Habemus innecesaria ortografía
Con la ausencia del director de la RAE, el cónclave de los máximos representantes de las academias de la lengua española concluyó ayer en Guadalajara, con fumata blanca. Por fin, habemus ortografía oficial.
Las polémicas novedades anunciadas se echaron casi en su totalidad atrás: los nombres de las letras sobreviven según su uso nacional; simplemente se le dan al hablante propuestas de unificación sin justificar la utilidad de tal cosa. Ch y ll se siguen considerando dígrafos y, a efectos de alfabetización (no de escritura), quedan incorporadas en las letras c y l respectivamente. La eliminación de tildes diacríticas continúa siendo como en la ortografía anterior: opcional. Sólo hay una novedad que se mantiene: pese al carácter minoritario de la pronunciación diptongada, los vocablos con vocal débil átona (i, u) + vocal fuerte tónica (á, é, ó) se considerarán monosílabos a efectos de tildación, incluso cuando se intercala una h, con lo que el criterio fonetista desaparece por completo de la norma de acentuación de los grupos vocálicos:
Lo que no han suavizado las Academias en la nueva Ortografía es la supresión de la tilde de los monosílabos con acento ortográfico, como sucede en "guión" y "truhán". Según le dijo hoy a Efe Salvador Gutiérrez, director de esta obra, esas palabras no llevarán tilde, aunque se pronuncien con hiato.
"Con estas propuestas las Academias intentan fortalecer la unidad de la lengua", aseveró Moreno de Alba en la multitudinaria conferencia de prensa que tuvo lugar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México.
Visto que no hay prácticamente reforma ortográfica en este nuevo volumen académico, lo que ahora las academias presentan como gran novedad es su extensión y su carácter explicativo. ¿Es este un rasgo realmente novedoso? Sí en la ortografía, pero no en el modelo que sigue la nueva política panhispánica académica, cuyos contornos dibujan un perfil estandarizador borroso, a caballo entre el polimorfismo, el unitarismo y el eurocentrismo, según el caso, con sólo cuatro rasgos nítidos:
1) el carácter mancomunado de la nueva obra académica, pese a que el texto básico se siga redactando en Madrid;
2) la elitista base social de la norma, por la que se sigue manteniendo como criterio de corrección (cuando se da) el prestigio asociado al uso culto;
3) una clara tendencia hacia la laxitud prescriptiva, es decir, hacia la omisión de juicio de valor alguno sobre muchos aspectos de la lengua en uso;
4) la aspiración de legitimidad científica de la obra académica mediante una abundante justificación descriptiva de lo que se dice, a pesar de lo cual las obras académicas siguen obviando la bibliografía empleada, faltando a un principio fundamental (el rigor) del trabajo científico.
Recordemos que los dos primeros volúmenes de la Nueva gramática de la lengua española ya habían iniciado ese camino hacia la prolijidad y el descriptivismo, ignorando con ello la función que les es propia a las academias: la normativa, y prestando al hablante común, al profesional de la escritura y al enseñante un servicio bien magro.
El hablante común necesita obras normativas coherentes y sistemáticas, con explicaciones sencillas y enunciación clara de la norma. Pese al escaso equipamiento con que cuenta el castellano, el docente de primaria y secundaria y el profesional de lo escrito pueden formarse en el conocimiento del español actual con los diccionarios integrales del español de España, de México y de Argentina (y con otros de mayor alcance); con un buen manual de ortografía y ortotipografía razonadas como el de Martínez de Sousa (sin duda, saqueado por esta Ortografía académica), y con las gramáticas descriptivas existentes, alguna de las cuales se reeditará en breve. De las academias sólo precisan norma clara y explícita, restringida a los campos que requieren regulación (que no son muchos; ortografía, básicamente), con explicación sucinta de la razón por la que se regulan. Luego, cada cual decidirá si la acata o no. Pero este mamotreto de ortografía (¡más de 800 páginas!), que aporta, al fin, sólo una novedad normativa, les es por completo innecesaria, y nadie debería adquirirla. Si se comercializa y algún hablante poco avisado cree que debe comprarla, al menos esperamos que pronto llegue a la red la versión «pirata» y se ahorre ese gasto inútil.
Por cierto: ante el porcentaje que recibirán por las ventas, las academias están ya frotándose las manos, a sabiendas de que las expectativas generadas por la polémica de estas últimas semanas redundarán en un mejor resultado comercial, como ya nos hemos hartado de decir aquí. Lean lo que dice al respecto el director de la Argentina:
Con el trabajo hecho, incluso hubo académicos que se mostraron complacidos con la polémica generada alrededor de la obra.
«Esto va a hacer vender más el libro. Al lado de informaciones como las de violencia, los periodistas han colocado a la ortografía. Se ha hecho un gran favor a la lengua», razonó a la AFP el presidente de la Academia Argentina de las Letras, Pedro Luis Barcia.
En definitiva: no hay, en rigor, gran novedad ni gran necesidad de esta nueva ortografía que intentarán sacar en campaña navideña, contra todas las leyes de la lógica y de la física; porque, insistimos, no es posible publicar en 15 días lo que se acaba de aprobar, salvo que ya estuviera, en realidad, aprobado y salvo que su producción anduviera muy avanzada mientras los académicos jugaban al debate y el consenso:
Felipe Garrido, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, advirtió que no ha existido tal consenso, especialmente en el caso de la nueva ortografía del español, dado que la “Real Academia Española conserva una superioridad con (respecto) a las demás academias”, lo que se debe en gran medida al respaldo que tiene de su gobierno: “Es la única que tiene el presupuesto suficiente y tiene dinero para publicar los diccionarios”.
Lo que queda al final de esta polémica es una recomendación que Garrido ha hecho a los usuarios de la lengua respecto a no ponerse nerviosos por las decisiones de las academias, ya que la lengua es de la gente y, “si las personas quieren que la ‘y griega’ sea ‘y griega’, será así”.
Si sale en diciembre, que todo ha sido una pura y cínica representación de la pretendida armonía panhispánica es lo único que cabrá concluir.
Comedias de enredo al margen, lo verdaderamente novedoso y destacable de esta ortografía para los miembros de este blog de correctores, traductores y editores, no es, señores, nada de lo que ha generado ríos de tinta. La auténtica noticia de hoy es que el anunciado nuevo capítulo sobre ortotipografía, al que este blog había tenido acceso y que, partiendo de obra ajena, añadía un peligroso grado de arbitrariedad y embrollo al hasta ahora bien ordenado campo de la escritura y de la composición tipográficas (pues hasta ahí se metía), se ha desgajado del volumen principal y se publicará aparte... si llega a publicarse. Así lo anunciaba José G. Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana de la Lengua:
Finalmente, el filólogo precisó que para este trabajo quedó pendiente agregar un apartado que está prácticamente terminado, referente a ortotipografía (el uso de las versales, redondas, etc.), y se publicará en un folleto aparte el próximo año.
Nos felicitamos por ello. Los profesionales de la edición podremos respirar un poco más tranquilos.
[Actualización (30/11/2010): aquí tienen el nuevo índice de la obra que la RAE acaba de publicar, sin el capítulo de ortotipografía que se incluía antes de aprobarla. Está claro que, si la tenían ya acabada, van a tener que recompaginarla, lo que imposibilita su salida en diciembre. No obstante, ellos insisten, erre que erre, en que saldrá el día 17. Esto es más intrigante que el misterio de Fátima.]
Silvia Senz
14 comentarios
José Yuste Frías -
«La norma lingüística la establece una institución que tiene esa función (en nuestro caso, la Real Academia Española). Con todo, es importante tener en cuenta que todas las lenguas de cultura tienen un organismo, una institución, una entidad o una obra que tienen la función de indicar lo correcto y admisible.»
P.S. 2_En el artículo del mes de noviembre de mi Blog encontraréis mi versión sobre el espectáculo mediático del vodevil de la «Ortografía yeyé» montado por la RAE para disfrute y cabreo de millones de usuarios de hispanohablantes. ¡Ocho llamas de fuego fatuo!
http://www.joseyustefrias.com/index.php/blog/item/ole-la-rae.html
F. Escobar -
http://www.elcastellano.org/noticia.php?id=1636
No estoy de acuerdo con todo, pero es lúcido y además es pertinente para la conversación que se desarrolló en estos comentarios. Dice esto, por ejemplo:
"El uso, que es descriptivo, está y debe estar libre de ataduras normativas, por más que el cañamazo del lenguaje popular deba ser, en parte al menos, normativo. No sería posible renovar y enriquecer la lengua si solo pudiéramos utilizar formas normativas. Por el contrario, la misma Academia, madre de la norma, debe aceptar que el uso la rebase y vaya más allá, porque solo así le es posible analizar ese uso y advertir por dónde discurre el lenguaje real, no el institucional".
F. Escobar -
José Yuste Frías -
No quisiera convertir este blog en un diálogo de sordos ya que tengo la sensación al leerte de que los dos estamos de acuerdo en todo: los comentarios de uno confirman y afianzan las afirmaciones del otro.
Tienes razón sobre cómo se "institucionaliza" el uso en el caso del inglés y mucho deberíamos aprender si queremos que el español sea la nueva "lingua franca".
En cuanto a lo de las comillas. Mira cuáles estoy obligado a usar en este blog porque el "software" (creado en una cultura ortotipográfica anglófona) no me permite usar las comillas latinas. Tanto en mi web como en todo lo que escribo, yo sí que las uso siempre, aunque sólo sea para traducir una imagen de la escritura mucho más románica. Lo siento pero supongo que será por pura deformación profesional.
Detalles ortotipográficos como el de las comillas marcan la diferencia y la calidad de los escritos en las lenguas que usamos. Cuando Microsoft empezó a copiar el sistema de ventanas de Apple, los franceses se llevaban las manos a la cabeza al no poder colocar el "espacio fijo e inseparable" cuando usan sus signos doble de puntuación. Desde entonces ha llovido mucho y todos los programas de tratamiento de textos incorporan la posibilidad del "espace insécable" de forma automática cuando se escribe en francés.
Con todo esto quiero decir que la tecnología nos puede ayudar, y mucho, a paratraducir las distintas culturas tipográficas de la forma más correcta posible, es decir, no olvidando nunca las tres patas del taburete más humilde en el que nos sentamos cuando escribimos: SISTEMA, NORMA Y USO.
Saludos cordiales
jOse
F. Escobar -
Estamos de acuerdo en que es un despropósito que esas obras se trabajen con semejantes precios. El problema en el caso concreto de las obras de Martínez de Sousa es que, como verás en el hipervínculo que incluí arriba, el autor mismo es quien se niega a digitalizarlas (por temor a la piratería: es un temor entendible, pero los efectos sobre el acceso a sus obras son terribles).
El tema de las reglas y el uso da de verdad mucho de qué hablar, y es una discusión que me interesa mucho. Pero me avergonzaría sobrecargar a A&C con un tratamiento excesivamente largo. Me tomo el atrevimiento de abordar tres aspectos.
Primero, sobre las reglas de la RAE. De hecho, lo más curioso es que, a pesar de que parecía estar exagerando cuando me referí a las reglas tan voltarias del español normativo, estamos viendo en estos mismos días cómo esas reglas están cambiando de la noche a la mañana. Hemos visto letras disolverse en dígrafos, tildes (en "guión", por ejemplo) ser jubiladas forzosamente del lenguaje, transliteraciones sensatas (como las de "Iraq" y "Qatar", que se usaban con amplio sustento en arabistas expertos) perderse ante el afán de homogeneizar, palabras regresar a preposiciones (el caso de "ex"), voces latinas hispanizadas regresar a ser voces latinas... y un largo etcétera.
Eran sensatas las reglas anteriores, y también hay algo de sentido en las nuevas. Pero eso demuestra que las reglas son muy cambiantes. Y estamos hablando del peor tipo de cambio, que es el que proviene de quien cambia de parecer y pretende imponérselo a toda la comunidad de hablantes, en lugar de que sea la comunidad quien incorpore los cambios que son luego recogidos como recomendaciones-normas. Así que las reglas, incluso las de la Academia, son más caprichosas y cambiantes de lo que nos gustaría creer.
Lo segundo que quería decir es que una comparación con el inglés es muy útil. Allá no hay Academias, por lo cual todas las "reglas" provienen de instituciones o individuos que hacen recomendaciones, y de la sensatez y el rigor de sus recomendaciones depende de que las recomendaciones actúen como reglas en ciertos textos y en cierto momento. Esa es, a mi juicio, la relación que deberíamos tener con la Academia. Si creemos que, al carecer de una institución que decrete las reglas del idioma, entonces todo valdría y la comunicación se tornaría imposible, basta ojear el panorama lingüístico del inglés para ver que no es así. Claro, allá hay reglas, pero sí que es claro cómo cambian, cómo deben ganarse adeptos en lugar de imponerse con derecho divino y cómo no hay anarquía por el hecho de no haber un organismo central regulador. No es, pues, que todo valga, sino que, por lo menos en ciertos casos, cuando alguien señala un defecto o un error, la explicación no es "porque se deriva ineluctablemente de las reglas inherentes al idioma", sino "porque así lo recomienda X". Un X que goza de mucho prestigio es el Chicago Manual of Style, que no pretende decir la verdad sobre el idioma, sino hacer sugerencias razonadas y razonables. Además del texto de Garner que sugerí, recomiendo las observaciones de Dwight Bolinger, en su enriquecedor libro Language: The Loaded Weapon.
Finalmente, El País. Más que El País mismo, lo que había dicho que consideraría muy útil sería un corpus que recoja los usos de los principales periódicos de Hispanoamérica y España. Pero, si volvemos al caso concreto de El País, me reafirmo en creer que es un mejor juez del idioma del día a día que la Academia. Lo de las comillas inglesas es un caso curioso (hubo una discusión reciente en Apuntes, con intervención de Martínez de Sousa, que involucró precisamente ese tercer nivel de citación; empezó aquí: http://listserv.rediris.es/cgi-bin/wa?A2=ind1011&L=APUNTES&F=&S=&P=30845). La realidad es que no tengo ninguna objeción con las comillas inglesas; de hecho, mi objeción es con las comillas angulares, que nunca las he usado, ni en mis escritos ni como corrector. La razón es que en las Américas, donde reside la inmensa mayoría de los hispanohablantes, son más comunes las comillas dobles. La era tecnológica ha facilitado su difusión, sobre las comillas angulares. Por eso, no creo que deba tildarse de incorrecto, en lo más mínimo, el hecho de que El País haya optado por las comillas dobles. Igual podríamos decir de muchas otras decisiones editoriales que ellos toman. Lo valioso es que tienen que tomar esas decisiones todos los días, sobre una base textual infinitamente más grande que la que tiene que producir la RAE. También es valioso que en últimas los editores de El País tienen que responder ante sus lectores por sus errores (y cometen muchos errores, sin duda). Me atrevo incluso a decir que cualquier cosa que la RAE sentencie como error, y que sea una práctica reiterada de El País, tiene que dejar de ser visto como un error. Ese es el mecanismo de sensatez y de autocorrección que introduce el uso ante un lenguaje que pretende ser regulado por un grupo reducido que ha asumido la vocería de un idioma que les pertenece no a ellos sino a todos los que lo hablan. Lo importante, en últimas, es la comunicación efectiva; si las recomendaciones-reglas ayudan a eso, bienvenidas sean; si no, las personas optarán por otras mejores.
José Yuste Frías -
Por supuesto que el USO es fundamental. Los traductores no traducimos lenguas porque las lenguas no existen; existen los usos de la misma (langue) materializados en actos de habla (parole) únicos e irrepetibles que el uso hace posible. ¿Qué sería de nosotros si no existiera el María Moliner? Lo que yo espero de una REAL ACADEMIA no son estudios descriptivos del uso la lengua, que, afortunadamente, ya otros expertos filólogos publicaron en su día, sino un trabajo NORMATIVO diario basado en criterios que no han variado "de la noche a la mañana" y que, por lo tanto, no han "caducado". Si no hay normas o estas cambian de la noche a la mañana, perdona Federico, pero entonces sí que estamos en el TODO VALE y así pasa lo que pasa, que algunos alumnos se saltan las normas a la torera y escriben no ya como les da la "real gana" (porque eso lo hacemos todos... ahí está la libertad del uso) sino que escriben sin ser conscientes de que sólo les van a entender unos pocos porque, como todo el mundo les dice que no hay "normas" sino "recomendaciones", son incapaces de saber adaptarse a los distintos registros de lengua. Algo fundamental en traducción. Los nuevos estudiantes que no conocen normas porque la RAE no quiere institucionalizarlas, se están creado "sus propias normas". Pongo como ejemplo la escritura braquigráfica actual, que está muy bien para determinados usos y contextos pero que resultan totalmente inadecuadas y, por consiguiente, erróneas, para escribir una traducción que se deberá entregar a una editorial, por ejemplo. Pones como ejemplo "normativo" la "política editorial" de El País. Un periódico que tardó tanto tiempo en poner la tilde en la letra "i" (con la era digital ya no tenía excusa alguna) y que todavía recomienda en sus "normas" de estilo que se usen las comillas inglesas en lugar de las comillas latinas (habría que recordarles, una y otra vez, que así eliminan la posibilidad de los tres grados de citación), sinceramente no me resulta de fiar para citarlo como "ejemplo normativo" aunque sí como "uso moderno e inapropiado" de la lengua española en los dos casos que he citado.
F. Escobar -
Primero, al resaltar la accesibilidad de las obras de la RAE, no quería decir que la RAE ofrece todas sus obras gratuitamente en la red. Es más, como bien lo señaló José, la RAE tampoco ofrece in integrum las obras que sí opta por cargar. (Parece que el nuevo portal va a tener una mejor oferta: www.automatictrans.es/index.php/2010/11/nuevo-portal-de-la-rae/). Lo que sí subrayo es que la labor de distribución de las obras de la RAE es formidable. Así, puede uno conseguir (en Amazon) por USD12.20 el Manual de la Nueva Gramática y por USD19.77 el DPD. Para los que no vivimos en la península ibérica, eso es una gran ventaja. En contraste, el DUMM de Martínez de Sousa cuesta (con fletes) unos 60 dólares, y el MELE bordea los 100 dólares. La guerra por el prestigio, que se libra en las batallas diarias por la accesibilidad, la tiene ampliamente ganada la RAE.
Segundo, insisto en que los hispanohablantes necesitamos revalorar (revitalizar, incluso) la importancia del uso. No se trata de que el número de aciertos de Google sea el nuevo tribunal supremo del lenguaje, pero mucho más diciente que la Academia sería una base de datos (un corpus) que se base en aquellos que, ante grandes cantidades de texto, tienen que tomar decisiones prácticas y profesionales todos los días, como los editores de los principales periódicos de España y América Latina. La política editorial de El País de España es, en muchos aspectos, más importante y más vital que las decisiones sosegadas y enguantadas de la RAE. Además, cabe resaltar que, no obstante nuestra sed de normas, y nuestro amor por el lenguaje normativo, las normas del idioma no son como las leyes de la física, sino que se decantan a partir del uso, cambian tanto como los trazos sobre la arena de una playa, dependen de una gran cantidad de actos de habla y de textos inconexos y se forman necesariamente sobre la base de criterios que muy bien pueden variar mañana. Sobra decir que las reglas de hoy muchas veces son los errores de ayer. Se torna casi en un caso psicológico la situación de aquel que, ante la masa de evidencia de que una palabra ha cambiado de significado o de que un giro ha sido acogido, insiste en aferrarse a normas ignoradas hasta el punto de la caducidad o apela a los principios de un sistema que ya ha dejado de existir en la forma prístina que esa persona le atribuyó.
Por último, no quiero decir que todo vale, que no cabe presentar recomendaciones de corrección ante las erupciones del uso. La importancia de recomendar, de dirigir, aunque por convicción veneremos el valor del descriptivismo, la tenemos que confrontar de manera especial los correctores. Si un contrato me obliga a seguir las prescripciones de la RAE, pues eso tengo que hacer. Pero que eso no nos haga olvidar que las de la RAE son opiniones, no reglas, aunque llevemos siglos pensando en esas reglas como si fueran realidades tan inescapables como la fuerza de la gravedad.
José Yuste Frías -
http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000015.nsf/(voanexos)/arch7E8694F9D6446133C12571640039A189/$FILE/Ortografia.pdf
no sólo pagina la obra de forma diferente sino que se olvida de añadir los 3 anexos de la edición impresa que resultan ser lo que más busca el usuario de la lengua española cuando habla y escribe. Creo que estaremos de acuerdo en que todos deseamos hablar y escribir respetando no sólo el USO de la época en que vivimos, sino también el SISTEMA y, sobre todo, la NORMA de la lengua que utilizamos.
F. Escobar -
También muy de acuerdo con lo de redireccionar el mecenazgo. En nuestra época excesivamente comercial, una forma muy efectiva de hacer ese mecenazgo es comprar las obras de quienes publican propuestas lingüísticas y lexicográficas interesantes. Y el problema es que uno se encuentra con que, por ejemplo, Martínez de Sousa no permitirá que sus libros se publiquen digitalmente (ver aquí: http://listserv.rediris.es/cgi-bin/wa?A2=ind1011&L=APUNTES&F=&S=&P=155035). Si aceptara, sus obras se harían más accesibles al otro lado del Atlántico y por lo tanto más influyentes. Esa batalla de distribución la tiene ganada la RAE, que pone sus obras en la puerta de nuestras casas, por toda Iberoamérica, a unos precios muy accesibles. Eso no hace sino reforzar la sombra de autoridad que proyecta la RAE, con el efecto de que muchos correctores continuamos obligados, contractualmente, a acatar sus dictámenes (aunque los ataquemos por fuera de las labores de corrección).
Gracias de nuevo por tus comentarios, Silvia, y disculpa por la cascada de comentarios seguidos.
Silvia Senz -
F. Escobar -
Por ejemplo, aquí está la oración de Martínez de Sousa que mencioné: "Abusa aquí [en la Ortografía de 1969] la Academia de del 'se recomienda' cuando en realidad tendría que dar normas concretas, seguras, precisas, con las mínimas dudas para el usuario cuando ello corresponda" (p. 19 del DUMM). De nuevo, creo que opera aquí una expectativa irreal, y de hecho me encanta que la Academia recomiende en lugar de prescribir y proscribir. Ahora, no hay nada de malo en que, además de obras científicas descriptivas, la Academia ofrezca manuales sintéticos con recomendaciones enunciadas con claridad. Eso lo que mencioné en el comentario anterior, y parece que la Academia apunta a eso con estrategias como la de la Nueva gramática (que pasó a manual, y que pasará ahora a ese tipo de guía que estás pidiendo, dirigida al público general).
Me he repetido mucho en este comentario, y lo hago una vez más al recomendar el libro de Garner, que es un excelente modelo de cómo construir una obra prescriptiva a partir de un intenso trabajo descriptivo.
Silvia Senz -
He dicho también que no es necesario que esa ortografía básica se exponga de manera razonada al común de los hablantes. Sí que sería imprescindible que las academias abrieran un foro donde los especialistas pudieran debatir previamente con ellos los fundamentos de sus propuestas ortográficas. También valdría que las academias que dieran explicaciones sobre sus decisiones finales en su web o donde fuera, pero no en la obra que venden a todos los hablantes; o no de manera excesiva. La superabundancia de explicaciones teóricas que prometen ahora le sobra a la mayoría de la gente.
Esto que apunto vale sólo en el caso de que haya que salvar a estas instituciones de la quema y haya que seguir otorgándoles alguna función útil.
F. Escobar -
Pero me encontré con esto en la entrada sobre la cual comento:
"ese camino hacia la prolijidad y el descriptivismo, ignorando con ello la función que les es propia a las academias: la normativa, y prestando al hablante común, al profesional de la escritura y al enseñante un servicio bien magro. / El hablante común necesita obras normativas coherentes y sistemáticas, con explicaciones sencillas y enunciación clara de la norma". (Algo similar dice el muy riguroso Martínez de Sousa en la introducción a su Diccionario de uso de las mayúsculas y minúsculas).
Visto así, entiendo que las críticas a la RAE en A&D no provenían de la crítica al excesivo protagonismo del prescriptivismo en el español, sino a una expectativa de un hiperprescriptivismo idealizado, que la Academia ni cumple ni jamás podrá cumplir a cabalidad (porque es una expectativa irreal ante las dinámicas del lenguaje).
Celebro que las Academias estén dando pasos hacia el descriptivismo, pero suele ser más bien un ropaje descriptivista para adornar prácticas y realidades prescriptivistas. (Es muy útil comparar estas obras con, por ejemplo, Garner's Modern American Usage, que formula recomendaciones a partir de la aplicación de criterios a un detalladísimo análisis del uso). Ciertamente, las Academias pueden condensar sus obras más grandes y producir un cuerpo más compacto de sugerencias de apariencia normativa. No obstante, depende de nosotros los usuarios y los correctores del lenguaje saber que, aunque parezcan "normas", son recomendaciones de uso. Un buen corpus es mejor juez del idioma que una academia.
Marta -