La certificación internacional del español como lengua extranjera: entre la megalomanía y la necesidad de los hablantes
Desde hace algo más de dos años –desde diciembre de 2004, para ser precisos– nuestra agenda de trabajo está permanentemente interferida por este proyecto del Sistema de Certificación del Español como Lengua Extranjera que finalmente fue aprobado antesdeayer en Medellín.
Mientras las estimaciones sobre el número de hablantes de español han ido creciendo de manera exponencial, mientras las proyecciones de estudiantes presentes y futuros han aumentando de artículo en artículo, mientras inauguran sedes, se premia a artistas, mientras se celebran cumpleaños y aniversarios de escritores insignes, la preocupación del Instituto Cervantes por la certificación del español como lengua extranjera recorrió ininterrumpidamente el camino desde el III CILE, en Rosario, hasta la reunión de rectores de Medellín, en vísperas del IV CILE.
Durante las reuniones de junio del 2005, en Rosario, de septiembre de ese mismo año, en Santiago de Chile, para la redacción del documento de Salamanca, y durante la de enero de 2007, en el encuentro de Costa Rica, distintos interlocutores analizaron, argumentaron y discutieron las propuestas. Finalmente la Secretaría Ejecutiva del SICELE redactó la última versión del documento, y el Sistema de Certificación es un hecho desde el sábado 24 de marzo.
Luego de estos dos arduos años, la pregunta que me hago es qué posibilidades de visibilidad tienen otras propuestas sobre nuestras lenguas. En el mundo del Español Lengua Segunda y Extranjera (E/LSE) existen acciones y proyectos en distintos lugares de este universo hispanófono interesados en las necesidades y demandas de nuestros países y de los extranjeros que quieren estudiar español. Se busca darle prioridad a los hablantes y a sus demandas:
• quiénes quieren y necesitan aprender español
• para qué quieren estudiar español o qué uso van a hacer de este aprendizaje lingüístico
• y con qué recursos económicos y educativos cuentan,
ya que, como cualquier docente sabe, cuando se estudia español como lengua extranjera no es lo mismo tener como lengua materna el portugués o el chino; no es lo mismo necesitarla para trabajar que para vivir en un país de habla hispana; no es lo mismo ser un estudiante universitario que alguien que está buscando mejorar su condiciones para conseguir empleo.
Cito un poco caóticamente algunos resultados de esta mirada diferente sobre el ELSE: el Manifiesto de Santander, la definición de los parámetros para la enseñanza del español en Brasil, los cursos para migrantes, refugiados y comunidades aborígenes, el apoyo de las universidades norteamericanas al spanglish, el examen argentino de español.
Se hace muy difícil en el contexto actual poder hablar de estas cuestiones sólo asertivamente. También es necesario aclarar y afirmar qué es lo que esto NO significa. Para nosotros diseñar un modelo propio de la enseñanza del español como lengua extranjera significa que el español:
• no es solamente un recurso económico;
• no tiene por qué ser la lengua que triunfe sobre todas las demás: indígenas, de inmigración, extranjeras, cooficiales, minoritarias, ágrafas y todos lo etcéteras posibles;
• no necesita ser defendida de nadie;
• no tiene por qué ser promocionada.
En este marco de afirmaciones y negaciones, nos interesa una región multilingüe, en la que la meta de nuestras acciones sea el mantenimiento de ese multilingüismo y la libertad de los hablantes de ampliar sus posibilidades comunicativas en las situaciones que elijan y que necesiten sumar.
La pregunta ahora es: ¿qué posibilidades hay de llevar adelante una propuesta, una política, un proyecto diferente en relación con el español?
Hoy, leyendo la noticia de la aprobación del SICELE, pienso que tenemos la posibilidad de pensar diferente y de influir desde otra mirada.
En diciembre del 2004 se hablaba de un examen panhispánico o unitario, se hablaba de «proliferación de exámenes» que ponían en riesgo la unidad de la lengua. Unos meses después se anunció que en la reunión de estos días en Medellín se iban a entregar los dos primeros certificados panhispánicos al rey de España y al presidente de Colombia —¿no son hablantes nativos?— en una reunión con cien rectores presentes.
Hoy leo en El Espectador que «Delegados de 64 universidades de todos los países de habla española, y representantes de otras instituciones hasta llegar a 100, asistieron a esta asamblea que se ha reunido en Medellín». No parece un número muy alto, si se tiene en cuenta que solamente en la Argentina existen 102 universidades. Me gustaría saber cuántas universidades existen en total en los 21 países que tienen el español como lengua oficial y cuáles son esas 36 instituciones que completaron la cifra esperada. Señalo también que no es un examen, sino un sistema, y que tampoco hubo certificados honorarios.
En estos algo más de dos años transcurridos desde ese diciembre del 2004, muchas de las universidades hispanoamericanas, ausentes y presentes en Medellín, han reflexionado y discutido las bases del SICELE y han logrado estos cambios que no son insignificantes y que representan probablemente el inicio de líneas diferentes de trabajo aun dentro del SICELE.
Recuperemos nuestra agenda y aprovechemos los vínculos entre nosotros para diseñar una política lingüística que se interese por los hablantes, que tenga el multilingüismo como meta y que respete el trabajo de los especialistas y de las universidades.
Leonor Acuña, docente de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad Nacional de Buenos Aires e investigadora
del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano
3 comentarios
estudiar español en barcelona -
Grace
usha -
de la india
quiero saber si hay algun curso o examen en Sicele a aprobar? es igual que DELE ?
usha
Alfredo Montero Chatruc -
Alfredo