El neonacionalismo español y la Coca-Cola de la nueva académica
Como otros autónomos a los que la crisis ha menguado sus encargos, he tenido tiempo y ganas de fijarme en el tratamiento que diversos medios españoles de alcance estatal han hecho del discurso leído ayer por la nueva académica de la RAE, la dialectóloga Inés Fernández-Ordóñez: «La lengua de Castilla y la formación del español» .
De un lado, los medios más apegados al esencialismo castellano como fundamento del nacionalismo español (La Razón y El Mundo) han puesto un mínimo énfasis en el hecho de que Fernández-Ordóñez desmontara públicamente las hipótesis pidalianas sobre el castellano como origen y base del español, y sobre el proceso de expansión del reino de Castilla que relegó a un segundo plano o hizo desaparecer otras lenguas peninsulares (v. C. Garatea: El problema del cambio lingüístico en Ramón Menéndez Pidal: el individuo, las tradiciones y la historia, p. 164). De otro, medios como ABC, RTVE y El País han destacado la afirmación (ausente del discurso de la nueva académica, pero presente en el despacho de EFE en que se basan) de que «El español es un crisol de rasgos lingüísticos de dispar procedencia» —como, de hecho, lo son TODAS las lenguas, aunque eso no lo digan—, reforzando con ello la idea central del nacionalismo lingüístico español según la cual lo que se conoce en muchas comunidades españolas y americanas como castellano es mucho más que eso: es en realidad fusión de variantes de Castilla con rasgos de otras lenguas de la actual España, es decir, una lengua «koinética» desde su mismo origen y, por ello, lengua española por antonomasia, garante de entendimiento y armonía entre la heterogeneidad de pueblos de España y de América, y, en definitiva, lengua común perfecta y superior . De hecho, una persona que asistió con una mirada crítica a la toma de posesión de Inés Fernández-Ordóñez me ha trasladado que este es justo el pensamiento que, entre la concurrencia, salió reforzado con su discurso antipidaliano.
Por su parte, los diarios Público y de nuevo El País, que —por la inquietud unionista-posfederalista del primero y por el apoyo a las campañas panhispanista e iberoamericanista (política, cultural y económica) del segundo— son los más interesados en promover la asociación al español de las ideas de mestizaje, modernidad e integración, han subrayado hasta la saciedad el contenido pluralista y renovador del discurso de Fernández-Ordóñez, y apuntalado de paso la imagen de cientifismo y renovación ideológica interior en cuya fijación la RAE viene empeñada desde hace 20 años. Así lo resaltaba ayer el diario Público:
Esta visión heterodoxa −acaba de un plumazo con una teoría asumida durante el último siglo−, pero no exenta de rigor, va pareja a su propia filosofía sobre la función de la lengua. De hecho, mantiene el sentido común respecto a polémicas que han acaparado la atención en los medios de comunicación. «En algunas épocas ha habido políticas lingüísticas que han impedido que otras lenguas de España tuvieran una representación de lenguas de cultura escrita. Pero hoy en día los hablantes tienen la oportunidad de hablar la lengua que quieran. No creo que haya ningún peligro. La opción lingüística depende de los hablantes» , señaló hace unos días a este periódico en relación a los conflictos entre el castellano y el catalán.
Tampoco se escandalizó con el asunto de las traducciones de las lenguas en el Senado: «Por un principio de colaboración común parecería lógico que se utilizara el español, pero si una persona se obceca en utilizar su propia lengua, está en su derecho. Depende de la posición de cada uno».
Nótese el uso que la académica hace del verbo obcecar, que según el Diccionario de la academia en la que ella ingresa significa:
obcecar.
1. tr. Cegar, deslumbrar u ofuscar. Los nervios obcecaron a Juan y no supo contestar a las preguntas. U. t. c. prnl. Se obceca en su idea y no reacciona.
Es decir, para los medios españolistas, el rupturismo y los nuevos aires que Inés Fernández-Ordóñez aporta a la RAE se presentan no sólo asociados a la revisión de Menéndez Pidal (una revisión que, de hecho, no es nueva), sino también a esta revisión más o menos políticamente correcta del « sentido común» de Gregorio Salvador, según la cual los hablantes de lenguas distintas de la española, ofuscados por su deseo de seguirlo siendo, parecen tener hoy una libertad de la que en realidad carecen; y según la cual no hay competencia interlingüe ni política alguna que mengüe esas libertades ni en unos ni en otros. No hay, pues, conflicto: los españoles, castellanohablantes o no, monolingües o no, vivimos en una paz lingüística garantizada, todos felices y en perfecta armonía hablando cada cual lo que le apetece (véase el ejemplo de Raül Agné), como en un anuncio navideño de la Coca-Cola.
Valga decir que, del discurso de la nueva académica, otros medios interesados podrían haber extrapolado perfectamente una idea distinta de supremacía lingüística peninsular no menos absurda que la anterior. Esta es: que, por su idiosincrasia, parentesco, desarrollo y distribución, el catalán es un idioma con rasgos más avanzados y europeos, y —se colegiría— la lengua común idónea para una España del siglo XXI, en el marco de la Unión Europea. Pero no es eso lo que ha sucedido. Con el ingreso en la academia de la lengua española de Inés Fernández-Ordóñez, lo único que ha ocurrido es que, valiéndose del ya estable maridaje medios-RAE, el nacionalismo lingüístico español que esta institución representa ha acicalado y actualizado un poco más su discurso tradicional, que tan bien resume Juan Carlos Moreno:
DEFINICIÓN DE NACIONALISMO LINGÜÍSTICO ESPAÑOL
Ideología según la cual el español es una lengua superior a los demás idiomas con los que convive o ha convivido. En esa superioridad radica la razón de su imparable expansión tanto dentro de la península ibérica como allende los mares. Según esta ideología, el castellano fue visto desde el principio, por razón de esa superioridad, como una lengua especialmente ventajosa para la comunicación y el entendimiento mutuo así como para todo tipo de actividades jurídicas, políticas y económicas. Todo ello supuso su adopción libre y muchas veces entusiasta como lengua común en España por parte de las comunidades que reconocen como propia una lengua diferente del español. En este momento, según esta ideología, ese carácter superior la convierte en una de las lenguas que más crece internacionalmente en la actualidad y quizás la única que pueda hacer sombra a la otra lengua internacional de gran pujanza: el inglés. [Lengua/nacionalismo en el contexto español, 2010, p. 8.]
Por desgracia, ningún medio ha resaltado lo que, a mi juicio, es verdaderamente novedoso en la presencia de Inés Fernández-Ordónez en una RAE sempiternamente centrada en las variedades culta y escrita: el hecho de haber puesto en valor la lengua oral y la lengua rural como fuentes fidedignas de información sobre la formación, la evolución y el funcionamiento de una lengua.
Silvia Senz
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