnicas promocionales y establecer lazos de comunicación con el lector, o más bien es que temen crear esos canales de interacción. A lo mejor sospechan que la información crítica que recibieran de sus lectores no les iba a gustar. Y a sus autores tampoco. Es probable que, si el lector tuviera acceso al autor y al productor de libros, el volumen de quejas emitidas arreciara. Y eso pondría aún más en evidencia la mala calidad (formal y de contenido) de muchas de las producciones editoriales, de lo que se derivarían nuevas necesidades estructurales y legales que dieran garantías de consumo al lector; a saber:

1) la creación en todas las editoriales de verdaderos servicios de atención al cliente y de reclamación;

2) la creación, promovida por los gremios del sector, de una norma de calidad para la edición y producción de libros, que permitiera certificar los productos que la cumplieran y dar al cliente garantías de excelencia y control;

3) la institución, también promovida por los gremios, de la figura del Defensor del Lector, que recogiera y gestionara las quejas recibidas por los clientes sobre la atención y el servicio dispensado por las editoriales,

4) y la modificación de las leyes de consumo, de tal modo que fuera posible devolver y obtener el reintegro del precio de un libro en malas condiciones formales (lo cual incluye la calidad lingüística y tipográfica del texto).

Evidentemente, propiciar una comunicación con los lectores tiene no pocos riesgos para los editores.

Silvia Senz (Sabadell, Cataluña, España)

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