Addenda & Corrigenda: Navegando por los mares de la palabra escrita
Somos correctores, apenas un minúsculo eslabón de esa inacabable, circular e imbricada cadena de creación, producción, publicación, difusión del conocimiento, fomento de la cultura, educación, que nutre la esencia de los seres humanos y les permite, por medio de la letra, engrandecer sus espíritus, ampliar sus mentes y conocer e incluso transformar el mundo que los rodea.
Somos sólo correctores, pero entendemos que no puede haber creación sin educación y sin fomento de la cultura; no puede haber cultura sin creación; no puede haber difusión cultural sin producción y difusión de buenos productos culturales, y (lo que a menudo se pasa por alto), no puede haber cultura, educación y acceso al conocimiento sin profesionales preocupados por promoverlos.
Somos simples correctores, pero no se nos escapa la situación de fragilidad a la que acaba llegando (y está llegando) esa cadena cuando quienes la manejan olvidan el delicado equilibrio de interdependencias que la sostienen y hacen de ella un uso irresponsable y negligente, que sólo busca la propia grandeza y el propio beneficio.
Nada más somos correctores, pero vemos la necesidad de enmendar el rumbo de la cultura escrita hacia nuevos horizontes de ética y responsabilidad, en el que todos los elementos de la cadena del conocimiento recuperen su papel, al servicio del bien común.
Pero, como sólo somos correctores, no podemos ofreceros más que esta fe de erratas para que vayáis anotando vuestras enmiendas y adiciones a esta bitácora de navegantes de la cultura escrita.
Grupo Addenda & Corrigenda
De Argentina (Buenos Aires), España (Asturias, Cataluña, Madrid, Murcia), Italia (Roma), Perú (Lima), México (Ciudad de México) y Uruguay (Montevideo)
2 comentarios
Ana Cristina -
Pienso que los editores y quienes dirigen las grandes editoriales, deberían replantearse seriamente esta situación, porque no solo desfavorecen al corrector de oficio, sino también a la calidad del idioma.
Javier Dávila -
Yo también siento esta, te cito, necesidad de enmendar el rumbo de la cultura escrita y el deseo de que todos los elementos de la cadena recuperen su papel al servicio del bien común.
Ahora bien, quisiera señalar lo que, me parece, es una condición y no únicamente una consecuencia de materializar estos buenos deseos. En este desorden en el que está sumido nuestro oficio, el elemento más apremiante es la caída de nuestros ingresos. Es un hecho que ya no podemos vivir de lo que hacemos. Desde los primeros correctores, entre los que hay nombres sobresalientes, como Melanchton (y en este momento creo recordar que Miguel Servet cumplió también funciones de corrector); desde ellos, pues, hasta nuestros maestros, la corrección de textos para impresión había sido un oficio digno con el cual ganarse la vida. Uno mismo vivía honestamente de estos ingresos hasta hace pocos años. Los correctores de la generación anterior se ganaron el sustento sin grandes sobresaltos. En México, Salvador Novo, Elías Nandino en el Fondo de Cultura Económica y, ahí mismo, Alí Chumacero, al que todavía se veía en los pasillos del FCE cinco o seis años atrás.
Unos ingresos dignos, aunque sea como posibilidad en el horizonte, recuperarían la calidad de nuestro trabajo, le devolverían el prestigio social que perdió, serían un aliciente para la llegada de sangre nueva.