La esquizofrenia de los académicos lingüistas
Desde el instante en que se incorporan a la institución académica (al menos a la Española), es exclusiva de sus nuevos miembros lingüistas y filólogos pasar por un periodo de alarmante esquizofrenia, previo a la fagocitación ideológica y discursiva que seguramente acabarán sufriendo/permitiendo si desean mantener la cordura mental y la coherencia intelectual.
Vean, subrayados, los primeros síntomas de este proceso en esta entrevista en El País a la dialectóloga y flamante académica Inés Fernández-Ordóñez:
No opinará que la RAE es demasiado benévola, que acepta lo inaceptable…
Creo que se le atribuye un poder mayor a la RAE del que en realidad tiene. La Academia solo describe el habla culta. Y se encarga de homogeneizarla en España y Latinoamérica.
También da esplendor. Y fija. Una labor, la de fijar, que va en contra de parte de su trabajo, que consiste en localizar y preservar las particularidades del habla de las zonas rurales.
No creo que la RAE haga una labor de homogeneización. Y además… ¿por qué lo estándar va a ser lo perfecto? Creo que hay que acabar de una vez por todas con esa idea.
No sé si va a gustar esa teoría entre sus nuevos compañeros de la Academia.
Sí, veremos cómo encajo. [Risas]. La Academia se dedica a fijar un estándar. Yo no digo que ese estándar no deba existir.
[...]
La RAE proscribió el laísmo, el loísmo y el leísmo a cuya diversidad tantos esfuerzos ha dedicado. ¿No estará pasándose al otro bando?
Hay que tener en cuenta que los fenómenos lingüísticos se ven sometidos a un filtro de selección social. Igual que hay comportamientos sociales reprobados. De la misma manera que a nadie se le ocurre salir en ropa interior a la calle, tampoco se ve mal que con esa poca ropa se esté en una piscina luciendo biquini. Las valoraciones sociales de los comportamientos lingüísticos existen y la Academia hace de notario de esas valoraciones sociales.
De modo que si un estudiante suyo le entrega un examen lleno de leísmos, no le suspende. No, yo no. [Risas]. Con faltas de ortografía quizá sí.
[...]
Deduzco que tras dos décadas viajando por España no cree que exista el español perfecto.
Pues no. Cualquier variedad del español es perfecta. Yo no soy purista.
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Mariel -