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Hacernos pagar lo que ya está pagado: la RAE y el DPD (2.ª parte)

Hacernos pagar lo que ya está pagado: la RAE y el DPD (2.ª parte)

(Viene de aquí: http://tinyurl.com/zlagv )


La tarta, bien decorada y servida en bandeja: la campaña promocional del DPD

En cuanto a las posibilidades de negocio que ofrecían los posibles socios editoriales de la RAE, visto está que si el pastel que tradicionalmente preparaba Espasa ya era tremendamente apetecible, la tarta que les cocina y sirve Grupo Santillana es de varios pisos.

Pero, por prometedoras que sean las expectativas de distribución con GS, ningún proceso de comercialización a gran escala puede dar todos los réditos necesarios si se da margen a algún tipo de competencia (publicar en línea y gratuitamente el DPD podía serlo) y si no se despliegan todas las estrategias de difusión que una operación de esta envergadura requiere. En este sentido, la Academia —a la que sólo le ha faltado vestir a sus representantes con la correspondiente camiseta DPD, al estilo Santiago Segura—, no ha ahorrado los necesarios despliegues mediáticos para proclamar las excelencias de su «impresdindible» obra. El bombardeo promocional ha sido apabullante, y no ha habido reseña en prensa que no pueda calificarse de puramente promocional. Es más, a pesar de que otras obras anteriores, como la Ortografía de la lengua española y la edición del 2001 del Diccionario de la lengua española, recibieron múltiples y severas críticas por parte de la prensa, de numerosos lingüistas y especialistas, en el caso del Diccionario panhispánico de dudas la recepción de los medios ha sido generalmente entusiasta, hasta el punto de que muchos de ellos, en todo el ámbito hispanohablante, se han comprometido con la Academia a adoptarlo como norma básica de referencia —aunque el propio García de la Concha niegue al DPD esta condición, al declarar que el DRAE sigue siendo el instrumento normativo por excelencia—. Las críticas a esta obra en la prensa han sido anecdóticas y la única reseña crítica, tan amplia y rigurosa como certera, ha salido de la pluma de un especialista de cuya obra bebe en buena parte el Panhispánico, entre otras fuentes bibliográficas (fuentes de las que el DPD, por cierto, se apropia sin citarlas y cuyo uso la RAE no reconoce oficialmente, pero que casualmente resultan visibles en el vídeo promocional del DPD, «DPD en imágenes»).


La necesidad de adquirir el DPD

Esta misma actitud crítica mantienen en España muchos de los principales destinatarios del DPD, que, contrariamente a lo que quiere hacer creer la campaña publicitaria de venta del Panhispánico, no está destinado a cualquier hablante de español. El Diccionario panhispánico de dudas es, por su contenido, registro léxico, construcción y redacción —e incluso por su incongruencia con diversos criterios expresados en el resto de obras académicas, incluido el recientísimo Diccionario del estudiante—, un texto cuya consulta requiere un buen nivel de formación lingüística y de conocimiento de las fuentes descriptivas y normativas de la lengua, y por ello resulta útil más bien a las personas capacitadas para descifrarlo y ponerlo incluso en cuarentena: los profesionales de la lengua (traductores, correctores, profesores de español, lexicógrafos, filólogos y lingüistas), la escritura (autores y redactores), la comunicación y la edición, de los que precisamente se recoge una variada muestra en el vídeo promocional del DPD (donde no aparece, por cierto, ningún hablante de a pie).
Sin embargo, entre algunos de estos especialistas españoles (editores de libros, correctores, lingüistas y lexicógrafos, particularmente), tanto la obra académica como sus trabajos lexicográficos (CREA y CORDE) están ya muy desprestigiados, y no es de extrañar que no cunda su uso.

En América, en cambio, a falta de otros recursos y autoridades más eminentes y de una corriente más crítica con el papel y la labor de la RAE, la obra académica sigue siendo la principal fuente de consulta lingüística y lexicográfica. Esta situación aboca a muchos profesionales hispanoamericanos de la educación, la edición, la comunicación y el lenguaje a una situación paradójica: pese a disponer de menos recursos que sus colegas españoles para acceder a cualquier material formativo, cultural y documental comercializado, se ven en la obligación de adquirir el DPD de inmediato.

 

Corolario y reflexión final

 
El artículo primero de los estatutos de la RAE dice:
 

La Academia es una institución con personalidad jurídica propia que tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor.

Para alcanzar dichos fines, estudiará e impulsará los estudios sobre la historia y sobre el presente del español, divulgará los escritos literarios, especialmente clásicos, y no literarios, que juzgue importantes para el conocimiento de tales cuestiones [...].


Como entidad sin ánimo de lucro, además, ha de procurar perseguir fines de interés general en lugar de dar prioridad al interés propio.

Por desgracia, la ley no es ni lo bastante restrictiva ni lo suficientemente clara sobre el alcance lucrativo de las actividades que pueden desplegar este tipo de entidades, y la RAE puede permitirse, sin contravenir ninguna disposición legal, explotar como quiera y con quien quiera el DPD.
Aun así, la Academia podría al menos haber mostrado un poco más de perspicacia y seguir una política que salvaguardara su imagen sin poner en peligro sus arcas. Podría haber negociado con Santillana una reserva parcial de derechos de reproducción, que permitiera la publicación simultánea para uso no comercial de su versión electrónica en línea; probablemente podrían haberse valido para ello de algún tipo de licencia Creative Commons; no serían los primeros autores ni editores en hacerlo, pero habrían sido un magnífico ejemplo de aplicación. Subir el DPD a la Red, como material de libre acceso a todos los usuarios, a la vez que publicaba y comercializaba su versión impresa no tenía por qué significar renunciar a cualquier posibilidad de negocio. Hay mucha gente que seguiría adquiriendo el DPD impreso, entre otras razones porque un diccionario en papel le permite husmear entre sus páginas, adquirir una idea global de la obra y sus directrices, y descubrir aspectos y planteamientos que en una consulta por línea le pasarían desapercibidos. Pero, claro, renunciar por las buenas al suculentísimo negocio que supone la venta del Panhispánico a toda España y América es regalar una tajada que bien merece un poco más de desprestigio.
Si la Academia aprecia en algo su imagen pública, debería empezar ya a acometer la labor de armonizar el alcance de los márgenes legales de negocio que la ley le permite con el cumplimiento de los deberes morales y culturales que tiene con el hablante.


Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)

8 comentarios

Pablo Usabiaga -

Trabajé 3 años en la RAE, en el proyecto CREA.

NO sólo me parece inmoral lo que hace la RAE (por ejemplo, el CREA lo pagamos todos los españoles -vía subsidios multimillonarios del Estado- pero la versión de acceso público es más que limitada), sino que además, puedo atestiguar que en el CREA se malversaron fondos: mi salario salía de una partida por el Ministerio de Cultura destinada al CREA, y sin embargo, en una ocasión nos tuvieron a toda la planta trabajando 2 semanas para un proyecto por así decir "privado" de la RAE: el diccionario escolar. Y esto lo puedo repetir en cualquier medio de difusión y en la Justicia.

No creo que vuelva al blog (no tengo tiempo), de modo que si quieres seguir la charla envíame un email.

Saludos,

Pablo

Pilar Chargoñia -

Proverbio chino: \"La verdad parece a veces contraria a la razón\". Me quedó en el tintero: Mi DPD dice, en su segunda página: \"Patrocinado por Telefónica\" y, más abajo,
\"Con la colaboración del Instituto Cervantes\", a lo que se suman los
derechos registrados de la Real Academia Española, de la Asociación de
Academias de la Lengua Española, de Santillana Ediciones Generales S. L. y
de la Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A.
Podían haber dejado de ganar lo agregado. Suena a perogrullada, pero es mi
manera de decir que yo puedo comprarme el DPD, otros tal vez no; y muchos
lo necesitamos en la Red.

Desde el aula -

Queríamos avisarles que levantamos el artículo en nuestro blog, con el vínculo correspondiente. Saludos,
Guillermo

Javi Lopez -

"Si la Academia aprecia en algo su imagen pública..."

Cuestión de prioridades: le tiene más aprecio a existir que a tener buena imagen. Produce beneficios (económicos) o muere, es el signo de los tiempos.

iulius -

un post valiente. suerte :O)

Ana Lorenzo -

El DPD es una obra llena de carencias, pero que trata de dar al español la dimensión que tiene más allá de España; sí, ya sé que eso es una labor política y no lingüística. El que se hayan cogido las 7 000 consultas más frecuentes a las academias de los respectivos países convierte a los consultores en «autoroides», y qué menos que dejarles en línea su propia obra. El hecho de ser un acopio de dudas frecuentes y de las respuestas planteadas, además, permite deducir que según pasa el tiempo —y ahora lo hace muy rápido— serán necesarias actualizaciones continuas. Como encima las dudas no siempre se aclaran, seguramente éstas volverán a ser sujeto de consulta y, a su vez, corpus de una nueva edición. Todas estas razones bastarían para que el DPD siguiera en línea.

Pilar Chargoñia -

Como correctora de estilo uruguaya, esperé que el Panhispánico me solucionara varias dudas que mantengo. Hasta no comprarlo es imposible saber, por interpretación personal, cuáles son sus puntos fuertes o sus carencias. A la red debería haberse subido siquiera un avance. Ahora que lo tengo puedo decir que es incompleto. Sin embargo, la inclusión de las academias hispanoamericanas en su elaboración no es un dato menor.

Javier Dávila -

Es un tema complejo el de este artículo. Está lleno de ángulos y matices. Con todo, me atrevo a hacer un comentario.
En buena hora generen dinero las entidades públicas; no queremos más elefantes blancos. En buena hora adopten sistemas racionales y ordenados de gestión; no queremos despilfarros. Pero bien dices que la RAE no puede renunciar a su carácter de entidad pública ni debe ignorar el interés general.
Es cierto que los americanos tenemos más dificultades para conseguir nuestras herramientas de trabajo. Ahora bien, no tener gratuitamente el DPD en internet es mucho más que otro escollo de nuestro oficio (seamos americanos, europeos o de dónde sea): es ignorar el ecumenismo de la red; es empobrecer, solo porque sí, la universalidad del acceso a la información y, para nuestra vergüenza, es insistir en tener al español, nuestra lengua, arrumbado, alejado de las miradas públicas, del uso, el escrutinio y el debate de todos.