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¿Qué garantizará la supervivencia de la industria editorial: el control de la palabra o los valores del oficio de editor?

¿Qué garantizará la supervivencia de la industria editorial: el control de la palabra o los valores del oficio de editor?

Como ya sabe el lector asiduo de A&C, desde nuestros inicios hemos ido trasladando a esta bitácora variadas muestras de los movimientos «planetarios» (1, 2, 3, 4...), y nos hemos ocupado con especial dedicación a mostrar (1 y 2) la concupiscencia que une a los dos mayores grupos editoriales en español con el principal agente de la política lingüística española.

Quien haya disfrutado de estas notas, no se pierda ahora en el Ojo Fisgón de Martín Gómez «La concentración de la propiedad de la industria editorial y la subordinación de la política de contenidos a los intereses comerciales», un excelente análisis crítico de la exportación a Latinoamérica de las ya habituales prácticas promocionales (a lo Juan Palomo) del Grupo Planeta, que también comparte con su principal competidor y que de hecho son ya comunes a todo conglomerado editorial.

A la vista de todo ello cabe afirmar que, si alguna garantía pueden ofrecer (aún) al lector las reseñas críticas publicadas en la biblioblogosfera —donde se advierte un aumento de la profesionalidad y el rigor crítico—, esta es, sin duda, su independencia de los intereses de creadores y productores. Probablemente sea esta una de las causas de que la crítica digital independiente y el feedback lector-crítico-autor-editor que la red permite no se incluyan entre los recursos y estrategias habituales del márquetin editorial. Como muestra el último estudio de Dosdoce.com, «Tendencias web 2.0. En el sector editorial», la mayoría de las editoriales españolas sigue aplicando un modelo tradicional de comunicación y márquetin, consistente en la «creación de un canal unidireccional [y a menudo controlado, como muestra Martín Gómez] de publicación de información de la editorial: notas de prensa, ruedas de prensa, entrevistas con los autores, etc., que esperan sean publicadas en los medios de comunicación tradicionales (prensa, TV y radio) con el fin de llegar a sus públicos objetivos (lectores, críticos literarios, libreros, distribuidores, otras editoriales, etc.)». Y tan sólo un 22 % de las editoriales analizadas cuenta con una sección de enlaces de interés a blogs literarios, redes sociales y webs especializadas en cultura escrita.

Según el parecer de muchos de los expertos encuestados en el citado estudio, el principal motivo de la reticencia de la industria editorial española a utilizar todos los recursos de la red para su promoción es el recelo —el pavor, creo yo— ante la idea de sumergirse, sin guía ni garantías, en lo que se le antoja una selva digital, que proyecta sombras amenazadoras sobre el control —que el gremio aún detenta— del rendimiento y la difusión de una obra y del acceso al circuito editorial.

Pero no son la democratización de la edición ni la ductilización de las formas y canales de publicación que la red permite lo que debería espantar a los editores, sino la perspectiva de un futuro del libro sin editores de raza, capaces de asumir riesgos. Mal futuro auguro a la edición profesional si el editor que entiende y vive su oficio como una apuesta cultural, como un desafío que puede enfrentar con especial competencia, no sabe entender la crítica sincera (incluso si es negativa) como un estímulo.

Gracias a las TIC y a nuevos modelos de negocio editorial (1, 2...), hoy día todos podemos producir libros y publicarlos sin asumir pérdidas económicas. Por ello, ahora más que nunca, a nadie como a los profesionales de la edición les interesa señalar el enorme abismo que hay entre el productor de libros y el editor, y demostrar que ese abismo sólo puede salvarse con el valor añadido de la excelencia, la inventiva, el olfato, la capacidad de discernimiento, y la voluntad de riesgo y emprendimiento que aporta el oficio de editor.

Silvia Senz (Sabadell)

6 comentarios

martín -

Todas estas iniciativas son presentadas como grandes oportunidades para autores que no han conseguido que el sector editorial les ponga atención pero se trata de un discurso que en ningún momento tiene en cuenta aspectos como la calidad de los contenidos, la validación externa o la promoción del producto final.

Tengo la sospecha de que al final se trata simplemente de un modelo de negocio que busca que una empresa editorial sea sostenible desde el punto de vista económico gracias a la disminución de ciertos costos.

Ya veremos qué pasa.
Martín.

Silvia Senz -

Yo creo, Martín, que sus limitaciones son más que evidentes. Son simples modelos de producción y explotación de trabajos escritos ajenos, que no cuentan con el ingrediente de motor cultural, capaz de generar proyectos editoriales innovadores, de elaboración compleja y gran riqueza gráfica, que aún sigue ostentando la industria editorial. Quien publique con Lulu o con Bubok tendrá que lidiar, además, con la marginalidad inicial de estas propuestas, con la invisibilidad que da el volumen productivo que permiten, y con la falta de prestigio que conlleva publicar lo que sea, sin criba ni selección.
Aun así, habrá mucho material canalizable vía cualquiera de estas empresas (y otros que vendrán, impulsados por quienes sea) y la industria ha de saber promocionar su propio valor añadido para no perder terreno.

martín -

Tengo la impresión de que con estos fenómenos innovadores siempre es necesario dejar que pase la euforia de la novedad para poder darnos cuenta de su verdadero potencial así como de sus limitaciones.

'¿Y quién está detrás de Lulu y de bubok?': esta pregunta no hace más que acrecentar mi paranoia y el deseo que a veces me da de no enterarme de nada.

Silvia Senz -

Valdría la pena hacer también esas pesquisas que apuntas, Txetxu. Con todo, lo que está claro es que los nuevos modelos de negocio editorial que conforman Bubok y aún más Lulu requieren también una adecuada reacción de los editores, que deberían reformularse como alternativa a esa forma popularizada y mínimamente profesional de edición y publicación.

Ana Lorenzo -

Pues gracias a Infoeditexto http://www.rediris.es/list/info/infoeditexto.es.html me enteré del ganador y finalista de los Premi Llibreter 2007 y de que Joaquín Rodríguez, de Los futuros del libro http://weblogs.madrimasd.org/futurosdellibro había sido maestro de Javier Santillán, editor de Editorial Gadir (ganó el libro Hace mil años que estoy aquí, de Mariolina Venezia), y de Diego Moreno, editor de Nórdica Libros (quedó finalista El tercer policía de Flann O'Brien). Tanto estos dos editores como Blas Parra, de El Nadir, o Valeria Bergalli, de Editorial Minúscula, y seguro que muchos otros, añaden esa excelencia, la sensibilidad, el riesgo, el olfato. Porque nos ofrecen libros de autores que perderíamos o que ni siquiera habían llegado, lo hacen asumiendo el riesgo a contracorriente de los best-seller fácilmente colocables y, aun así, mantienen la empresa. No son tan _locos idealistas_ aunque sean idealistas. Y a los que uno sigue de cerca se les ve una línea editorial clara, un sello personal.
Creo que tenemos editores capaces, incluso sobresalientes. Eso que ganamos los lectores.
Un beso.

Txetxu -

Caben más preguntas: ¿y quién está detrás de Lulu y de bubok?

¿responderán estas plataformas, de alguna manera, a los intereses de alguna otra multinacional?