La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (3.ª parte)
Hemos visto en la entrega anterior que el español en EE. UU. declina por razones demográficas y económicas, a medida que los nacimientos de hijos de hispanos en Estados Unidos superan a la entrada de inmigrantes (un flujo que a su vez irá en descenso a medida que mejoren las economías latinoamericanas), y muere, por razones socioculturales, con las terceras generaciones de hispanos, que ni siquiera ven televisión o leen medios en español. La población latina y los medios en español estadounidenses no parecen pues, en absoluto, un buen germen para el español del futuro. Aun así, se insiste, en el discurso académico y paraacadémico, en la necesidad de conformar un español internacional y de asentarlo en el territorio de EE. UU. ¿Por qué?
Si el futuro nos cierra la puerta a una respuesta plausible, quizá lo razonable sea buscarla en el presente.
La imagen y el prestigio del (y de lo) español en Estados Unidos, una apuesta de mercado
La clave para entender la importancia que se está dando a la homogeneización del español estadounidense es, sin duda alguna, mercantil. El asentamiento del español en este país como una lengua «bien hablada y bien escrita en los medios», «homogénea», «culta» y «socialmente aceptable» responde a una apuesta mercantil española a medio plazo, hecha, eso sí, sobre una base sociolingüística poco realista, como hemos visto.
Como dijo Joaquín Garrido en su ponencia «Hispano y español en Estados Unidos», presentada en el II Congreso Internacional de la Lengua Española («El español en la Sociedad de la Información», Valladolid, 16-19/10/2001), organizado por la RAE y el Instituto Cervantes:
En este ambiente estadounidense de «pluralidad cultural» hay una oportunidad para la cultura española. Es importante, como señala Probst Salomon, que los escritores y políticos españoles «aborden esta sorprendente transformación social que está motivada por el idioma español; si no, España se convertirá en un espectador en lugar de participar en ella». Como observa Gómez Dacal (2000: 154), «Con o sin cooperación de terceros países (los de habla española, en general, y de España, en particular), el futuro del español en Estados Unidos está asegurado». Esta contribución se está llevando a cabo, tanto en la red como en la realidad, mediante la actuación del Instituto Cervantes y la Real Academia Española, como es evidente en las presentes circunstancias.
Como he escrito anteriormente (Garrido 2001), el objetivo de la política lingüística del español es doble: su difusión interna, entre los estadounidenses de origen hispanohablante, y su difusión externa, entre los angloparlantes. Para ello hay que insistir en el español como lengua de cultura y actividad económica tanto de España como de México, de Venezuela como de Argentina, de Perú como de Cuba, pero también de Estados Unidos, entre otros países. Es decir, se trata de insistir en que la lengua española es europea pero sobre todo americana.
Y como decía el propio Garrido en las conclusiones de su trabajo del 2000 «Política lingüística del español en EE.UU.»:
Una bomba o un milagro o un regalo. Sobre todo en España, tenemos que entender el español como ese regalo para nosotros de que el español sea la lengua en América. Pero también en Estados Unidos. Los Estados Unidos de América son un país de muchos hablantes de español, que lo han sido, que lo son, o que lo pueden ser. Dentro de esa «América» que es el otro continente donde se habla español, los Estados Unidos son en sí mismos, por su importancia, otro mundo. Hagámoslo nuestro.
A su vez, el presidente del BBVA (entidad cofundadora de la Fundéu), Francisco González, manifestaba recientemente que el español vive «un periodo de fuerte auge» en los Estados Unidos y que «mantener y reforzar esta tendencia positiva resulta clave para el papel del español en la cultura y la economía global del siglo XXI».
No es nuevo en esta bitácora hablar de la relevancia que tiene la conformación de un español internacional en la explotación del español como recurso económico. Incidir en el español de EE. UU. y lo hispano tiene, además, una importancia estratégica en la proyección de la imagen de España (la Marca España) en el mundo, y en el dominio, prioritario para España, del pujante mercado hispano en EE. UU., para lo cual se ha puesto a punto un Plan Integral de Desarrollo del Mercado Estadounidense, donde los sectores de mayor oportunidad son el agroalimentario, los bienes de consumo, los de alto contenido tecnológico, y los culturales y audiovisuales (cuya promoción internacional cuenta con dotaciones multimillonarias y proyectos de expansión a través de la Red).
Según ya hemos visto en la entrega anterior de este artículo, ese plan topa —como la propia percepción del español entre buena parte de la comunidad hispana de EE. UU.— con la traba de la imagen de lo español: «En el mercado estadounidense el principal problema de la imagen de España es la “confusión de lo español con lo hispano”, como señala el presidente de Positioning Systems, que ve en la colonia hispana a una posible transmisora de nuestra imagen-país que aún no ha sido explotada».
Evidentemente, superar esa mala imagen pasa por mejorar in situ —y a poder ser con la colaboración de los miembros más conocidos e influyentes de la comunidad hispana en EE. UU., como se ve en el portal America Reads Spanish, o de la propia familia real española— la imagen de España y del español como cultura y lengua de prestigio.
No son ajenas a ello la labor de difusión de las culturas española (especialmente) e hispanoamericana, y del español como lengua de cultura que realiza el Instituto Cervantes, ni la política lingüística panhispánica de las academias, que fomenta, a través de la identificación con la lengua española, un sentimiento de pertenencia a la comunidad hispánica, a la patria común del español.
No obstante, en lo que respecta a la codificación del nuevo estándar del español que llevan a cabo las academias, no basta con abrir a América el abanico de la norma culta para fomentar entre los hablantes ese sentimiento de identificación con la lengua española. Como apunta José del Valle en un estudio sobre las tendencias en el español de Nueva York, la idea de prestigio que acompaña a la norma culta puede generar una actitud de rechazo hacia su propia lengua en el hablante estadounidense no perteneciente a la élite cultural y económica hispana:
[...] no hay que olvidar que el español hablado por la mayoría de los hispanos neoyorquinos ocupa también una posición de subordinación con respecto al español estándar. A nadie se le escapa que, en el contexto del mundo hispánico, el dominio de la variedad estándar del español de cada nación es importantísimo factor para el acceso a los recursos económicos de la sociedad y para disponer de movilidad social ascendente. La subordinación de los dialectos distantes del estándar que se deriva de este hecho práctico se ve reforzada por los usos públicos de la lengua, por ejemplo, en los medios de comunicación, que perpetúan las jerarquías lingüísticas dominantes. Además, la actitud de la élite cultural y económica hispana estadounidense y de los portavoces de la cultura lingüística dominante, con sus condenas del comportamiento lingüístico de los hispanos, acentúan aún más la estigmatización de que son objeto, aumentando así la inseguridad de que son víctimas. En este contexto, las instituciones destinadas a la promoción de la lengua española y la cultura hispana en los Estados Unidos no llegan a desempeñar una función correctora, y tienden a servir a la élite cultural hispana y a ignorar el carácter incuestionablemente político de la presencia del español en Nueva York.
En consecuencia, ante la estigmatización que sufre su comportamiento lingüístico, el hispano neoyorquino o bien acepta su condición marginal, o bien se siente en la necesidad de adaptarse a uno de los dos modelos lingüísticos que se le presentan: el inglés estándar o el español estándar. Frente a este dilema, al no existir los medios que permitan al hispano adquirir el español estándar y ante la posición dominante del inglés, optarán por adoptar esta lengua en aras de la promesa —no siempre realista— de ascenso socioeconómico.
De los argumentos anteriores se puede extraer la siguiente conclusión: la cultura lingüística dominante en el mundo hispánico que estigmatiza el comportamiento lingüístico híbrido puede ser perniciosa para la supervivencia del español en Nueva York, al aumentar la inseguridad lingüística de los hispanos y desgajar conceptualmente su conducta verbal del todo idiomático que conocemos como lengua española.
Por su parte, en este estudio sobre la importancia de la comunidad hispana para los intereses de España en el mundo, publicado por el Real Instituto Elcano, Emilio Cassinello advierte con respecto a las políticas de fomento, por parte española, de un sentimiento de pertenencia a una comunidad hispánica global:
Como en todo plan estratégico, hay que evitar dar pasos en falso –en especial en sus comienzos–. Es crítico no caer en la simplista tentación de pretender ser o constituirse en una referencia común para todos los hispanos. La existencia de una memoria histórica y cultural compartida no nos confiere ni su representación ni un papel homogeneizador de sus intereses. Ello a pesar de los equívocos que en la misma sociedad estadounidense puedan producirse: el Hispanic Yearbook incluye en su listado de embajadas y consulados hispanos a la embajada y consulados españoles; y los cuestionarios del Censo siguen asociando Hispanic/españoles, pues si en el de 1990 se preguntaba “Is this person of Spanish/Hispanic origin?”, en el del 2000 el binomio se transformó en trilogía, conservando la referencia española: “Is this person Spanish/Hispanic/Latino?”. La organización empresarial The Conference Board, en una reciente encuesta sobre el mercado hispano, al definir Hispanics incluye expresamente a “personas originarias de España”.
Inclusive en el terreno del idioma hay que guardar ciertas precauciones, y estar abiertos a una actitud posibilista, evitando pronunciamientos dogmáticos, pues en la comunidad hispana no existe absoluta unanimidad en cuando al bilingüismo –entre los hispanos hay quien apoya el English Only como la vía más rápida y menos conflictiva de incorporarse al mainstream– lo mismo que hay defensores y proponentes del spanglish como nexo de relación entre los diversos grupos.
En lo que respecta al Plan Integral de Desarrollo del Mercado Estadounidense y a la proyección en el país de la marca España, el sector editorial español avanza con determinación por este camino con el Plan del Libro en Español en Estados Unidos, la progresiva presencia en el país de los grandes grupos editoriales españoles, los acuerdos de estos con los grandes grupos locales para publicar en castellano, el interés local por editar en español, la presencia del libro español en las principales ferias del país, el seminario sobre implantación de las editoriales españolas en EE. UU. y el posgrado de edición global e internacional que se organizan actualmente en España.
Llama, eso sí, la atención que en ninguna de las estrategias de expansión y afianzamiento del mercado del libro en español en EE. UU. se preste la menor atención al «español» propiamente dicho. Ni en los programas de los cursos anteriormente citados, ni en la página del libro en español de la Federación de Gremios de Editores de España, America Reads Spanish, se contempla el asunto de la lengua en la edición, ni en cuanto a variedad ni en cuanto a calidad. Es más: curiosamente, en los enlaces generales de este portal del libro en español se da como único recurso sobre el uso del español la Oficina de Corrección del Español (ABRA), creada en 1992 por Antonio Machín, Luis Duyos y el propio Alberto Gómez Font (hoy, coordinador general de la Fundéu ), y relanzada por Machín en marzo de este año mediante una nota de Efe (la otra entidad cofundadora de la citada Fundéu), de la que se hicieron eco diversos medios españoles y latinoamericanos. ABRA cuenta con una comisión asesora formada por el propio Luis Duyos, por Xosé Castro (profesor, junto a la académica argentina Alicia Zorrilla y Gómez Font, de los cursos para periodistas latinoamericanos de la Fundéu) y por Leonardo Gómez Torrego (asesor de la Fundéu). Ninguna otra referencia a la lengua española, aparte de esta Oficina de Corrección del Español amparada por Efe, que, además de dar recetas de buen uso, presta servicios editorales. Como si no existieran más recursos, servicios ni autoridades sobre el idioma y su uso en el mundo editorial.
Sobre la cuestión del idioma (de su variedad y del modelo estándar que se ofrece en los libros publicados en español en Estados Unidos, y en toda América), no obstante, hay mucha más pana por cortar. Hablaremos de ello con detalle en otra ocasión. Valgan esta ponencia de Nikolás Canellos y este estupendo análisis de Victoriano Colodrón como avanzadilla.
Silvia Senz Bueno (Sabadell)
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