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RAE, autoridades y dilemas del corrector americano

RAE, autoridades y dilemas del corrector americano En un intercambio con colisteros de una lista de distribución decíamos, medio en broma y medio en serio, que esperábamos el tercer diccionario de la Real Academia Española (RAE): el que aunara la versión normativa del Diccinario de la lengua española (DRAE) con la normativo-descriptiva (por llamarla de algún modo) que propone el Diccionario panhispánico de dudas (DPD).

«Tenemos que consultar ambos diccionarios», seguimos diciendo, y es un hecho que nos toca doble tarea. O triple: porque con algunas dudas, que tienen áreas en común, ya no sabemos por cuáles de las versiones optar: si por el DRAE, si por el DPD o si por los libros de José Martínez de Sousa (don Pepe).

Desde Uruguay, admito que me era más fácil (en el sentido de más pobre) la vida antes de descubrir a don Pepe. En el año 2004, al ingresar en la lista Editexto (actualmente administrada por Silvia Senz y Montse Alberte), se me despliega un mundo inimaginado y fascinante: las listas de correctores, traductores y editores. Hago una primera consulta boba y hete aquí que me responde, con un buen reto, don Pepe. Respondo que mis conocimientos del idioma parten de mi medio; él me replica que los tales conocimientos —en otras palabras— son insuficientes. De acuerdo. A partir de los intercambios en las listas, me he comprado más y mejor bibliografía y comprendo que para la mayoría de los temas lingüísticos las propuestas de don Pepe son las mejores: las más lógicas, las más estudiadas, las más completas. Para un mínimo de casos me remito a la RAE (no utilizo su Ortografía, pero sí su Diccionario...) y al DPD. Como diccionario descriptivo, el de Seco, Andrés y Ramos me es imprescindible.

Aclaro que los libros de don Pepe no se distribuyen en mi país; solo quienes estamos en una lista podemos conocerlo. Eso hace que seamos correctores más actualizados quienes contamos con una computadora, su banda ancha y la capacidad de poder mantenerla. De lo contrario, los correctores de este lado del Atlántico se decantan, y es inevitable, por las normas de la RAE. Y las editoriales hispanoamericanas, también. Esto conlleva a que quienes conocemos a don Pepe tengamos una tarea difícil: convencer a un editor, a un autor, o incluso al encargado de ingresar las correcciones en una editorial, de que nos guiamos por la mejor opción. Ellos responden: «¿Quién es José Martínez de Sousa? No es la RAE, ¿cómo vamos a dejar de lado lo que indica la RAE?».

Lanzo una triple pregunta que ronda en mi cabeza desde hace ya mucho tiempo: ¿Por qué no está don Pepe en la RAE? ¿Por qué está donde está y en solitario? ¿Por qué sus libros no se distribuyen en mi país? Espero una respuesta que no remita a los personalismos.

Lo que más daño me hace, hoy por hoy, es este antagonismo entre la RAE y sus normas (cada vez más necesariamente flexibles) y un grupo de conocedores de la lengua que la critican sin pausa y con entera razón.

 

María del Pilar Chargoñia Pérez, correctora de estilo (Montevideo, Uruguay)

2 comentarios

Ana Lorenzo -

Pilar, me ha encantado la forma de describir el problema con el que nos enfrentamos ordinariamente todos los correctores que no tenemos un manual de estilo de la editorial: discernir qué norma seguir, convencer al cliente de que es la más lógica a pesar de que no coincida con la RAE. Tienes razón: ¿por qué no aúnan fuerzas? Con Martínez de Sousa dentro de la institución haciendo las críticas a priori, se ahorrarían tantos desaciertos, y a nosotros tantos quebraderos de cabeza, más aún allí, en las Américas. Un saludo.

Mark Dias -

Yo acabo de encontrar su bitácora. Soy americano y me encanta aprender más de la lengua castellana.