Hacia el colapso de los oficios del libro, II: la sintomatología de la decadencia de la corrección editorial
Una de las muchas maneras de diagnosticar el estado de salud de una profesión es fijarse en la terminología sectorial que usan «los profesionales». Cuando, por ejemplo, ves que un autodenominado corrector habla de «abreviaturas sin puntos» para referirse a los símbolos o que se ofrece como «corrector ortotipográfico» [sic] y de estilo, y no digamos ya cuando esta terminología la emplean importantes portales del sector en sus clasificaciones profesionales, te das perfecta cuenta de que quienes se dicen representantes de este colectivo profesional no se han planteado un minuto la razón de ser de su oficio en cada una de sus especializaciones, y, por consiguiente, no tienen ni idea de a qué se dedican.
Que no la tengan es en buena medida consecuencia de que, durante más de una década de progresiva externalización profesional, los gremios —al menos en España y en español— no se hayan encargado de capacitarlos; de que las empresas de formación que han ido ocupando el vacío gremial no hayan exigido niveles mínimos de acceso a los estudios de corrección; de que los másteres y posgrados de edición que han ido floreciendo dieran escasísima importancia a los procesos editoriales; y de que muchos aspirantes a correctores o editores de mesa no se hayan preocupado de ampliar debidamente su experiencia y formación básica, lo que significa leer y estudiar, hincar los codos, mantener una actualización continua, dirigida o autodidacta, pero siempre perseverante y bien orientada.
Que los interesados no quieran hacer ese esfuerzo se entiende, también: las fuentes dignas de estudio y consulta son costosas, y su densidad exige muchísimas horas de lectura y asimilación. Y además, en su carrera profesional —y la palabra carrera cobra todo el sentido en el aceleradísimo sector de la edición—, se las tendrán que ver con muchos superiores o clientes incapaces de entender, valorar y controlar la calidad y adecuación de su trabajo. Así que ¿qué más les da saber más o menos, llamarles ajos a las cebollas y pepinillos a los calabacines, poner el punto aquí o allá, consultar esta u otra fuente, si de lo que se trata es de producir a toda prisa? Sólo el pundonor (o la neurosis) personal y el más puro amor al arte justifican prácticas de estricto respeto al texto, al lector, al autor y, claro, a una profesión de larga tradición y perfecta vigencia.
La negligencia y la vacuidad profesional se comprenden perfectamente, pues. Pero no se sostiene que, en este caso, uno se llame a sí mismo «corrector». A esta categoría de nuevos correctores sempiternamente noveles habrá que ir buscándoles un nuevo nombre.
8 comentarios
Servicios del traducción -
Saludos
Dubitador -
Yo mismo e incurrido en la misma errata sobre la cual he puesto advertencia:
"guardar nota de lo que cuenta Francisco Rico respecto a la intervencion del editor"
En fin. Ambos estamos debemos estar influidos por "el ambito linguistico catalan" y equiparamos el "respecte" con el "respeto".
Dubitador -
"prácticas de estricto respecto al texto"
quizas debiera decir:
"prácticas de estricto respeto al texto"
Cambiar pues respecto por respeto.
Nota: borrar tras leer, pues le tengo panico y odio a lo de enmendar la plana a nadie, dado que casi siempre se hace con desconsideracion hacia el corregido; razon por la cual tantisimos adultos huyen como de la peste ante la mera idea de "volver a la escuela", o sea continuar aprendiendo toda la vida.
Dubitador -
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Dios/quiera/aparezca/manuscrito/Quijote/elpepusocdmg/20070422elpdmgrep_6/Tes
"Cervantes no tenía ortografía alguna, como no la tenían las personas privadas (...) Los escritores escribían haber sin hache, con uve o con be, daba igual. Cervantes no ponía ni puntos ni comas, ni por casualidad. Lo ponían los editores antiguos, por su cuenta, unas veces interpretándolo bien y otras veces haciéndolo mal. Y Cervantes les dejaba absoluta libertad. ¡Él escribió toda su vida Cervantes con be!"
A&C -
Hay muchas obras de historia de las artes gráficas que puedes leer para saber algo más, desde las del propio Sousa hasta las de Dahl o Gaskell. También te recomiendo a Euniciano Martín.
Lo que no te recomiendo nada es usar el DRAE como referencia para conocer el significado de términos de especialidad, porque es un diccionario general, que no recoge nada bien los términos de especialidad. Eso debería saberlo cualquier corrector.
Para terminología de este campo, tienes, por ejemplo, el Diccionario de la edición, tipografía y artes gráficas, de Martínez de Sousa.
Por otra parte, un corrector también debería saber y aceptar que la precisión y la adecuación son valores del lenguaje muy aptos como criterios de corrección en el código escrito. Por eso llamar de la misma manera a dos cosas distintas, para las cuales ya existen términos tradicionales, asentados y perfectamente justificados, es un error.
Por otra parte, poner en duda los propios aprendizajes y ponerse a estudiar de firme es lo mejor que puede hacerse siempre.
Nadia -
Pedía el nombre del autor del artículo para poder dirigirme a alguien al escribir. Me gusta poner nombre a las personas a las que me dirijo: estoy chapada a la antigua.
Discrepo de tu parecer. No porque las cosas se llamen de una determinada manera "de toda la vida" tienen que ser válidas o las únicas válidas.
Me pregunto, después de leer tu comentario, por qué Sousa titula uno de sus libros como "Ortografía y ortotipografía del español actual" (y todos sabemos de qué va este manual) o por qué el DRAE recoge "ortotipografía" como "conjunto de usos y convenciones particulares por las que se rige en cada lengua la escritura mediante signos tipográficos" y por qué en la entrada "tipografía" simplemente nos remiten a "imprenta (‖ arte de imprimir". Está claro que según esto "corrección ortotipográfica" bien puede valer para designar lo que muchos entendemos sin demasiados quebraderos de cabeza.
Pero yo siempre estoy dispuesta a aprender. ¿Me podrías recomendar un buen libro sobre la historia de la tipografía? Seguro que encuentro la razón por la que has usado la expresión "de toda la vida"
Gracias.
Nadia
A&C -
El corrector ortotipográfico no existe. Existe la corrección ortotipográfica, que es el proceso de adecuación de un texto, tipográficamente compuesto o no, a una determinada normativa de ortografía tipográfica, bien mediante marcas específicas si se hace en textos materiales (originales o pruebas compuestas en papel), bien mediante la aplicación de las características ortotipográficas pertinentes si se hace sobre un texto virtual (originales o pruebas compuestas en pantalla).
La corrección ortotipográfica, pues, se aplica tanto a originales de autor o traductor como a pruebas compuestas.
La corrección de pruebas compuestas, donde sí se corrigen aspectos meramente tipográficos (entre otros aspectos) se llama, de toda la vida, esto es, desde que existen las artes gráficas, corrección TIPOGRÁFICA. Así que quienes suelen ofrecerse a un editor como correctores "ortotipográficos" y de estilo en realidad deberían ofrecerse como correctores tipográficos y de estilo.
Todo el lío viene de no saber qué es la tipografía ni qué es la ortotipografía, de confundir una con otra, y de no saber tampoco qué clases de corrección hay, cuándo se aplican y por qué. Pero eso se aprende estudiando.
Ánimo y a aprender.
Nadia -
Muchas gracias.
Nadia