Carencias graves de las bitácoras sobre libros y edición
El libro no es un producto industrializado; no es una media que haya pasado de tejerse en casa para uso propio o manufacturarse y venderse en mercadillos, a tejerse mecánicamente y a comercializarse en volúmenes industriales por vías diversas y con apoyo de nuevas técnicas de mercado. El libro, tal como lo conocemos, nació con la imprenta, se desarrolló gracias al ingenio y el arte de impresores y tipógrafos, permitió (y permite) fijar el lenguaje escrito por medio de los códigos que contribuyeron a establecer regentes y cajistas correctores, y perfeccionó y diversificó sus contenidos de la mano del editor moderno, mediante el engrase de procesos de edición extraordinariamente afinados y eficaces y la participación de profesionales muy especializados. El libro, como objeto cultural y vehículo de pensamiento, no es obra exclusiva de un autor, de sus promotores ni de sus mercaderes, sino de todos aquellos que lo crearon, que lo desarrollaron y que siguen construyéndolo; de especialistas mucho más vinculados al libro que los propios editores, de los que probablemente un autor autoeditor podrá acabar prescindiendo. ¿Qué sentido tiene, entonces, que sólo se dé voz a autores, promotores y mercaderes, cuando la relación de estos dos últimos con el libro es más bien coyuntural?
Parecido olvido de los profesionales del libro (asesores científicos o literarios –lectores–, ilustradores, fotógrafos, traductores, redactores, escritores por encargo, editores de texto, revisores de traducción y técnicos, correctores de estilo y tipográficos, grafistas, diseñadores y componedores, responsables de producción, impresores, encuadernadores...) se observa en los medios de comunicación tradicionales, por no mencionar el que manifiestan los editores más ajenos al oficio de editar (la mayoría de ellos, hoy en día, independientes o no), cuya política más habitual (siempre omitida) suele ser la de explotación o marginación de muchos de estos especialistas.
Debería empezar a recordarse que, sin todos ellos, sin su participación en condiciones dignas en el trabajo de edición, ya no es que no haya libros: es que no hay buenos libros.
Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)
4 comentarios
Ana Lorenzo -
Carol -
Ana -
Un abrazo.
Braulio -