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Primo de Rivera i la història de la Diada del Llibre i el Día del Idioma Español/Primo de Rivera y la historia del Día del Libro y el Día del Idioma Español

Primo de Rivera i la història de la Diada del Llibre i el Día del Idioma Español/Primo de Rivera y la historia del Día del Libro y el Día del Idioma Español

[Versió en català:]

El 1976, en ple post-franquisme,  Josep M. Ainaud de Lasarte va escriure un opuscle sobre les circumstàncies i el rerefons polític de la institució del Dia del Llibre (fiesta del Libro Español en el seu origen, també declarada en alguns països llatinoamericans —sembla ser que a instàncies acadèmiques— com a Día del Idioma Español). Aquí teniu l’extracte que l’any 1997 en va fer la revista El Temps.

 

[Versión en castellano:]

En 1976, un año después de la muerte del dictador Francisco Franco, Josep Maria Ainaud de Lasarte escribió un opúsculo sobre las ciscunstancias y el trasfondo político de la institución del Día del Libro (fiesta del Libro Español en sus orígenes, también declarada Día del Idioma Español en algunos países latinoamericanos, parece ser que a instancias académicas).

Creemos que merece la pena ofrecer una traducción al castellano del extracto de la obra de Ainaud de Lasarte que la revista El Temps publicó en 1997, para que nuestros lectores hispanohablantes tomen consciencia de sobre qué procesos de represión y sustitución cultural y qué clase de proyectos nacionales —no sólo en España, sino también en la propia América Latina, en alguno de cuyos países se ha puesto en tela de juicio la constitucionalidad del Día del Idioma Español— se construyen los hitos simbólicos del nacionalismo (pan)hispánico:

 

Cómo nació el Día del Libro

Todas las cosas tienen un creador o al menos un espíritu que las inspira. Y en el caso de la Fiesta del Libro, el animador fue una persona inquieta y entusiasta que muchos de nosotros todavía hemos conocido y tratado en sus últimos años. Hablamos de don Vicent Clavel Andrés, escritor y editor valenciano, amigo y correligionario de Blasco Ibáñez, establecido desde el año 1920 en Barcelona, donde rigió durante mucho tiempo la Editorial Cervantes y donde murió en 1967. Gran enamorado de la figura ilustre del creador del Quijote, el editorial Clavel hizo de Miguel de Cervantes el ejemplo de escritor, y del Don Quijote, el modelo de libro. No nos tiene que sorprender, pues, que su editorial —fundada en Valencia en el año l9l6— se cobijara bajo aquel nombre prestigioso, y que para honrar el «Príncipe de los Ingenios» quisiera instituir un día especialmente dedicado a homenajearlo. Vicent Clavel creyó que la fecha más apropiada para celebrarlo sería la del día del nacimiento de Miguel de Cervantes y, de una manera aproximada, determinó que debió de ser el 7 de octubre. Hay que decir que la fecha del nacimiento no consta documentalmente como es frecuente en aquella época, pero sí la de su bautizo, que fue el día 9 de octubre de 1547. Como en Castilla era normal que los recién nacidos recibieran las aguas bautismales poco después del nacimiento, algunos autores habían propuesto la fecha del 7 de octubre como la del nacimiento de Cervantes, y así lo aceptó también Vicent Clavel. Este, desde el año 1922, era vocal de la Cámara Oficial del Libro de Barcelona, entidad eficiente y prestigiosa que había sido fundada el año 1920 por el editor Gustau Gili, y que prestaba atención a todo lo que representara difusión o enaltecimiento del libro. Y así, encontramos que la Memoria de la Cámara Oficial de Barcelona registra la propuesta de Vicent Clavel en los términos siguientes:

«Día del Libro Español. Otra iniciativa de nuestro celoso compañero don Vicente Clavel: dedicar un día de cada año a celebrar la Fiesta del Libro Español. Este modélico proyecto pasó a estudio de la correspondiente ponencia y está pendiente de decisión.»


En la Memoria correspondiente al año 1924 no encontremos ninguna referencia, sin embargo, el año 1925, el día 2 de febrero, Clavel volvió a proponer la celebración de la fiesta e inició las gestiones en Madrid. Finalmente, el día 6 de febrero de 1926, el rey Alfonso XIII firmaba el Real Decreto por el cual se instituía, oficialmente, la «Fiesta del Libro Español». En aquel tiempo ocupaba el poder el Directorio presidido por el general Primo de Rivera, y a uno de sus ministros se había dirigido la Cámara Oficial del Libro con la confianza de que serían atendidos, y no se habían equivocado. El ministro de Trabajo, Comercio e Industria era un catalán, Eduard Aunós —un inquieto leridano hasta entonces estrechamente vinculado con Francesc Cambó y con la política regionalista, pero que por sus vínculos con otras personalidades militares ahora colaboraba con el Directorio—. Don Eduard Aunós acogió con entusiasmo la propuesta de Clavel, hecha a través del Comité Oficial del Libro del Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria «a fin de que se instaure en España la fiesta anual del libro español en la perdurable fecha del natalicio del inmortal Cervantes». Hacía falta dedicar esta festividad a enaltecer y difundir el libro, básicamente con el aliciente de su venta en la calle, con el descuento del 10 % (el espíritu de aprovechar rebajas y oportunidades económicas tiene mucho cartel entre cierta gente), y ofreciendo protección oficial y económica a la creación de bibliotecas populares. Determinaba, además, que aquel día en todas las escuelas y centros de enseñanza, incluso en los militares, se dedicara una hora a la lectura de fragmentos escogidos de obras literarias que exaltaran «la Patria y el libro español». Creaba, también, unos premios de mil pesetas que otorgarían las Cámaras Oficiales del Libro de Madrid y de Barcelona a los mejores artículos periodísticos «que se publican en idioma español». La idea era ambiciosa: llegaba a precisar que los municipios destinarían hasta el 3% de sus presupuestos a la creación de bibliotecas al reparto de lotes de libros; sin embargo, como tantas otras ideas y proyectos echados a volar, no enraizó con bastante fuerza.
Hay que decir que tanto el rey Alfons XIII como el general Primo de Rivera no contaban con mucha simpatía en los medios intelectuales y que, por otra parte, la trayectoria republicana de Vicent Clavel tampoco era demasiado bien vista en determinados ambientes. Pero todo el mundo admitía que un buen nivel cultural era indispensable para dar, en los medios internacionales, una imagen prestigiosa del Estado.[...]
Hay que reconocer; de entrada, la buena intención del Día del Libro de promover el libro y la lectura. Pero no tenemos que olvidar unos errores que tuvo ya en sus inicios. Por una parte, la discriminación evidente hacia los libros escritos en otras lenguas distintas de la castellana: se habla siempre y de una manera expresa de «lengua castellana» de «la lengua de Cervantes». Una discriminación que cuesta mucho superar, y que de una manera oficial, podemos decir que no fue derogada hasta la reciente promulgación de la vigente Ley del Libro, del día 2 de marzo de 1975, que en su artículo 1.º afirma:

«La presente ley tiene por objeto establecer un régimen especial encaminado a promover el libro español, en sus diversas expresiones lingüísticas, y a fomentar su producción y difusión.»

Aquella discriminación inicial podía alejar de la conmemoración oficial a muchas personas e instituciones que se mantenían fieles a la lengua del pueblo; en el caso concreto de Cataluña, las más prestigiosas y más populares. Por otra parte, el tono que tomó la conmemoración oficial fue a menudo el del tópico, de escasa elevación cultural. Así, las expresiones «sagrario imperecedero» refiriéndose al libro, o «genios de la Raza» para hablar de los clásicos castellanos, no eran las más adecuadas para actos de un cierto nivel literario o para medios de probado espíritu crítico.
Tenemos un ejemplo bien típico en aquel inefable Himno al Libro del mismo año 1926, una de las estrofas del cual decía:

«En himnos fervientes cantemos en el Libro / loor en Cervantes, ingenio español, y miedo la alta cultura constantes velemos y vibre en nuestra alma de España el honor.»

Ciertamente, no todas las celebraciones caían en este defecto: la Asociación Cervantina, de Madrid, o las sesiones de la Real Academia de la Lengua, sabían mantener el tono académico, pero no llegaban al pueblo.
Dentro de esta tónica transcurrieron las conmemoraciones de los años siguientes (1927, 1928, 1929), alternando con las famosas celebraciones de la Exposición Internacional de Barcelona y con la Exposición Iberoamericana de Sevilla, hasta llegar a 1930. Este año, después de una polémica de si sería preferible seguir conmemorando la supuesta fecha del nacimiento de Cervantes (el 7 de octubre) o la de su muerte (el día 23 de abril, comprobada documentalmente), se acuerda celebrar esta última, considerando que el mes de abril era más indicado para actos al aire libre que el de octubre, donde el tiempo no acompañaba. Además, la coincidencia con el inicio del año escolar perturbaba la venta de libros de texto en las librerías del ramo. Pero los hechos políticos darían un nuevo cariz a la fiesta: el día 14 de abril de 1931 la República era proclamada en toda España y el rey Alfonso XIII se marchaba camino del exilio. De aquellos años, hay que remarcar la diferencia que se observa entre su celebración en Barcelona y en Madrid. En Barcelona, la fiesta va tomando un cariz más popular y comercial —tenderetes de libros en la calle, de todo tipo; circulares de la Cámara Oficial del Libro a libreros y maestros, recordándoles celebrar la festividad—, mientras que en Madrid priman los actos académicos de mayor solemnidad.[...]
En el año 1930, la fiesta alcanza en Barcelona un éxito extraordinario al cual contribuye la edición de diversas novedades literarias catalanas de una gran aceptación popular. Es en este periodo cuando los editores deciden publicar las novedades coincidiendo con el Día del Libro y organizan actos de firmas de ejemplares para los autores. En Barcelona, la venta de aquel día sobrepasó los 5000 volúmenes, y se publicaron dos opúsculos interesantes para la historia de la fiesta. El uno, titulado La Diada del Llibre, es una breve y ágil descripción de los puestos de libros que ocupan las calles barcelonesas, firmada por Carles Orgilés i Sánchez. El otro, escrito por el impresor Víctor Oliva, El libro español, fue editado por la Cámara Oficial del Libro barcelonesa y se repartieron más de 40 000 ejemplares gratuitamente entre los compradores de libros.

Cervantes y Sant Jordi: una rosa y un libro

Al día siguiente de aquel Día del Libro, un periodista barcelonés escribía:

«Es de esperar que la próxima festividad se celebrará el 23 de abril coincidiendo con la de Sant Jordi; alcanzará todavía mayor esplendor y será una verdadera fiesta del libro catalán.»


El periodista resultó un buen profeta y, desde 1931, la fiesta del libro se convirtió en auténticamente popular. Y no sólo en Barcelona: en Gerona, en Sabadell, en Arenys de Mar, en Badalona, en muchas poblaciones catalanas, el Día del Libro arraigaba sólidamente. La Cámara Oficial del Libro publicó, en 1931, un estudio de Manuel de Montoliu sobre el Quijote: Lo que España debe a un libro, y en 1932, un pequeño y modélico volumen de Jordi Rubió i Balaguer, director de la Biblioteca de Cataluña, que ponía sus conocimientos al alcance de todos:
Com s’ordena i cataloga una biblioteca, de una utilidad notabilísima. Realmente, la coincidencia de la fiesta del libro y la de Sant Jordi daba un cariz nuevo y popular a la festividad. Otro periodista barcelonés lo confirmaba al comentarlo:

«Hemos acertado. La fecha del 23 de abril, en el que la muerte de Cervantes coincide con la fiesta de Sant Jordi: rosas, libros y Santo...»


El Día del libro, desde entonces, tiene en Barcelona —y por extensión en muchos de otros lugares de los Países Catalanes— un carácter peculiar. Si bien no es fiesta oficial, la calle entera tiene un aire festivo: hombres y mujeres, chicos y chicas, todo el mundo lleva en la mano la rosa y el libro. La festividad del Patrón de Cataluña y la feria de rosas que la conmemora tienen uno nuevo atractivo literario.
Y no es en absoluto que Barcelona no tuviera afecto por la figura y la obra de Cervantes, todo lo contrario. El escritor castellano había dedicado a Barcelona aquel elogio que siempre es apropiado transcribir:

«Y así, me pasé de claro a Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos, y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y belleza, única.» [Don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, cap. LXXII.]

 

[...] Incluso ha habido escritores que han querido establecer una cierta semblanza entre Sant Jordi, caballero de un ideal, rescatador de doncellas, y Don Quijote. Joan Estelrich escribía:

«Don Quixot és la melangiosa caricatura de Sant Jordi, lluitant amb els molins de vent, entabanat per una justa i noble demència.»


Y en un fragmento poco citado del Quijote, el caballero exclama delante de una imagen de Sant Jordi, elogiándolo:
 

«Y, levantándose, dejó de comer, y fue a quitar la cubierta de la primera imagen, que mostró ser la de San Jorge puesto a caballo, con una serpiente enroscada a los pies, y la lanza atravesada por la boca, con la fiereza que suele pintarse. Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse. Viéndola don Quijote, dijo: “Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina; llamóse don San Jorge, y fue, además, defendedor de doncellas. Veamos esta otra”.» [Don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, cap. LVIII.]


Entretanto, en Madrid la fiesta tomaba un cariz diferente. Ya en 1932 se había intentado celebrar «la Feria del Libro de Madrid», de una duración de más días, con unas casetas de venta situadas en el Paseo de Recoletos que más adelante se trasladaron a la zona del Parque del Retiro y, después de la guerra civil, proliferaron por diferentes ciudades españolas. Sin embargo, el Día del Libro, a pesar de haber sido trasladado al 23 de abril, no arraiga en Madrid ni en las poblaciones de fuera del ámbito catalán. En Valencia, en esta época, hay que remarcar la acción cultural del Ayuntamiento, que en 1932 publicó y difundió unos pequeños volúmenes del historiador valenciano Francesc Almela i Vives sobre El libro valenciano y La llengua valenciana, Normes d’Ortografia Valenciana el año 1933. En Sabadell, la popularidad de la fiesta del libro se debió, en buena parte, a la Acción Municipal Docente, organizada al estilo de la Comisión de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, que dedicó uno interés especial al libro. [...]
El estallido de la guerra civil dificulta seriamente la producción editorial: escasez de papel, de materias primas, inseguridad general. El Día del Libro del año 1937 se celebró aún con la aparición de algunas novedades literarias, y en 1938 el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya intentó dar una sensación de normalidad celebrando de una manera relevante la Diada del Llibre que, por excepción, fue el día 15 de junio. [...]
Pero la guerra seguía su curso inexorable, y antes de un año, el 1.º de abril de 1939, acababan las hostilidades. Un país deshecho intentaba celebrar el Día del Libro de 1939, quizás el más gris de los repasamos en esta historia. Los años que siguieron al final de la guerra se resintieron de las limitaciones impuestas. Además de las dificultades materiales —papeles de mala calidad, encuadernaciones deficientes—, sorprendía la ausencia absoluta de libros catalanes, impuesta por la rigurosa censura. Hasta 1950, prácticamente, el libro en catalán no se volvió a publicar y, poco a poco, reanudó su lugar en los puestos callejeros del Día del Libro. De aquellos años hay que recordar el tenderete que l’Obra del Diccionari, del Diccionari català-valencià-balear que dirigía a Francesc de B. Moll, instalaba en Barcelona, en lo alto de la Rambla, gracias a la tenacidad y al esfuerzo de Joan Ballester.
Poco a poco, la vida editorial recuperaba el impulso de los años anteriores a la guerra, y muy pronto el número de volúmenes editados —la mayoría de producción editorial, en lengua castellana— superaba, de mucho, la de 1936. Las Cámaras Oficiales del Libro habían sido englobadas en 1941 en una nueva entidad: Instituto Nacional del Libro Español, centralizado en Madrid, pero que en Barcelona mantuvo una activa y eficiente delegación dirigida por August Matons, con la colaboración de Santiago Olives. Los Gremios de Libreros y de Editores aportaron su colaboración, y consiguieron publicar algunos opúsculos dentro de la línea de los editados por la Cámara Oficial del Libro antes de la guerra. [...]
Desde 1950, la Fiesta del Libro vuelve a ser popular. Los Gremios de Libreros y de Editores, con la colaboración del INLE, editan carteles, sellos publicitarios, organizan exposiciones, sortean lotes de libros entre los compradores y dan nacimiento, el año siguiente, a la Feria del Libro de Ocasión Antiguo y Moderno, que a partir de entonces se celebra en Barcelona, con gran afluencia de público, coincidiendo con las fiestas de la Virgen de la Mercè, patrona de la ciudad. La Feria, que este año conmemora el XXV.º aniversario, concentra la venta del libro viejo y ha permitido reservar el Día del Libro exclusivamente para los libros nuevos. Cada año, con ocasión del Día del Libro, se encarga el pregón o conferencia inaugural a una personalidad del mundo de la política o de las letras. Una de las que alcanzó más resonancia fue la del ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, en el año 1963, defendiendo la licitud del libro en catalán y la promoción de la lengua y la literatura catalana. El año 1967, por iniciativa de un grupo de editores catalanes, el INLE editaba el primer catálogo de libros en catalán, que hasta hoy ha ido apareciendo alrededor del Día del Libro.
La fiesta se ha continuado celebrando el día de Sant Jordi, con la excepción de algunos años en que, por coincidir con alguna fecha litúrgica (Viernes Santo, Lunes de Pascua), ha sido trasladada a una fecha diferente. Así, en 1962, cuando se celebró en Barcelona el XVI Congreso de la Unión Internacional de Editores, al cuidado del INLE, el Día del Libro tuvo lugar el 12 de mayo, coincidiendo con la jornada de clausura del Congreso y (dicho sea de paso) llovió a cántaros. [...]
© 1997 El Temps / Josep M. Ainaud de Lasarte

El DEA y la visión del mundo de Manuel Seco

El DEA y la visión del mundo de Manuel Seco

Extracto de Esther Forgas Berdet: «Siguiendo pistas: la emergencia de la mujer en el diccionario», en A. M.ª Vigara Tauste (dir.): De igualdad y diferencias: diez estudios de género, Madrid, Huerga Fierro Editores, 2009, pp. 77-96 (cit. de pp. 94-95; los enlaces son nuestros).

[...] El Diccionario del Español Actual, uno de los últimos y prestigiosos diccionarios del español, dirigido por Manuel Seco [M. Seco, O. Andrés y G. Ramos, 1999], se presenta como el reflejo de la lengua viva actual, la lengua hablada en el último tercio del siglo XX, y se basa, para ello, en un corpus propio creado a partir del acopio y selección de textos de todas clases. Es, en ese sentido, un posible heredero del primigenio diccionario de Autoridades, aunque, como aclaran sus autores en la introducción («Características del diccionario», p. XIII), «las citas con que está constituido nuestra fichero de medio siglo fueron tomadas selectivamente [el subrayado es nuestro] de las publicaciones más variadas aparecidas a lo largo de todo ese periodo», ya que «el [diccionario] nuestro, sin dejar de reconocer el peso de la literatura en la cultura y en la lengua de toda comunidad hablante, presta la debida atención a otros factores». Este diccionario, pues, contiene fuentes documentales escritas obtenidas de periódicos, folletos publicitarios, etc., y, especialmente, de textos de padre y madre conocidos, sean literarios o no. Así, en el apéndice II se da cuenta de la base documental empleada y se transcriben 926 fuentes de citaciones, la inmensa mayoría de las cuales son de autores conocidos (y algunas, de más de una firma), presuntas autoridades en el ámbito del lenguaje, personas cuya competencia de uso se supone modélica, tanto en el campo de la novela, la poesía y la dramaturgia, como en el del ensayo, la política y la filosofía.

Pues bien, de esos casi mil autores representados, mil apariciones de personas reales como fuentes documentales, no llega a noventa el número de autoras citadas, no llegan a noventa las voces de mujeres escritoras que emergen en las 4638 páginas del diccionario, en definitiva. O sea, que nos encontramos de nuevo que todo un diccionario «actual», elaborado a lo largo de casi treinta años y que se presenta como reflejo del uso real de la lengua por parte de nuestros y nuestras compatriotas, se elabora a partir de unos datos casi exclusivamente centrado en la escritura masculina. Las cifras son apabullantes: de las 89 presencias femeninas como generadoras de sentido léxico y de norma lingüística ―menos de una décima parte del total de citaciones― solamente encontramos a 27 escritoras; el resto son voces femeninas que provienen de manuales escolares o académicos, de artículos especializados, de prólogos o biografías, de libros de música, ¡de cocina! o, incluso, de panfletos políticos.

Pero hay algo todavía peor, porque si bien es cierto que la proporción entre escritoras de creación y escritores de creación es alarmante, al fin y al cabo las escasas novelistas que aparecen no hablan por sí mismas, sino que lo hacen con la voz de sus personajes, ya que la novela es por naturaleza polifónica y por ello el texto seleccionado en cada lema para su citación no tiene por qué ser representativo del pensamiento de la autora de la obra. En cambio, lo verdaderamente alarmante es que no aparece en parte alguna el reflejo del pensamiento femenino en estado puro, eso es, la filosofía escrita por mujeres o el ensayo femenino, que sería una oportunidad de oro para seguir la pista ―ahora sí― verdadera de nuestras opiniones sobre el mundo y del sentido que las mujeres damos a los distintos vocablos de la lengua. Para ilustrar esta carencia con dos ejemplos paradigmáticos, digamos solamente que Antonio Tovar es considerado «autoridad» en cinco citaciones, mientras que María Moliner solamente lo es en una, y que Pedro Laín Entralgo aparece como generador de citas (o sea, de sentido) en doce ocasiones, mientras que María Zambrano ¡no aparece en ninguna!

 

¿A qué español traducimos?

¿A qué español traducimos?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No queremos dejar de reseñar este taller gratuito que la asociación española de traductores literarios ACETt impartirá el próximo martes, 20 de noviembre, en Barcelona (19 h, Librería La Central del Raval; c/ Elisabets, 6), dada la relevancia que tiene hoy día, por razones de norma y mercado, la cuestión de la selección de la variedad lingüística en el trabajo de traducción y de edición.

Un asunto, por cierto, del que ACETt se ha venido ocupando muy atinadamente en el penúltimo y también en el último número (al que dedicaremos dos entradas de este blog cuando se halle disponible en pdf) de su revista Vasos Comunicantes.

La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (3.ª parte)

La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (3.ª parte)

 

 

 

 

 

 

Hemos visto en la entrega anterior que el español en EE. UU. declina por razones demográficas y económicas, a medida que los nacimientos de hijos de hispanos en Estados Unidos superan a la entrada de inmigrantes (un flujo que a su vez irá en descenso a medida que mejoren las economías latinoamericanas), y muere, por razones socioculturales, con las terceras generaciones de hispanos, que ni siquiera ven televisión o leen medios en español. La población latina y los medios en español estadounidenses no parecen pues, en absoluto, un buen germen para el español del futuro. Aun así, se insiste, en el discurso académico y paraacadémico, en la necesidad de conformar un español internacional y de asentarlo en el territorio de EE. UU. ¿Por qué?

Si el futuro nos cierra la puerta a una respuesta plausible, quizá lo razonable sea buscarla en el presente.

 

 

 

La imagen y el prestigio del (y de lo) español en Estados Unidos, una apuesta de mercado

La clave para entender la importancia que se está dando a la homogeneización del español estadounidense es, sin duda alguna, mercantil. El asentamiento del español en este país como una lengua «bien hablada y bien escrita en los medios», «homogénea», «culta» y «socialmente aceptable» responde a una apuesta mercantil española a medio plazo, hecha, eso sí, sobre una base sociolingüística poco realista, como hemos visto.

Como dijo Joaquín Garrido en su ponencia «Hispano y español en Estados Unidos», presentada en el II Congreso Internacional de la Lengua Española («El español en la Sociedad de la Información», Valladolid, 16-19/10/2001), organizado por la RAE y el Instituto Cervantes:

En este ambiente estadounidense de «pluralidad cultural» hay una oportunidad para la cultura española. Es importante, como señala Probst Salomon, que los escritores y políticos españoles «aborden esta sorprendente transformación social que está motivada por el idioma español; si no, España se convertirá en un espectador en lugar de participar en ella». Como observa Gómez Dacal (2000: 154), «Con o sin cooperación de terceros países (los de habla española, en general, y de España, en particular), el futuro del español en Estados Unidos está asegurado». Esta contribución se está llevando a cabo, tanto en la red como en la realidad, mediante la actuación del Instituto Cervantes y la Real Academia Española, como es evidente en las presentes circunstancias.

Como he escrito anteriormente (Garrido 2001), el objetivo de la política lingüística del español es doble: su difusión interna, entre los estadounidenses de origen hispanohablante, y su difusión externa, entre los angloparlantes. Para ello hay que insistir en el español como lengua de cultura y actividad económica tanto de España como de México, de Venezuela como de Argentina, de Perú como de Cuba, pero también de Estados Unidos, entre otros países. Es decir, se trata de insistir en que la lengua española es europea pero sobre todo americana.

Y como decía el propio Garrido en las conclusiones de su trabajo del 2000 «Política lingüística del español en EE.UU.»:

Una bomba o un milagro o un regalo. Sobre todo en España, tenemos que entender el español como ese regalo para nosotros de que el español sea la lengua en América. Pero también en Estados Unidos. Los Estados Unidos de América son un país de muchos hablantes de español, que lo han sido, que lo son, o que lo pueden ser. Dentro de esa «América» que es el otro continente donde se habla español, los Estados Unidos son en sí mismos, por su importancia, otro mundo. Hagámoslo nuestro.

A su vez, el presidente del BBVA (entidad cofundadora de la Fundéu), Francisco González, manifestaba recientemente que el español vive «un periodo de fuerte auge» en los Estados Unidos y que «mantener y reforzar esta tendencia positiva resulta clave para el papel del español en la cultura y la economía global del siglo XXI».

No es nuevo en esta bitácora hablar de la relevancia que tiene la conformación de un español internacional en la explotación del español como recurso económico. Incidir en el español de EE. UU. y lo hispano tiene, además, una importancia estratégica en la proyección de la imagen de España (la Marca España) en el mundo, y en el dominio, prioritario para España, del pujante mercado hispano en EE. UU., para lo cual se ha puesto a punto un Plan Integral de Desarrollo del Mercado Estadounidense, donde los sectores de mayor oportunidad son el agroalimentario, los bienes de consumo, los de alto contenido tecnológico, y los culturales y audiovisuales (cuya promoción internacional cuenta con dotaciones multimillonarias y proyectos de expansión a través de la Red).

Según ya hemos visto en la entrega anterior de este artículo, ese plan topa —como la propia percepción del español entre buena parte de la comunidad hispana de EE. UU.— con la traba de la imagen de lo español: «En el mercado estadounidense el principal problema de la imagen de España es la “confusión de lo español con lo hispano”, como señala el presidente de Positioning Systems, que ve en la colonia hispana a una posible transmisora de nuestra imagen-país que aún no ha sido explotada».

Evidentemente, superar esa mala imagen pasa por mejorar in situ —y a poder ser con la colaboración de los miembros más conocidos e influyentes de la comunidad hispana en EE. UU., como se ve en el portal America Reads Spanish, o de la propia familia real española— la imagen de España y del español como cultura y lengua de prestigio.

No son ajenas a ello la labor de difusión de las culturas española (especialmente) e hispanoamericana, y del español como lengua de cultura que realiza el Instituto Cervantes, ni la política lingüística panhispánica de las academias, que fomenta, a través de la identificación con la lengua española, un sentimiento de pertenencia a la comunidad hispánica, a la patria común del español.

No obstante, en lo que respecta a la codificación del nuevo estándar del español que llevan a cabo las academias, no basta con abrir a América el abanico de la norma culta para fomentar entre los hablantes ese sentimiento de identificación con la lengua española. Como apunta José del Valle en un estudio sobre las tendencias en el español de Nueva York, la idea de prestigio que acompaña a la norma culta puede generar una actitud de rechazo hacia su propia lengua en el hablante estadounidense no perteneciente a la élite cultural y económica hispana:

[...] no hay que olvidar que el español hablado por la mayoría de los hispanos neoyorquinos ocupa también una posición de subordinación con respecto al español estándar. A nadie se le escapa que, en el contexto del mundo hispánico, el dominio de la variedad estándar del español de cada nación es importantísimo factor para el acceso a los recursos económicos de la sociedad y para disponer de movilidad social ascendente. La subordinación de los dialectos distantes del estándar que se deriva de este hecho práctico se ve reforzada por los usos públicos de la lengua, por ejemplo, en los medios de comunicación, que perpetúan las jerarquías lingüísticas dominantes. Además, la actitud de la élite cultural y económica hispana estadounidense y de los portavoces de la cultura lingüística dominante, con sus condenas del comportamiento lingüístico de los hispanos, acentúan aún más la estigmatización de que son objeto, aumentando así la inseguridad de que son víctimas. En este contexto, las instituciones destinadas a la promoción de la lengua española y la cultura hispana en los Estados Unidos no llegan a desempeñar una función correctora, y tienden a servir a la élite cultural hispana y a ignorar el carácter incuestionablemente político de la presencia del español en Nueva York.

En consecuencia, ante la estigmatización que sufre su comportamiento lingüístico, el hispano neoyorquino o bien acepta su condición marginal, o bien se siente en la necesidad de adaptarse a uno de los dos modelos lingüísticos que se le presentan: el inglés estándar o el español estándar. Frente a este dilema, al no existir los medios que permitan al hispano adquirir el español estándar y ante la posición dominante del inglés, optarán por adoptar esta lengua en aras de la promesa —no siempre realista— de ascenso socioeconómico.

De los argumentos anteriores se puede extraer la siguiente conclusión: la cultura lingüística dominante en el mundo hispánico que estigmatiza el comportamiento lingüístico híbrido puede ser perniciosa para la supervivencia del español en Nueva York, al aumentar la inseguridad lingüística de los hispanos y desgajar conceptualmente su conducta verbal del todo idiomático que conocemos como lengua española.

Por su parte, en este estudio sobre la importancia de la comunidad hispana para los intereses de España en el mundo, publicado por el Real Instituto Elcano, Emilio Cassinello advierte con respecto a las políticas de fomento, por parte española, de un sentimiento de pertenencia a una comunidad hispánica global:

Como en todo plan estratégico, hay que evitar dar pasos en falso –en especial en sus comienzos–. Es crítico no caer en la simplista tentación de pretender ser o constituirse en una referencia común para todos los hispanos. La existencia de una memoria histórica y cultural compartida no nos confiere ni su representación ni un papel homogeneizador de sus intereses. Ello a pesar de los equívocos que en la misma sociedad estadounidense puedan producirse: el Hispanic Yearbook incluye en su listado de embajadas y consulados hispanos a la embajada y consulados españoles; y los cuestionarios del Censo siguen asociando Hispanic/españoles, pues si en el de 1990 se preguntaba “Is this person of Spanish/Hispanic origin?”, en el del 2000 el binomio se transformó en trilogía, conservando la referencia española: “Is this person Spanish/Hispanic/Latino?”. La organización empresarial The Conference Board, en una reciente encuesta sobre el mercado hispano, al definir Hispanics incluye expresamente a “personas originarias de España”.

Inclusive en el terreno del idioma hay que guardar ciertas precauciones, y estar abiertos a una actitud posibilista, evitando pronunciamientos dogmáticos, pues en la comunidad hispana no existe absoluta unanimidad en cuando al bilingüismo –entre los hispanos hay quien apoya el English Only como la vía más rápida y menos conflictiva de incorporarse al mainstream– lo mismo que hay defensores y proponentes del spanglish como nexo de relación entre los diversos grupos.

En lo que respecta al Plan Integral de Desarrollo del Mercado Estadounidense y a la proyección en el país de la marca España, el sector editorial español avanza con determinación por este camino con el Plan del Libro en Español en Estados Unidos, la progresiva presencia en el país de los grandes grupos editoriales españoles, los acuerdos de estos con los grandes grupos locales para publicar en castellano, el interés local por editar en español, la presencia del libro español en las principales ferias del país, el seminario sobre implantación de las editoriales españolas en EE. UU. y el posgrado de edición global e internacional que se organizan actualmente en España.

Llama, eso sí, la atención que en ninguna de las estrategias de expansión y afianzamiento del mercado del libro en español en EE. UU. se preste la menor atención al «español» propiamente dicho. Ni en los programas de los cursos anteriormente citados, ni en la página del libro en español de la Federación de Gremios de Editores de España, America Reads Spanish, se contempla el asunto de la lengua en la edición, ni en cuanto a variedad ni en cuanto a calidad. Es más: curiosamente, en los enlaces generales de este portal del libro en español se da como único recurso sobre el uso del español la Oficina de Corrección del Español (ABRA), creada en 1992 por Antonio Machín, Luis Duyos y el propio Alberto Gómez Font (hoy, coordinador general de la Fundéu ), y relanzada por Machín en marzo de este año mediante una nota de Efe (la otra entidad cofundadora de la citada Fundéu), de la que se hicieron eco diversos medios españoles y latinoamericanos. ABRA cuenta con una comisión asesora formada por el propio Luis Duyos, por Xosé Castro (profesor, junto a la académica argentina Alicia Zorrilla y Gómez Font, de los cursos para periodistas latinoamericanos de la Fundéu) y por Leonardo Gómez Torrego (asesor de la Fundéu). Ninguna otra referencia a la lengua española, aparte de esta Oficina de Corrección del Español amparada por Efe, que, además de dar recetas de buen uso, presta servicios editorales. Como si no existieran más recursos, servicios ni autoridades sobre el idioma y su uso en el mundo editorial.

Sobre la cuestión del idioma (de su variedad y del modelo estándar que se ofrece en los libros publicados en español en Estados Unidos, y en toda América), no obstante, hay mucha más pana por cortar. Hablaremos de ello con detalle en otra ocasión. Valgan esta ponencia de Nikolás Canellos y este estupendo análisis de Victoriano Colodrón como avanzadilla.

 

Silvia Senz Bueno (Sabadell)

 

La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (2.ª parte)

La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (2.ª parte)

 

 

 

Un poco de divulgación sociolingüística

 

(Viene de aquí.)

Ya comentamos en un artículo anterior las muy diversas trabas de índole social, cultural, lingüística y política (las más recientes, tremendamente drásticas) con las que la lengua española puede encontrarse en ese supuesto camino hacia una nueva variedad estadounidense. Pero quizá convenga, llegados a este punto, hacer un poco de divulgación sociolingüística para que el lector menos avisado de esta bitácora comprenda por qué los libros de estilo de los medios de comunicación estadounidenses e internacionales no bastan para intervenir de manera efectiva y eficaz en su conformación como modelo de español internacional.

Tal como ya se ha explicado anteriormente aquí, se entiende por planificación lingüística la intervención consciente sobre una lengua o variedad lingüística, con diversos objetivos (modernización de la lengua, enriquecimiento para adaptarla a nuevas necesidades, extensión de su uso, favorecimiento de intercambios comerciales e internacionales, mantenimiento de la hegemonía cultural de la lengua en el poder...). Esta intervención requiere una evaluación previa de la situación de la lengua o variedad sobre la que se quiere operar.

Según el modelo de Heinz Kloss, en la planificación de una lengua se adoptan dos tipos de medidas de intervención: 1) lingüísticas (planificación del corpus, o estandarización), que operan mediante la normativización, esto es, con propuestas normativas que afectan a la gramática, la ortografía o el vocabulario de una lengua, y 2) sociales (planificación del estatus), encaminadas a intervenir en la posición social que una lengua ocupa respecto de otras o con relación a los criterios políticos, sociales o ideológicos de los gobiernos.

Por lo que se refiere al valor social de la lengua (estatus), si los hablantes de la lengua o variedad sobre la que se quiere operar arrastran un estigma social negativo, las dificultades a la hora de estandarizarla serán mucho mayores.

Por otra parte, la implantación de las normas lingüísticas fijadas es un proceso social que se desarrolla en la educación. Por esta razón, es necesario que la lengua sobre la que se quiere intervenir esté presente en el sistema educativo oficial del país o territorio donde residen y se educan los hablantes de esa lengua.

Tomando como referencia estas premisas, parece poco factible, pues, que la intervención de los medios de comunicación estadounidenses e internacionales sirva, por sí sola, para conformar un español internacional basado en el español (o en los españoles) que se habla en EE. UU. Para ilustrar esta evidencia, valgan estos nuevos contrapuntos a las «optimistas» expectativas de Alberto Gómez Font al respecto:

Sin embargo, en el caso de los hispanos la cuestión de la identidad lingüística se presenta mediante la doble confrontación español/inglés; español/ modelo castellano normativo-académico/variante nacional de origen (dominicana, cubana, mexicana, puertorriqueña, etc.)
Por lo que mientras existe una alta valoración del «español» como lengua internacional, existe una valoración negativa del español que se habla en los Estados Unidos, lo cual sustenta, fundamentalmente, en los estereotipos que se tiene sobre sus hablantes, los inmigrantes hispanos a quienes se los considera «pobres», «incultos», «ignorantes», y, por lo tanto, portadores de una lengua española «incorrecta», «fea». A las características propias de las variantes nacionales que son portadores estos hispanos, se añade la influencia que el inglés ejerce, a través del uso de vocablos en inglés, de giros, lo que hace que se reafirme más su condición de «lengua deteriorada».
Esta actitud negativa hacia las formas de hablar de los hispanos ha hecho que muchos de ellos se autodiscriminen y consideren «su» español incorrecto, lo que ha llevado, a muchos, al abandono de su lengua materna.

(Nuria Gregori y Sergio Valdés: «Identidad, uso y actitudes lingüísticas de la comunidad cubana en Miami, 2.ª parte».)

El valor simbólico del español como seña de identidad hispánica, como patrimonio cultural, sin embargo, se ve confrontado en sus idealizaciones excesivas con realidades centrífugas y conflictivas en los diversos confines de sus territorios. La presencia e incluso revitalización de ciertas lenguas amerindias son el producto de la movilización de sus hablantes, que presentan con fuerza creciente sus reivindicaciones lingüísticas, educativas y de autonomía, que cuestionan precisamente el postulado del español como referente identitario; la enorme y muy dinámica comunidad hispana en los Estados Unidos se ha construido imaginarios simbólicos propios, desde Aztlán, la cuna mítica de la civilización azteca, hasta su cultura chicana inconfundible.

(Rainer Enrique Hamel: «Las cuatro fronteras de la identidad lingüística del español: lengua dominante y dominada, lengua fronteriza y lengua internacional».)

 


Hispanos en Estados Unidos van perdiendo el dominio del español

Según un estudio publicado por profesores de sociología de Nueva Jersey y California, esto sucede generaciones después del arribo de inmigrantes y el inglés se convierte en el idioma predominante.

El texto contradice los argumentos populares de que la magnitud de la inmigración latina hacia Estados Unidos podría crear una sociedad bilingüe y un cambio fundamental en la cultura estadounidense.

Ese tipo de sentimientos han desempeñado un papel en debates en torno a la ley migratoria de Estados Unidos, y anteriormente este año desataron una controversia por una versión en español de The Star-Spangled Banner, el himno nacional estadounidense.

Douglas Massey, de la Universidad de Princeton, y Ruben Rumbaut y Frank Bean, de la Universidad de California, plantel de Irvine, hallaron que el español daba paso al inglés entre la gran cantidad de habitantes hispanos en el sur de California.

El estudio sugiere que entre los inmigrantes mexicanos que llegan actualmente al sur de ese estado, apenas cinco de cada 100 de sus bisnietos hablan un español fluido.

«Incluso en el mayor enclave de habla hispana en la nación, con una región fronteriza que históricamente perteneció a México, el español parece ir encaminado hacia una muerte natural para la tercera generación residente en Estados Unidos»', indicaron los investigadores en el texto, publicado en el número de septiembre de la revista Population and Development Review (especializada en población y desarrollo).

Los autores del nuevo documento usan información de un sondeo para mostrar que los hispanos de cada generación sucesiva hablan el inglés como lengua nativa, de igual forma que las oleadas anteriores de inmigrantes en la historia estadounidense.

El texto se basa también en dos estudios, uno efectuado en el 2004 y el otro del 2001 al 2003, para globalizar una muestra de 5.703 residentes del sur de California. Entre el grupo, 1.642 eran de ascendencia mexicana y un total de 2.262 tenían ancestros latinoamericanos.

La supervivencia del español entre los descendientes de los inmigrantes mexicanos y centroamericanos era más elevada que entre los otros grupos, pero aun así seguía el patrón en que el inglés llegaba a ser la lengua predominante con el paso de los años.

Entre los estadounidenses de origen mexicano con dos padres nacidos en Estados Unidos pero tres o más abuelos nacidos en el extranjero, sólo el 17 % hablaba español fluido. Entre los que tenían sólo uno o dos abuelos nacidos fuera de territorio estadounidense, la fluencia en español disminuía al 7 %.

Sólo el 5 % de los estadounidenses de origen mexicano con padres y abuelos nacidos en Estados Unidos hablaban bien español.

Entre la tercera generación de estadounidenses de origen mexicano, el 96 % prefieren hablar inglés en sus hogares.

(«Hispanos en Estados Unidos van perdiendo el dominio del español», El Tiempo.com, 13/09/2006.)

Samuel Huntington afirmó en su libro Who Are We? que los inmigrantes hispanos eran una amenaza para la identidad nacional de los Estados Unidos porque, a diferencia de otros grupos étnicos, no se estaban integrando en la nación anfitriona. La noticia de que Univisión Communications, el conglomerado de medios en español, está en venta es un síntoma más de lo equivocado que está este respetado caballero. Univisión controla más del 80 % del mercado en español pero, debido a que los hispanos de la segunda generación prefieren los programas en inglés, sus perspectivas para crecer en el largo plazo son pequeñas…, a menos que ella también se integre a la cultura estadounidense.

Parecería no existir razón alguna para que su propietario, Jerrold Perenchio, venda Univisión. El conglomerado, que incluye las áreas de televisión, radio y música, es una máquina de hacer dinero. En 1992, el señor Perenchio adquirió Univisión por $500 millones; hoy día, el conglomerado de medios posee una capitalización de mercado de $10 mil millones.

Sin embargo, las tendencias demográficas no juegan a favor de Univisión. Los nacimientos han superado a la inmigración como el factor clave en el crecimiento de la población hispana en los Estados Unidos. El mercado hispano continúa creciendo con dinamismo, pero los estadounidenses de origen hispano, y no los nuevos inmigrantes, son la verdadera fuerza detrás de esta expansión. Usted lo adivinó: los hispanos de la segunda generación hablan inglés y de manera creciente prefieren leer y ver medios en inglés.

Cualquiera que esté remotamente familiarizado con el mercado hispano sabía esto desde hace mucho tiempo. Lo experimenté personalmente hace algunos años cuando trabajé para una cadena de periódicos en Florida. Estudios realizados por organizaciones tales como el Pew Research Center, el Urban Institute y la Kaiser Family Foundation indican que los latinos nacidos en los Estados Unidos representan en la actualidad el 60 % de todos los latinos; que la segunda generación es bilingüe, posee un nivel de educación más alto y gana más dinero que sus padres inmigrantes; y que la tercera generación ni siquiera habla español. De tener algún efecto, el estigma que hoy día conlleva ser un inmigrante en los Estados Unidos presionará a la segunda generación a enfatizar su condición de estadounidense. Y los recién llegados no pueden frenar el proceso: sus hijos harán lo mismo.

[...]

El señor Perenchio puede tener otros motivos para vender (digamos, retirarse a Bora-Bora a perseguir mosquitos), pero resulta obvio que la cadena televisiva, que se esfuerza principalmente en satisfacer a los hispanos de la primera generación con acarameladas telenovelas, no puede seguir expandiéndose de un modo significativo a menos que haga algo drástico. La introducción de una programación bilingüe, por ejemplo, podría ampliar la audiencia de Univisión, pero también podría enajenar a su base de la primera generación. El desafío planteado por una generación que se va apartando de los medios en español, y no solamente la competencia de los medios electrónicos, puede ser la razón por la cual los ingresos publicitarios de la cadena han venido creciendo recientemente al ritmo de un tercio de la tasa de crecimiento de los ingresos de la TV en general.

Los hispanos jóvenes y angloparlantes preferirán mirar reality shows como The Real World y comedias como George Lopez, tal como lo señalara una nota reciente del New York Times, o escuchar la radio Hurban, un híbrido musical con el cual Clear Channel está experimentando en la actualidad.

Por supuesto, ningún grupo se integra a una cultura sin marcarla. Pero esa ha sido la historia de los Estados Unidos. Cada grupo religioso o étnico que se volvió parte de la nación estadounidense la enriqueció sin alterar fundamentalmente las ideas básicas que informan sus instituciones. Sí, los hispanos influirán en la cultura de los Estados Unidos, pero es cierto también que la cultura prevaleciente, comenzando por el idioma, está influenciándolos mucho más. Muchos hispanos parecen desear ver sus historias reflejadas en la programación televisiva en inglés. Me sorprendería si las cadenas televisivas en inglés no contemplan eso en sus planes futuros. Pero esas historias serán en inglés y mostrarán a los hispanos en proceso de integración cultural. [...]

(Álvaro Vargas Llosa: «La rebelión de la segunda generación».)

Parece pues, que la supervivencia del español en EE. UU. no depende en absoluto de la intervención de los medios en la definición del español estadounidense, y que tampoco se ajusta a la realidad el pronóstico de Gómez Font según el cual nuestros nietos verán ya en los diccionarios académicos la etiqueta «EUA» para marcar los usos propios del español estadounidense, o su vaticinio de que, dentro de 200 años, en EE. UU. sólo se hablará español.

¿Por qué, entonces, se da tanto valor al mundo hispano de Estados Unidos si parece que su idiosincrasia y sus circunstancias no son las idóneas para una planificación lingüística del español en este terreno? Lo analizaremos en la tercera y última parte de este artículo: «La imagen y el prestigio del (y de lo) español en Estados Unidos, una apuesta de mercado».

 

Silvia Senz Bueno (Sabadell)

 

 

La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (1.ª parte)

La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (1.ª parte)

 

El español internacional del futuro, ¿un cóctel de mestizaje y técnicas in vitro, made in USA?

 

 

 

En el reciente congreso de la División de Español de la American Translators Association (ATA), celebrado en Las Vegas en abril de este año, Alberto Gómez Font (AGF en adelante), coordinador general de la Fundéu, ofreció la ponencia titulada «El español global en los medios de comunicación hispanos de los EE. UU. y en los grandes medios trasnacionales».
En ella, AGF desarrolla un discurso que ya hemos comentado otras veces en esta bitácora (aquí, aquí y aquí), que él mismo ha expuesto en diversas ocasiones (
aquí, aquí y aquí), y que la revista que publica la propia Fundéu ha recogido recientemente en un número monográfico.
En síntesis, lo que propone ese discurso es la posibilidad —no la factibilidad— de «crear» un español neutro internacional, que parta del español híbrido que supuestamente se está gestando en EE. UU., y que utilice como vehículo de neutralización y foco de irradiación los medios de masas internacionales y estadounidenses en español, de notable influencia, al parecer, en el habla de sus consumidores.

En el seminario internacional «El español en los medios de comunicación de los Estados Unidos» (organizado por la Fundéu y la Fundación San Millán y celebrado en San Millán de la Cogolla en mayo de este año), el propio director de la RAE (y presidente de la Fundéu), Víctor García de la Concha, declaró a los medios de comunicación estadounidenses «“de enorme importancia” porque “es difícil encontrar en los Estados Unidos aliados mejores para llegar a la gran masa de hispanohablantes, que los medios de comunicación”».

A este respecto, dice AGF:

Lo cierto, a mi parecer, es que ese español [internacional] ya existe, y no es nuevo, lleva mucho tiempo existiendo, aunque ahora hablemos más de él y su realidad sea cada vez más visible gracias a la velocidad con la que nos comunicamos, a la velocidad con la que intercambiamos formas de llamar a las cosas y a la velocidad con la que las hacemos propias. La revolución que hemos vivido en las comunicaciones, especialmente en Internet y en la televisión, ha permitido que el mundo hispanohablante se acerque cada vez más. Poco a poco nuestros oídos se han ido acostumbrando a palabras y expresiones que hasta hace muy poco tiempo eran extrañas para nosotros. Así, para los medios de comunicación internacionales en español, cada vez hay menos palabras que «traducir» del español local al español internacional. Y si ese español existe en algún sitio es en los Estados Unidos, pues es el país donde se juntan todas los modalidades locales, se funden, y junto con ellas van añadiéndose innovaciones tomadas del inglés que no tienen por qué ser negativas.

Y también:

Está claro que en los Estados Unidos es donde más laboratorios ha habido y sigue habiendo, en los que se crea a diario ese nuevo español, ese español válido para todos los hispanohablantes, para todos los medios de comunicación que se escriben o se transmiten en nuestra lengua. [...] El español que se difunde en los medios es homogéneo internacionalmente, y esto, unido a la gran influencia que éstos tienen sobre la población, ayuda a unificar el español en el mundo. [...] hablar del español internacional no es algo abstracto, como en principio pueda parecer, sino que tiene aplicaciones prácticas, incluso comerciales. [El enlace es nuestro.]

En la teoría planteada por AGF para la conformación y fijación de un español internacional, los medios se constituyen en nuevos agentes normativizadores y normalizadores, y la plasmación de su trabajo codificador no son ya las obras académicas, sino los libros de estilo —lo que el traductor Xosé Castro denominaba «academias privadas de la lengua»—. Con este fin, AGF recupera el Proyecto Zacatecas —proyecto suyo y de Álex Grijelmo (vicepresidente primero de la Fundéu y presidente de la Agencia Efe), de libro de estilo unitario de los medios en español— y lo propulsa como referencia normativa por excelencia:

[...] tendremos que retomar el Proyecto Zacatecas y dirigirlo hacia lo que nos interesa: hacia la búsqueda de acuerdos en los libros de estilo de los principales medios de comunicación del siglo XXI, pues a nadie se le oculta que quienes dictan la norma de uso, mucho más que los diccionarios, las gramáticas y los libros de ortografía, son los manuales y libros de estilo que ya se consideran como las verdaderas guías de uso del español actual, del español del siglo XXI. Así, pues, cualquier persona que se aproxime al estudio del español deberá tener muy en cuenta el uso que de éste se hace en la prensa y deberá consultar los libros de estilo de periódicos, emisoras de radio y canales de televisión, en los que encontrará resueltas muchas de las dudas que se irá planteando a medida que avance en su conocimiento.

Hay que tener presente que los verdaderos maestros del español son los medios de comunicación, que se encargan de difundir los nuevos usos de la lengua; hasta tal punto es evidente ese papel de la prensa que la Real Academia Española, al redactar la última edición de su diccionario (22.ª, 2001), utilizó los textos de la prensa como referencia y les dio la misma importancia, o quizás más, que a los textos surgidos de las plumas de los grandes escritores.

Cabe señalar que estas últimas afirmaciones de AGF contrastan llamativamente con las conclusiones que se recogen en la Memoria anual de la Fundéu: «La Fundación del Español Urgente subraya la falta de sensibilidad hacia el idioma en los medios de comunicación».

Pese a ello, AGF remata su teoría con esta optimista consigna:

No hay que hacer caso de los pesimistas que auguran un futuro horrible para la lengua española en los Estados Unidos; todo lo contrario: hay que confiar en la importantísima labor de los medios de comunicación hispanos, cada día más conscientes de su papel como guías del buen uso de nuestra lengua.

¿Realmente cabe ser tan optimistas con respecto al futuro del español en EE. UU.? ¿Son realistas o ilusorias estas perspectivas presentadas por AGF? Lo analizaremos en la segunda parte de esta serie: «Un poco de divulgación sociolingüística».


Silvia Senz Bueno (Sabadell )