La nueva RAE, un espejismo de representatividad, neutralidad ideológica, laboriosidad y modernidad, 4: ideología, geoestrategia y falacias lingüísticas subyacentes a la nueva norma panhispánica
De José Luis García Delgado, José Antonio Alonso y Juan Carlos Jiménez: Economía del español (Barcelona, Ariel, col. Fundación Telefónica, 2007; cita de «Introducción: razones de oportunidad», pp. 11-20), sobre las circunstancias coyunturales que en el año de publicación de esta obra animaron el desarrollo de estudios econométricos sobre el valor del español en los mercados lingüísticos:
Otro hecho concurrente: el renovado papel del español como elemento vertebrador de la comunidad hispánica de naciones. No es algo nuevo ni tampoco aislado, pero hoy adquiere contornos mejor perfilados y más vigor.
Hay que situarlo, enseguida, dentro de lo que acertadamente se ha llamado «reencuentro del mundo iberoamericano» (SANGUINETTI, 2007). Un reencuentro con componentes económicos, sociales y políticos bien definidos: principalmente, la masiva irrupción de multinacionales españolas en las economías de América Latina –escuela de estrategias de internacionalización para aquellas gracias, entre otras cosas, a la lengua compartida–; los flujos migratorios de iberoamericanos hacia España; los reforzados programas españoles de cooperación para el desarrollo; en fin, las anuales Cumbres Iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno, ya cerca de su vigésima convocatoria, y la creación, todavía reciente, de la Secretaria General Iberoamericana. Todo ello, es verdad, conforma una especie de agrandada base material del actual acercamiento, de la revitalizada afinidad, de la multiplicación de intercambios que evoca el término reencuentro.
Donde este, sin embargo, se está produciendo más plenamente es en el terreno del idioma, merced a toda una serie de actuaciones que han ampliado y hecho más consistente el repertorio de normas e intereses compartidos en y sobre la lengua común. Suman aportes públicos y privados, iniciativas académicas y patrocinios de grandes empresas, trabajo especializado de lingüistas de alta cualificación y capacidad gestora. Todo ello al servicio de lo que es un verdadero programa de política lingüística panhispánica, cuyo cometido es fácilmente enunciable: la elaboración compartida –por las veintidós Academias de la Lengua Española de los tres grandes códigos que sustentan e ilustran la unidad del español: el código léxico del diccionario, el código gramatical y el código ortográfico (GARCÍA DE LA CONCHA, 2006).
Fundamental, mas aún, determinante para llevarlo a buen puerto está resultando la fuerza emprendedora y el indiscutido liderazgo de la Real Academia Española, que ha revitalizado de paso la Asociación, creada en 1951, de las correspondientes corporaciones académicas nacionales. Asociación que, a su vez y en colaboración con el Instituto Cervantes, ha encontrado en los Congresos Internacionales de la Lengua Española –en Zacatecas, 1998; en Valladolid, 2001; en Rosario, 2004; en Cartagena de Indias, 2007– un escaparate excepcional para proyectar socialmente su voluntad de preservar la «unidad en la variedad» del condominio lingüístico que es el español.
Los resultados de ese compartido empeño de quienes corporativamente son los valedores de la lengua, los logros de esa suerte de ambiciosa empresa intelectual transoceánica van mucho mas allá de lo estrictamente académico, siendo lo ahí conseguido de la máxima importancia.
La tiene, desde luego, consensuar diccionario, gramática y ortografía, partiendo de las variantes léxicas, morfológicas y sintácticas de una lengua desparramada por doce millones de kilómetros cuadrados y que es lengua de países, no solo de administraciones o de élites, al contrario, pues, que el francés o el inglés en naciones que otrora fueron colonias [sic]. Algo de extraordinaria importancia, en efecto, en tanto que de algún modo institucionaliza la cualidad policéntrica de la norma lingüística que rige para todos y que todos aceptan. Un excepcional apoyo para la homogeneidad idiomática del orbe hispanohablante, ya caracterizado de antiguo por su cohesión, frente al panorama fuertemente dialectizado de otros territorios lingüísticos [sic], y una contribución de primer orden para facilitar el aprendizaje del español por doquier, tarea que siempre han hecho comparativamente accesible su nitidez fónica, su simplicidad ortográfica y la adecuación entre lengua hablada y escrita (SALVADOR, 2007).
Breves muestras de variación del español:
Fernández-Ordóñez, Inés (UAM): «Leísmo, laísmo y loísmo: estado de la cuestión», en Olga M. Fernández Soriano (coord.): Los pronombres átonos, Madrid, Taurus Ediciones, 1993, pp. 63-96.
Fernández-Ordóñez, Inés (UAM): «Leísmo, laísmo y loísmo», en Violeta Demonte Barreto, Ignacio Bosque (coord.): Gramática descriptiva de la lengua española, vol. 1 (Sintaxis básica de las clases de palabras), Madrid, Espasa Calpe, 1999, pp. 1317-1398.
Koike, K. (Proyecto Varilex): «Variación fraseológica del español», InformeVarilex 9 (2001), 77-92.
Llisterri, J. (UAB): «La descripción fonética y fonológica del español: la variación».
Moreno Cabrera, Juan Carlos: El universo de las lenguas. Clasificación, denominación, situación, tipología, historia y bibliografía de las lenguas, Madrid, Castalia (Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 23), 2003, pp. 188-189.
Ueda, H. (Proyecto Varilex): «Resultados y proyectos en las investigaciones sobre variación léxica del español», Dialectología, 2 (2009), pp. 51-80.
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