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Los rumbos del libro y la edición/Les derives del llibre i l'edició

Ediciones, sorpresas y carreras

Ediciones, sorpresas y carreras

El uno de febrero, esta misma bitácora se hacía eco de las palabras de Jesús Badenes , director general de librerías del grupo Planeta, sobre lo desconocidos que eran los escritores de best-sellers de ahora y lo conocidos que eran los de antes. Bueno, señores, yo no sé si es que antes nacían, no con el pan, sino con el contrato bajo el brazo o si su relación desde pequeños con el mundo de la cultura era, según Badenes, determinante; la verdad es que nunca se me había ocurrido. Lo cierto es que los desconocidos tampoco lo son tanto, al menos a mi entender.

El fenómeno boca-oreja, andar de boca en boca o como se quiera llamar existe y existió, pero es como en todo: primero va la moda y luego los amigos que nos lo recomiendan. Aunque es cierto que siempre hay —gracias al cielo no somos tan previsibles— algo que se escapa a toda regla y triunfa o fracasa sin que nadie de márquetin o mercadotecnia, de sociología, de riesgo económico ni de psicología de masas logre explicarlo.

La sombra del viento bien pudo ser una sorpresa para sus editores, que quizá a pesar del premio no esperaban tantas ventas ni que el libro se vendiera en el extranjero —y es que hoy en día hablar de un best-seller o un superventas es hablar de cifras millonarias de ventas, en una competición de cien metros lisos, y no de fondo, entre millones de aspirantes, porque se publica todo—. El libro tiene un comienzo precioso y ensoñador; si uno ama los libros, además, no puede evitar enamorarse de ese muchacho y de ese mundo en donde un libro te elige en una biblioteca con la que todos hemos soñado y ambos os pertenecéis el uno al otro hasta que la muerte os separe. Pero ni el libro se mantiene en este estilo ni esto es una crítica de libros. El caso es que en 1993 Ruiz Zafón fue ganador del premio Edebé con El príncipe de la niebla, novela destinada a un público juvenil. Escribió, dirigidos al mismo público, El palacio de la media noche, Las luces de septiembre y Marina. Por cierto, todas de intriga y un amor no muy típico. Ah, y mucha maldad. Léanlos, o lean alguno de ellos; si eligen El palacio de la media noche encontrarán un cierto personaje inmortal y pirómano, ¿les recuerda a alguien? Bueno, a lo que íbamos; en el 2001, Carlos Ruiz Zafón queda finalista del premio Fernando Lara con La sombra del viento. Vaya, no me parece que hablemos de un desconocido que publica su primera obra en una pequeña editorial.

Conste que he elegido a este autor porque me he leído su best-seller y sus libros, que saqué para mi hija de la biblioteca municipal, a la que por cierto le han encantado. No sé si será así con los demás desconocidos, me figuro que sí. Si no recuerdo mal, antes de que La hermandad de la Sábana Santa o La biblia de barro hicieran de Julia Navarro una superventas o bestsellariana —¿se puede, al estilo de la redonda de pizzería?—, ya había publicado libros como Nosotros, la transición, Entre Felipe y Aznar, 1982-1996, Señora Presidenta...

Digo todo esto para que no piensen los pobres autores inéditos que tener un libro circulando gracias a una gran editorial y llegar a tan extenso público es así de fácil: España es ahora la tierra de las oportunidades; uno llega, escribe, manda el original y hala, a otro libro, mariposa. Bueno, pues no. De esos sueños que nos intentan vender, uno entre un millón (a lo mejor Dan Brown es ese uno), pero no creo yo que a Carlos Ruiz Zafón, a Julia Navarro y a tantos más que se quedan por el camino, o que no se quedan, que simplemente llegan a otro público, haya que quitarles el mérito de su trabajo y su persistencia.

El último premio Ramon Llull lo ha ganado Màrius Serra —¿conocen Verbalia?— con Farsa, que ya está en catalán, pero que no aparecerá en castellano hasta septiembre. El pasado veintidós de marzo, en La Vanguardia, Jordi Galves reseñaba el libro y resumía así el tema de la novela:

Intentaré resumir lo que esta novela quiere decir. En plena celebración de los fastos del denominado Fòrum de les Cultures se quiere agasajar a un grupo incontrolado de inmigrantes sin papeles que pretendía encerrarse en el museo del Barça hasta lograr regularizar su situación. Uno de ellos, significativamente «un moro», acabará tras una rocambolesca peripecia formando parte de un número de prestidigitación de un mago henchido de vanidad, el Gran Morelli, quien le transformará en la quintaesencia del cliché del buen inmigrante: catalanohablante, con acento de Osona, que conoce el Virolai y Els segadors, viste como un empleado de La Caixa, posee Visa y Mastercard, carnets del RACC, del Caprabo, del Barça y de Amics del Zoo. El lector percibe de inmediato que lo que se nos cuenta es una astracanada, una exageración a partir de una realidad muy concreta.

No sé ustedes, pero yo estoy deseando que se publique en castellano. Lo publicará Planeta, la misma editorial que publicó La sombra del viento. A lo mejor se llevan una sorpresa, a pesar del premio; a lo mejor no, quién sabe. Quizá digan que era un desconocido.

Si los editores tuvieran más tiempo para leer, cribar, elegir... para ser editores y no sólo empresarios, que también, quizá no se llevarían tantas sorpresas porque de la línea de meta no partirían tantísimos y la carrera sería de fondo, como venía siendo y como algunos editores independientes intentan mantener. Y claro, así no haría falta dopaje.

Ana Lorenzo (Rivas Vaciamadrid, España)

Ciberbitácoras, un nuevo filón para la edición

Ciberbitácoras, un nuevo filón para la edición Hace poco (12/03/2006) comentaba José Antonio Millán la oferta de Editorial Premura, dirigida a blogueros, de editar y publicar en libro una selección de los artículos aparecidos en sus bitácoras, que podía —según se sugería— servir tanto para rentabilizar la labor del bloguer como para promocionarse (a modo del book que utilizan las maniquís) como articulistas —sin olvidar la función de souvenir o de pura satisfacción de la vanidad.

Premura es la primera editorial española en darse cuenta del filón para el editor que supone adaptar la producción de los blogs a formato libro. Las ciberbitácoras son, hoy por hoy, espacios muy prolíficos de creación literaria y de compilación más o menos articulada de opiniones y contenidos, y no es de extrañar que cada vez más se contemplen no sólo como una fuente de generación y difusión de nuevo pensamiento, tendencias e incluso sinergias, sino también de negocio puro y directo. En el mundo de la edición anglosajona ya se ha instituido incluso un premio para las mejores novelas basadas en ciberbitácoras escritas en inglés: el Lulu Blooker Price, como reseñaba recientemente el suplemento El Navegante de El Mundo.

¿Qué editorial española o hispanoamericana será la primera en llevarse el gato al agua con un nuevo premio de novela o de ensayo bloguero? Se admiten apuestas.

 

Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)

La piratería y la edición de libros en el Perú (2.ª parte)

2. Lectores y redes de distribución

Aún aceptando que el más grave problema por afrontar es la piratería, Coronado no puede dejar de reconocer que las «Sucesivas décadas de inestabilidad económica nacional han debilitado a los agentes que en el Perú intervienen en los distintos campos de la actividad editorial y librera. Esa situación se refleja en lo reducida que hoy se encuentra la red comercial del libro en nuestro país y en el escaso volumen de ventas que anualmente alcanza el sector editorial y librero.

»El 55 % de las librerías del país se concentra en los distritos capitalinos de Miraflores y San Isidro y, en el territorio nacional, no son más de cuarenta los locales especializados. La crisis del sector editorial y librero peruano responde también a la ausencia de políticas de fomento del hábito de la lectura, lo cual se origina en la postergación, durante más de quince años, de una Ley del Libro como la que acaba de promulgarse y que pronto entrará en plena vigencia, y de la cual se espera que impulse el desarrollo de la actividad editorial y librera en nuestro país».

Así, en el artículo «Emergencia lectora, un país no lector» León Trahtemberg afirma: «Los peruanos leen menos de un libro al año. La mayoría, porque no sabe leer y tiene dificultades de sostener una lectura fluida que les permita comprender un texto más allá de algunos titulares y notas periodísticas. Otros, porque su condición de pobreza les impide tener acceso a libros. Y otros más, porque aún teniendo acceso a ellos no gozan de leerlos porque nunca aprendieron a encontrarle sentido a la lectura». Tremenda sentencia no hace sino confirmar una carencia educativa que se ha venido dando desde hace muchas décadas a lo largo y ancho de la gran mayoría de escuelas estatales del Perú. Según los resultados de la encuesta Hábitos de lectura y ciudadanía informada en la población peruana-2004, llevada a cabo por la Biblioteca Nacional del Perú y la Universidad Nacional de Ingeniería al 90 % de los peruanos les gusta leer. «La cifra es alta y puede crear confusión. Los datos de la misma encuesta nos indican que los peruanos leen poco más de un libro al año: 1,3. La Comisión Nacional de Educación señalaba una cifra menor: 0,89.

»[…] Acerca de qué es lo que leen los peruanos: el periódico ocupa el primer lugar (71,6 %), le siguen los libros (55 %), revistas, (36 %), Internet (24,2 %). La Biblia (20 %) es el texto más leído, seguido por enciclopedias (7,1 %), y chistes, historietas y folletos (3,8 %)».

Mencionaba Coronado que el 55% de librerías se concentraban en los distritos limeños de San Isidro y Miraflores. Esta situación se traduce en una imposibilidad material de conseguir un libro en alguna zona alejada de la capital, demanda que es atendida por la piratería. En palabras del representante del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe CERLALC-Unesco, José Luis Acosta, recogidas en el artículo «El libro en el Perú», de Jack Martínez: «[…] La distribución es una de las causas. El libro original no llega donde sí lo hacen los piratas».

Una posición relacionada con este vivir de espaldas a los «otros», en el campo de la producción literaria la tenemos en Marcel Velásquez Castro: «[…] lo que pasa con la escena literaria contemporánea: no es sólo que un pequeño grupo de escritores, editoriales y académicos sigue constituyendo un poder hegemónico que oculta y minimiza las escenas y producciones literarias de los márgenes, márgenes que se construyen con las variables regionales, étnicas, sociales e incluso de género; sino que ahora las instituciones literarias tradicionales están siendo plenamente desbordadas por esos márgenes. El asalto se produce desde múltiples lugares: la novela de masas, la novela escrita por mujeres, las novelas populares, los relatos étnicos, etcétera. El canon narrativo peruano ya no se puede construir sobre la opinión de fosilizados académicos y el índice de venta en las lujosas librerías de Miraflores y San Isidro. Sin embargo, la miopía de la mayoría de los críticos literarios sigue atendiendo preferentemente a los textos legitimados por los medios de comunicación masiva y las políticas de lobby de las grandes editoriales transnacionales». En esta línea, es sintomático el descontento que puede apreciarse en una entrevista realizada por el poeta Miguel Ildelfonso a varios jóvenes escritores del Perú, quienes denuncian sin pelos en la lengua la existencia de clientelajes y de otras taras que aún siguen enquistados en la escena editorial limeña.

3. Perspectivas

Tuvimos la presencia de una institución como CERLALC-Unesco hasta octubre del año pasado. Aunque, como dicen en su misma página: «Esta oficina se abrió como una experiencia piloto en la región, vislumbrando posibilidades de desarrollo institucional a partir de las alianzas y trabajos conjuntos con instituciones locales, pero que por situaciones coyunturales de la realidad peruana en el sector del libro, no permitieron el rápido desarrollo de estas alianzas, razón por la cual el CERLALC se vio en la necesidad de efectuar el cierre». Sería bueno saber cuáles son específicamente esas situaciones coyunturales. (La lectura atenta de la entrevista de Jack Martínez a José Luis Acosta resulta, en este sentido, aleccionadora.)

La creación de Promolibro que ya ha presentado un plan de fomento a la lectura debe ser complementada con acciones estatales en materia política educativa, lingüística y económica que atiendan ciertos males endémicos del Perú (la informalidad, la baja calidad educativa, etc.). Asimismo, se debe buscar un real compromiso con todas las instituciones involucradas (desde la Policía hasta los centros educativos).

Es de notar que la Cámara Peruana del Libro ha estado reclamando el cumplimiento de las penas prescritas por ley para los que cometan delitos de piratería editorial, clamor que hasta ahora no ha sido escuchado.

Se espera que el descenso de la carga impositiva al sector editorial redunde en un descenso de los precios de los libros formales y que se abran nuevas redes tanto para la publicación de autores no conocidos en el circuito tradicional, como para la venta de libros.

Fernando Carbajal Orihuela (Lima, Perú.)

La piratería y la edición de libros en el Perú (1.ª parte)

Las editoriales formales de libros atraviesan una grave crisis. Una crisis provocada, en líneas generales, por una inadecuada legislación de propiedad intelectual y tributaria, lo que a su vez creó el contexto ideal para el desarrollo y la evolución de la piratería.

1. El libro formal y el pirata

En noviembre del 2003, el editor Germán Coronado Vallenas (presidente de la Comisión de Lucha contra la Piratería de Libros de la Cámara Peruana del Libro) dictó la conferencia La industria editorial peruana frente a la piratería de libros: análisis y propuestas. Como reza el título, el autor hace un análisis sobre el origen, causas y consecuencias de la apremiante crisis de piratería que agobia al sector editorial en el Perú.

Un libro formal es aquel que ha pasado por un riguroso control de calidad —al menos ese es el ideal— desde la concepción, corrección, maquetación (diagramación por lares peruanos) impresión y distribución, pagando las correspondientes tasas tributarias y sueldos a sus trabajadores. Un libro pirata se salta alegremente cualquiera de esos pasos, generalmente utilizando técnicas reprográficas (aunque ya se tienen noticias de un uso más depurado, casi a la par del de las editoriales tradicionales).

La Alianza Internacional para la Propiedad Intelectual (IIPA, por sus siglas en inglés) estimó en 8,5 millones de dólares las pérdidas que el Estado sufrió por el sector editorial pirata en el 2004, como puede leerse en el informe Una aproximación al mercado de informal de la industria pirata editorial de la misma Cámara Peruana del Libro (CPL). Asimismo, Coronado afirma que las ventas de este sector ascienden a 13,5 millones de dólares.

¿Cómo es que el Perú ha llegado a estos extremos, convirtiéndose, incluso, en exportador de libros piratas a los países vecinos?

Según Coronado, los detonantes fueron:

· La suspensión del régimen de privilegios de los que gozaba la importación de libros (dólar MUC).

· La implantación de aranceles (15 %) a la importación de libros en 1990, (ajustados a 12,5 % hoy en día), y la aplicación por primera vez del Impuesto General a las Ventas (18%).

· La obsolescencia de la legislación especializada en propiedad intelectual.

Asimismo, en otro informe de la CPL, La piratería editorial y los determinantes de su demanda se lee: «Durante la década del ochenta nuestro país no se hallaba abierto al libre comercio y la piratería encontró un aliciente en la dificultad de acceder a las obras protegidas que provenían del exterior. Esto se vio ampliamente magnificado por el alto costo del ejemplar lícito y por el tardío ingreso de la obra al mercado. En la década del noventa, cuando se liberalizó el mercado en nuestro país, se accedió a avances tecnológicos que disminuyeron muchos de los costos relacionados a la reproducción, impresión, grabación, etc.».

Es así que, al diferenciarse los precios de los libros formales, quedó automáticamente fuera del alcance de las grandes mayorías. La piratería había encontrado un adecuado caldo de cultivo.

Aunque, actualmente, la obsolescencia legislativa ha sido superada con la dación del Decreto Legislativo N.º 822 de 1996. Asimismo, la Ley de democratización del libro y de fomento de la lectura del año 2003 busca dar mayores alicientes al sector, lo cual debe significar en un plazo mediato una disminución en el precio final de los libros formales.

(Continúa aquí. )

 

Fernando Carbajal Orihuela (Lima, Perú)

Ventajas y riesgos de la interacción lector-productor/autor

Hablábamos hace unos días del estudio El papel de la comunicación en la promoción del libro, realizado por la Revista Cultural Dosdoce en colaboración con la agencia de márquetin y comunicación Blue Creativos, cuyas conclusiones se recogían en el último número de Dosdoce y que ponía de manifiesto el escasísimo uso estratégico de los medios digitales de promoción por parte de las editoriales bibliológicas.

Como ya viene siendo habitual, los negocios relacionados con el libro y el acceso a la información y el conocimiento que se desarrollan en la Red están tomando la delantera a los editores, especialmente a los editores de libros, estancados en estilos de publicación obsoletos o francamente renovables. Un nuevo paso en este sentido lo ha dado Amazon, que permite a los autores de libros que comercializa escribir sus propios blogs y comunicarse directamente con sus lectores mediante la herramienta Amazon Connect.

Desde la edición tradicional, raramente se dan respuestas a estos retos que plantea la Red más allá del habitual desdén —cuando no hostilidad—. El caso de Harper Collins, que ha iniciado un programa que permitirá consultar gratuitamente el texto completo de algunas obras seleccionadas de su catálogo como respuesta a la biblioteca virtual que desarrolla Google al que se acusa de estar digitalizando libros que no son de dominio público, es una excepción.

En el caso de Amazon, sin embargo, las editoriales bibliológicas lo tendrían muy fácil: bastaría con ofrecer a sus autores y clientes herramientas similares a Amazon Connect. Aunque eso supondría que sus cargos ejecutivos comprendieran finalmente las ventajas de generar interacción con el lector.

Conociendo el panorama actual de la edición española, a veces me pregunto, sin embargo, si las editoriales de libros realmente no entienden la conveniencia de poner al día sus técnicas promocionales y establecer lazos de comunicación con el lector, o más bien es que temen crear esos canales de interacción. A lo mejor sospechan que la información crítica que recibieran de sus lectores no les iba a gustar. Y a sus autores tampoco. Es probable que, si el lector tuviera acceso al autor y al productor de libros, el volumen de quejas emitidas arreciara. Y eso pondría aún más en evidencia la mala calidad (formal y de contenido) de muchas de las producciones editoriales, de lo que se derivarían nuevas necesidades estructurales y legales que dieran garantías de consumo al lector; a saber:

1) la creación en todas las editoriales de verdaderos servicios de atención al cliente y de reclamación;

2) la creación, promovida por los gremios del sector, de una norma de calidad para la edición y producción de libros, que permitiera certificar los productos que la cumplieran y dar al cliente garantías de excelencia y control;

3) la institución, también promovida por los gremios, de la figura del Defensor del Lector, que recogiera y gestionara las quejas recibidas por los clientes sobre la atención y el servicio dispensado por las editoriales,

4) y la modificación de las leyes de consumo, de tal modo que fuera posible devolver y obtener el reintegro del precio de un libro en malas condiciones formales (lo cual incluye la calidad lingüística y tipográfica del texto).

Evidentemente, propiciar una comunicación con los lectores tiene no pocos riesgos para los editores.

Silvia Senz (Sabadell, Cataluña, España)

Un pulso insostenible por la cultura sostenible

Un pulso insostenible por la cultura sostenible

El cada vez más frecuente el choque de intereses entre la industria cultural —que exige protección ante prácticas que le suponen un perjuicio económico—, los creadores —que reclaman sus legítimos derechos a percibir los réditos que les corresponden por su trabajo (y que les permiten seguir creando)— y la demanda, cada vez más extendida, de los consumidores/usuarios de vías de libre acceso al conocimiento.

Todas estas reclamaciones parecen, en un principio, razonables, si no fuera porque en todos los casos existen sombras de sospecha que desvirtúan su legitimidad. Por una parte, existe entre los directivos de las industrias y los creadores una visión apocalíptica del papel que desempeñan en su pervivencia ciertas prácticas de consumo, que no es capaz de discriminar lo que realmente es una violación de los derechos de autor de aquello que simplemente supone una transformación de los hábitos de consumo, de las tendencias socioculturales y de las exigencias del cliente. En el mundo del libro, esta visión deformada y tremendista se lleva a tal extremo que incluso una práctica tan necesaria para la difusión del conocimiento y el acceso de los autores a sus lectores potenciales como es el préstamo bibliotecario es vista como una amenaza, a la que se pretende poner coto por la fuerza de la ley y la imposición de un gravamen (el canon por préstamo bibliotecario) que ha desencadenado en el usuario y en los organismos culturales un efecto de rebote y ha generalizado la idea de que los productores culturales y las agrupaciones corporativas de creadores no son más que mercaderes, sin más intereses que los meramente lucrativos.

En una línea parecida, los editores estadounidenses se lamentaban recientemente del volumen de ventas de libros usados (que no devengan regalías al autor ni ganancia suplementaria al editor) en librerías como Amazon, EBay o Alibris, y reclamaban protección legal ante esta nueva competencia, que consideran desleal y rayana en la ilegalidad. La venta de libro de segunda mano es una práctica legal, pero las facilidades para su adquisición que permiten estas librerías internéticas han disparado las cifras. Los editores argumentan que Amazon y EBay suelen poner a la venta ejemplares usados a muy bajo coste casi simultáneamente al lanzamiento de la obra como novedad, lo que bloquea las ventas de los ejemplares nuevos. En contrapartida, estas modernas librerías de viejo sostienen que los libros usados son la única posibilidad de acceso a títulos para ciertos segmentos de la población, que de este modo tienen a su alcance obras y autores que de otra manera nunca habrían conocido ni adquirido. Y los consumidores defienden de nuevo su derecho a adquirir obras a un precio razonable y el papel de almacenes de fondo que estas librerías realizan con obras que al poco tiempo ya no podrían adquirirse en las propias editoriales, cada vez más reacias a mantener un catálogo permanente.

En esta confrontación, el baile de cifras es constante: unas estadísticas que unos (autores y productores) entienden como prácticas de consumo cultural que los condenan a la ruina y la desaparición son, para los otros (consumidores, bibliotecarios, librerías de viejo…), irrelevantes, porque, según sostienen, se equilibran por la capacidad de retroalimentación de la industria que permite el aumento progresivo del número de lectores y del acceso a nuevos autores; no existe, para ellos, amenaza, sino un proceso de transformación del reparto de ganancias, que dejarían de concentrarse en pocas manos.

No obstante, si sobre las quejas del productor y el autor y sus intentos desmesurados de buscar protección legal se cierne la sombra de la codicia, no menos oscura es la que proyecta sobre el consumidor defensor del libre acceso al conocimiento la fina línea que separa esta filosofía de la violación pura y dura, mediante prácticas de piratería, de los derechos de autor y de los derechos de reproducción, una línea que, en el sector del libro, demasiado a menudo se atraviesa tanto entre segmentos de población juvenil sin problemas adquisitivos pero criada en la cultura de la fotocopia y la libre reproducción, como en países donde sí existen verdaderas dificultades de acceso a la cultura; situaciones, una y otra, que propician el desarrollo de un negocio editorial paralelo, completamente exento de garantías para el consumidor.

Enrocados, creadores e industria editorial, en la teoría de que facilitar el acceso a los productos culturales supone abonar el terreno para las prácticas delictivas y propiciar el fin de la industria cultural, y haciéndose fuertes, tanto el consumidor como las entidades de carácter cultural, científico o educativo sin ánimo de lucro e instituciones docentes públicas, en la idea de que es necesario promover y garantizar el libre e ilimitado acceso al conocimiento, este litigio no puede resolverse de otro modo que mediante un pulso sostenido, que mida la capacidad de presión y condicionamiento de unos y otros sobre los organismos políticos y legislativos para que legislen según sus intereses.

Como necesario contrapunto a esta confrontación de fuerzas surgen de vez en cuando vías de solución alternativas, como las nuevas licencias Creative Commons (adaptadas desde octubre del 2004 a la legislación sobre propiedad intelectual del Estado español), una organización sin ánimo de lucro que ofrece un sistema flexible de derechos de autor para el trabajo creativo, que abarca un amplio abanico de licencias, desde el tradicional sistema de derechos de autor hasta el dominio público, pasando por diversas opciones de licencia de uso o modificación por terceras personas entre las que el creador puede escoger según su conveniencia. Por desgracia, son iniciativas que apenas suponen un parche en la brecha que se está abriendo entre productores, instituciones culturales y consumidores, que difícilmente podrá cerrarse si los organismos que establecen políticas culturales y de protección de derechos intelectuales no propician un diálogo y una negociación entre las partes, encaminada a establecer prácticas de consumo y legislaciones que satisfagan las exigencias más irrenunciables de unos y otros.

Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)

Nuevo número de DosDoce y herramientas digitales de la edición

Nuevo número de DosDoce y herramientas digitales de la edición

La revista sobre comunicación, arte y literatura DosDoce acaba de publicar un nuevo número, con un sumario del que destacaría dos artículos especialmente vinculados a los temas de esta bitácora.

En el primero de ellos, La digitalización de libros, se hace una reseña del seminario «Archivo de la Internet española. Webs y archivos personales» (Madrid, 12/12/2005) dirigido por J. A. Millán, donde se planteó la necesidad de establecer políticas de recopilación y conservación del patrimonio digital, encaminadas a preservar, para su consulta y estudio, las obras y las webs en lengua española de interés, una tarea en la que deberían implicarse los productores de cultura en español, mediante la conservación de copias digitales de las obras de sus autores.

En el segundo, Estudio: La comunicación en la promoción del libro, se recogen las principales conclusiones a las que llega el estudio El papel de la comunicación en la promoción del libro, realizado por la Revista Cultural Dosdoce en colaboración con la agencia de márquetin y comunicación Blue Creativos a partir de los datos facilitados por 56 editoriales españolas. De este estudio, centrado exclusivamente en el uso estratégico de los medios digitales de promoción que las editoriales bibliológicas tienen a su alcance, se desprende una constatación que puede extenderse a otros campos de la edición española: la falta de adaptación del sector del libro a las facilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para buscar autores; hallar medios flexibles de explotación de los derechos de edición y reproducción; mejorar los procesos de realización y producción sin perder calidad ni sacrificar procedimientos necesarios; publicar en diversos formatos paralelos, y difundir una obra usando mecanismos de comunicación que establezcan un diálogo directo con el lector al que va dirigida —un feed-back, por otra parte, muy necesario para retroalimentar la cadena de creación-producción-publicación.

 
Silvia Senz Bueno
(Sabadell, Cataluña, España) 

Círculos viciosos de la edición de libros

Es habitual leer especulaciones diversas sobre las causas de la actual sobreproducción de libros, de la acelerada rotación de novedades y de la saturación del mercado editorial de obras de rápida salida, escasa calidad y peor factura. Pese a que cada país o zona lingüístico-cultural (España, Cataluña, México, Argentina...) vive esta situación con matices, existen concomitancias en este absurdo desenfreno productivo, que apuntan a tres factores que se retraolimentan: falta de buenos creadores, exceso de ambición de una industria editorial supeditada a una exclusiva lógica mercantil y bajos índices de lectura.
Dando una escasa muestra de capacidad autocrítica, muchos editores se limitan a hacer hincapié en la necesidad de impulsar políticas educativas de fomento de la lectura y olvidan que los lectores se forman, en cualquier caso, con buenos libros, y que los creadores no pueden publicar sin editores que ya ni siquiera leen, evalúan y seleccionan originales sobre criterios de calidad e interés cultural.

Silvia Senz
(Sabadell, Cataluña, España)