Millán y la NGLE. Reseña de una reseña
Como era de esperar, se publicó en El País la reseña de José Antonio Millán a la última producción académica (la Nueva gramática de la lengua española, o NGLE). Como ya es habitual en él cuando aborda la obra de la Corporación por encargo del otrora periódico del progresismo español y hoy diario global, su examen se mueve en el terreno de lo políticamente conveniente, dejando muy atrás los tiempos en los que El País hablaba de la RAE sin tapujos; tal vez porque por entonces Cebrián no ocupaba aún su sillón V.
Una frase que no me explico si no es (bien)pensando que Millán la formuló como un sutil sarcasmo:
«La versión electrónica debería incluir urgentemente las numerosísimas referencias bibliográficas que han debido de servir para su redacción, y de las que la edición en papel ha prescindido, sin duda para no alargar la obra.»
Teniendo en cuenta que los dos primeros volúmenes de esta obra ya ocupan casi 4000 páginas, pensar que la ausencia de bibliografía tiene por fin la brevedad es un absurdo. Así que, suponiendo que la observación de Millán sea eso: humor absurdo, mucho me temo que este matiz haya pasado desapercibido a la mayor parte de lectores de El País. Mejor hubiera sido decir abiertamente que, siendo que probablemente la NGLE recoge la producción descriptiva sobre el español de los últimos años, lo científico (y ético) habría sido referenciar las fuentes teóricas empleadas. De este modo, quedaría reconocido el esfuerzo que otros han realizado y del que se beneficia la NGLE; y de este modo también cualquier estudioso podría replicar y juzgar el camino intelectual que los autores de la nueva gramática han realizado. Así se obró en la voluminosísima gramática descriptiva codirigida por Bosque y Demonte y publicada con auspicio académico en 1999. En esta obra puramente académica dirigida de nuevo por Bosque, sin embargo, no sólo se ha omitido la bibliografía correspondiente, sino que ni siquiera se ha publicado en versión digital, en la página de la RAE, del mismo modo que se ha colgado el prólogo y un capítulo de la NGLE.
Llama la atención el almibarado aderezo que utiliza este reseñador en su presentación de algunos de los rasgos distintivos de la nueva edición de la gramática académica, una melosidad que tanto podría atribuirse a un exceso de comedimiento o a la tendencia de Millán a contemporizar, como a una presumible falta de margen de maniobra. Ahí va una pequeña muestra.
Dice Millán:
«Siguiendo un uso inaugurado en 1999 con la Ortografía, la Nueva gramática aparece avalada por las academias de la lengua de los países hispanohablantes, por cuya intervención tanto ha hecho la dirección de García de la Concha.»
Valga señalar que está más que puesta en duda la labor común de la RAE y la Asale en la Ortografía de 1999. Por los propios académicos, sin ir más lejos. En el año 2002 vio la luz la obra del académico ecuatoriano Gustavo Alfredo Jácome, Gazapos académicos en “Ortografía de la lengua española” (publicada en España en el 2003) en la que, además de cuestionar la consistencia doctrinal de la nueva Ortografía y corregir las muy abundantes contravenciones a la propia norma académica vigente, el autor ponía en entredicho la afirmación de que hubiese sido efectivamente supervisada por las veintiún Corporaciones asociadas a la Española.
De hecho, está incluso puesta en duda la labor interacadémica en pie de igualdad posterior a esa Ortografía, un asunto que ha ocupado recientes tesis doctorales y que ocupará obras en prensa, de las que ya daremos noticia.
Continúa Millán:
«La nueva gramática académica no rehuye señalar que hay temas debatidos: en ese sentido no habla ex cátedra, sino como una obra científica (aunque este aspecto quede lamentablemente mermado por no incluir bibliografía). Tampoco aporta, como las antiguas gramáticas, un elenco de usos dignos de imitación: las numerosas citas de autores y artículos de prensa, españoles y americanos, ya no constituyen "un canon de excelencia", sino en muchas ocasiones la simple documentación del uso. Pero quizás su aportación más novedosa sea el intento de dar una perspectiva de la lengua española en todas sus manifestaciones geográficas. [...] La Nueva gramática da un gran salto científico y político al distinguir sistemáticamente por un lado el "español general", común a todo el ámbito de nuestra lengua (que tiene un notable grado de unidad, sobre todo en la sintaxis y en su registro escrito y culto), y por otro, y en plano de igualdad, los españoles específicos: el "europeo", de Canarias o de Valladolid, o el "español americano" de México o Chile. Cuando se describe un uso, se asigna sencillamente a las zonas donde se produce: los diminutivos en -ito se dan en todo el mundo hispanohablante, pero ande por "donde" se usa en el español dominicano y en el andaluz. A veces se añade un juicio: ande es una "variante desprestigiada".»
Un vuelco de tal calibre hacia el pseudodescriptivismo (ya apuntado en el Diccionario panhispánico de dudas) debería darle materia al reseñador para, al menos, señalar muchos de los asuntos que de este giro pueden desprenderse y a los que tanto la RAE y la Asale como quienes estudian la política lingüística del español deberían estar atentos; por ejemplo:
1) Cuál será la reacción de los hablantes (particularmente de los que manejan la norma en su labor profesional) ante esta relajación de la tarea prescriptiva, y cuál será la reacción de los propios directores de academias de la lengua española que actúan en zonas con necesidades de regulación propias.
Incluso Lodares planteó lo que funcional, identitaria y políticamente supondría abrir la norma al carácter pluricéntrico de la lengua: restringir los juicios de valor y ampliar la base de la selección equivalía, según su fino olfato, a abrir la vía a la proliferación de nuevos agentes normativos y a la modificación de las tendencias en la autoevaluación y la autocorrección de los hablantes.
¿En qué se traduce esto? Para empezar, en la difuminación de la idea de corrección. La legitimación de formas verbales regionales o sociolectales hasta ahora marginadas o reprobadas por la obra académica pueden mejorar nuestro conocimiento del idioma y ampliar la tolerancia lingüística hacia formas extrañas, pero también pueden llevar a considerar, si no se dan indicaciones más precisas sobre la validez contextual de esos usos, que no hay expresiones o construcciones mejores que otras y que todo vale, en cualquier circunstancia. Cabe decir que no es fácil señalar a qué nivel de lenguaje o registro corresponden los usos actuales. Fundamentalmente porque lo no aceptable hoy en el uso social del lenguaje puede serlo mañana, y lo aceptable puede dejar de serlo. Son necesarios corpus mejor elaborados y más representativos que los académicos (de hecho, en esta ocasión no ha bastado con ellos y se ha usado también el de Mark Davies) y estudios sociolingüísticos periódicamente actualizados, de los que el español apenas dispone, para evaluar la idoneidad de una cierta forma de expresión en el uso social, y ese es un hueco en el conocimiento de la lengua en uso que hasta ahora había quedado cubierto por la arbitrariedad y la subjetividad académicas.
Para continuar, la relajación de los tradicionales modos prescriptivos académicos y el margen que la NGLE deja para la decisión personal (algo que ya hacía el Diccionario panhispánico de dudas e incluso la Ortografía de la lengua española) pueden conducir a quienes necesitan opciones concretas a buscar otros referentes, particularmente en los libros y manuales de estilo generales o específicos.
Yendo más allá, el ampliado catálogo de usos aceptables que introduce esta gramática y la concesión de autoridad normativa a las academias asociadas puede llevar a las academias americanas a sentirse en condiciones de establecer repertorios propios y más selectivos de usos aceptables, aptos para las necesidades locales de planificación lingüística, sobre la base de la NGLE o según su propio criterio; de esto (que sería verdadero pluricentrismo normativo) ya vimos una muestra.
2) Como todas las obras académicas, y más aún desde que en ellas intervienen, con mayor o menor intensidad, las academias asociadas, esta gramática no es hija de su padre y de su madre, sino de tantos padres y tantas madres que, por un lado, la falta de una línea constante y sistemática es evidente y debería mencionarse en una reseña del alcance de la de El País; por otro, es fácilmente previsible que el derrotero del papel de la RAE no quede en absoluto fijado en el camino que marca esta gramática, y esto también podría haberse apuntado.
La tendencia de la NGLE hacia la descripción sin norma o hacia la norma arbitraria sin descripción (que ambas cosas se combinan en ella, como Millán deja entrever) choca frontalmente con otras corrientes académicas predominantes sobre el rumbo que ha de seguir la normalización del castellano: la del propio director de la Asale, Humberto López Morales, partidario de un estándar internacional único (muy restrictivo), inspirado en los neutros de los medios internacionales y de la industria audiovisual, o la de los partidarios del estándar ideal unitario (de tipo composicional) que proponía Lope Blanch.
La lengua castellana es variada hasta un punto que la NGLE ni siquiera refleja (ya lo hemos dicho), pero la norma hasta ahora sólo era una y habrá que ver si, después de ella, va a seguir siéndolo. En buena medida, el devenir de la RAE y la Asale como organismos normalizadores dependerá de la idea que sobre el lenguaje y su codificación tenga quien suceda a Víctor García de la Concha, a punto de concluir su prolongado mandato al frente de la casa rectora. Bosque tiene números.
Sigue Millán:
«Repárese en que el lema académico desde el XVIII, "Limpia, fija y da esplendor", se refería únicamente a esta tarea normativa. Sin haber abdicado de ella, la Academia actual, desde la dirección de Fernando Lázaro, ha abordado también la construcción de un gran corpus científico sobre el español, del que esta Nueva gramática es parte. [...] Si añadimos a los seis años que duró la elaboración de la Gramática descriptiva los 11 años de la Nueva Gramática, podemos concluir que ahora culminan casi dos décadas de investigación sobre el español.»
No se culminan dos décadas de investigación sobre el español en absoluto. Ni la RAE ni la Asale llevan dos décadas promoviendo la investigación idiomática; eso es directamente falso y extraña leérselo a Millán. A lo sumo llevan dos décadas modernizando precariamente sus métodos y sus herramientas de trabajo, pero poco más.
Fíjense los lectores: un proyecto de estudio del idioma tan necesario y ambicioso como es la Sintaxis histórica de la lengua española (que dirige Concepción Company y Company y que prevé una publicación en 10 volúmenes) no encontró apoyos en España y ha podido salir adelante con el respaldo de la UNAM y del FCE. Incluso el estudio del habla culta, básico para una norma que siempre ha restringido su modelo de lengua a este grupo sociolectal, está casi paralizado desde que murió Lope Blanch. Lo único que puede agradecerse a la RAE es haber auspiciado la gramática descriptiva de Alarcos primero (que la RAE rechazó como propia) y la dirigida por Bosque y Demonte después (que no fue un encargo de la Academia).
El verdadero aporte de Lázaro Carreter fue salvar a la RAE de ser sustituida por un organismo de planificación lingüística de nueva planta, del estilo del Conseil international de la langue française, coordinado, junto con el Instituto Cervantes, por un organismo general de política lingüística para el castellano. El mérito de Lázaro fue el de hacer valer el ascendente social de la RAE en todo el mundo hispánico y el de poner el valor simbólico y diplomático del estándar académico y la estructura interacadémica global que es la Asale al servicio de una nueva unidad panhispánica según las necesidades internacionales de la economía y la política global de la Madre Patria. A cambio de ello logró un apoyo político, mediático y financiero del que la institución no gozaba desde hacía décadas.
Hay otros datos que se echan de menos en la reseña y que su autor debería haber expuesto, aunque fuera someramente y con su habitual delicadeza:
1) No se seleccionan ejemplos relevantes de los capítulos principales ni se analiza su tratamiento en la NGLE, para mejor guía del lector.
2) Siendo Millán un experto en edición y políticas editoriales, podría haber cuestionado la razón de ser de tres versiones sucesivas. De haberse seguido en la NGLE un proceder sistemático de descripción y normativización, habría bastado con dos versiones (una descriptiva y normativa, y otra sólo normativa), que deberían además haberse publicado íntegras y simultáneamente, para dar al comprador la oportunidad de elegir. Teniendo en cuenta que la versión extensa no está al alcance de todos los bolsillos (completa, rondará los 200 €), habría sido interesante disponer ya de una opción más económica.
Por fortuna, sí se dice algo sobre la necesidad de publicar una versión paralela disponible en línea, aunque sin mencionar una de las razones principales que justifican su edición electrónica: que esta gramática tiene ya cubierto su coste por patrocinio privado específico para las tres versiones de la obra y por subvención pública (puesto que usa herramientas e infrestructuras pagadas por el Estado español, es decir, por los ciudadanos españoles).
En cambio, no se menciona, ni de pasada, la oportunista fecha de publicación de la versión más cara, aun incompleta, para hacerla coincidir con la campaña de ventas navideña y garantizar los buenos resultados comerciales que al menos sus dos primeros volúmenes están teniendo.
Con una voluntad más crítica o tal vez con condiciones de libertad de expresión mayores, se han publicado también otras opiniones y reseñas que manifiestan una lectura más o menos detenida de la NGLE y un cierto posicionamiento ante las muchas cuestiones que plantea. Aunque sus argumentos puedan ser discutidos, recomiendo la lectura de «Sobre la nueva gramática» y de «La Nueva gramática: primeras impresiones». Complementan a Millán.
Aunque tampoco me extrañaría que Millán, menos comedido en su web que en el diario global, acabe complementándose a sí mismo, como ya ocurriera con su reseña del Diccionario panhispánico de dudas (compárense la versión de El País y la posterior versión modificada en jamillan.com).
Silvia Senz
4 comentarios
Silvia Senz -
Pero más clara y concisa (y así eficaz) lo es tu reseña en Comunicar Bien. Gracias.
Ricardo -
Silvia Senz -
También Petúfar te habrá agradecido que le hagas llegar un comentario tan pertinente.
Pilar Chargoñia -