Habemus innecesaria ortografía
Con la ausencia del director de la RAE, el cónclave de los máximos representantes de las academias de la lengua española concluyó ayer en Guadalajara, con fumata blanca. Por fin, habemus ortografía oficial.
Las polémicas novedades anunciadas se echaron casi en su totalidad atrás: los nombres de las letras sobreviven según su uso nacional; simplemente se le dan al hablante propuestas de unificación sin justificar la utilidad de tal cosa. Ch y ll se siguen considerando dígrafos y, a efectos de alfabetización (no de escritura), quedan incorporadas en las letras c y l respectivamente. La eliminación de tildes diacríticas continúa siendo como en la ortografía anterior: opcional. Sólo hay una novedad que se mantiene: pese al carácter minoritario de la pronunciación diptongada, los vocablos con vocal débil átona (i, u) + vocal fuerte tónica (á, é, ó) se considerarán monosílabos a efectos de tildación, incluso cuando se intercala una h, con lo que el criterio fonetista desaparece por completo de la norma de acentuación de los grupos vocálicos:
Lo que no han suavizado las Academias en la nueva Ortografía es la supresión de la tilde de los monosílabos con acento ortográfico, como sucede en "guión" y "truhán". Según le dijo hoy a Efe Salvador Gutiérrez, director de esta obra, esas palabras no llevarán tilde, aunque se pronuncien con hiato.
"Con estas propuestas las Academias intentan fortalecer la unidad de la lengua", aseveró Moreno de Alba en la multitudinaria conferencia de prensa que tuvo lugar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México.
Visto que no hay prácticamente reforma ortográfica en este nuevo volumen académico, lo que ahora las academias presentan como gran novedad es su extensión y su carácter explicativo. ¿Es este un rasgo realmente novedoso? Sí en la ortografía, pero no en el modelo que sigue la nueva política panhispánica académica, cuyos contornos dibujan un perfil estandarizador borroso, a caballo entre el polimorfismo, el unitarismo y el eurocentrismo, según el caso, con sólo cuatro rasgos nítidos:
1) el carácter mancomunado de la nueva obra académica, pese a que el texto básico se siga redactando en Madrid;
2) la elitista base social de la norma, por la que se sigue manteniendo como criterio de corrección (cuando se da) el prestigio asociado al uso culto;
3) una clara tendencia hacia la laxitud prescriptiva, es decir, hacia la omisión de juicio de valor alguno sobre muchos aspectos de la lengua en uso;
4) la aspiración de legitimidad científica de la obra académica mediante una abundante justificación descriptiva de lo que se dice, a pesar de lo cual las obras académicas siguen obviando la bibliografía empleada, faltando a un principio fundamental (el rigor) del trabajo científico.
Recordemos que los dos primeros volúmenes de la Nueva gramática de la lengua española ya habían iniciado ese camino hacia la prolijidad y el descriptivismo, ignorando con ello la función que les es propia a las academias: la normativa, y prestando al hablante común, al profesional de la escritura y al enseñante un servicio bien magro.
El hablante común necesita obras normativas coherentes y sistemáticas, con explicaciones sencillas y enunciación clara de la norma. Pese al escaso equipamiento con que cuenta el castellano, el docente de primaria y secundaria y el profesional de lo escrito pueden formarse en el conocimiento del español actual con los diccionarios integrales del español de España, de México y de Argentina (y con otros de mayor alcance); con un buen manual de ortografía y ortotipografía razonadas como el de Martínez de Sousa (sin duda, saqueado por esta Ortografía académica), y con las gramáticas descriptivas existentes, alguna de las cuales se reeditará en breve. De las academias sólo precisan norma clara y explícita, restringida a los campos que requieren regulación (que no son muchos; ortografía, básicamente), con explicación sucinta de la razón por la que se regulan. Luego, cada cual decidirá si la acata o no. Pero este mamotreto de ortografía (¡más de 800 páginas!), que aporta, al fin, sólo una novedad normativa, les es por completo innecesaria, y nadie debería adquirirla. Si se comercializa y algún hablante poco avisado cree que debe comprarla, al menos esperamos que pronto llegue a la red la versión «pirata» y se ahorre ese gasto inútil.
Por cierto: ante el porcentaje que recibirán por las ventas, las academias están ya frotándose las manos, a sabiendas de que las expectativas generadas por la polémica de estas últimas semanas redundarán en un mejor resultado comercial, como ya nos hemos hartado de decir aquí. Lean lo que dice al respecto el director de la Argentina:
Con el trabajo hecho, incluso hubo académicos que se mostraron complacidos con la polémica generada alrededor de la obra.
«Esto va a hacer vender más el libro. Al lado de informaciones como las de violencia, los periodistas han colocado a la ortografía. Se ha hecho un gran favor a la lengua», razonó a la AFP el presidente de la Academia Argentina de las Letras, Pedro Luis Barcia.
En definitiva: no hay, en rigor, gran novedad ni gran necesidad de esta nueva ortografía que intentarán sacar en campaña navideña, contra todas las leyes de la lógica y de la física; porque, insistimos, no es posible publicar en 15 días lo que se acaba de aprobar, salvo que ya estuviera, en realidad, aprobado y salvo que su producción anduviera muy avanzada mientras los académicos jugaban al debate y el consenso:
Felipe Garrido, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, advirtió que no ha existido tal consenso, especialmente en el caso de la nueva ortografía del español, dado que la “Real Academia Española conserva una superioridad con (respecto) a las demás academias”, lo que se debe en gran medida al respaldo que tiene de su gobierno: “Es la única que tiene el presupuesto suficiente y tiene dinero para publicar los diccionarios”.
Lo que queda al final de esta polémica es una recomendación que Garrido ha hecho a los usuarios de la lengua respecto a no ponerse nerviosos por las decisiones de las academias, ya que la lengua es de la gente y, “si las personas quieren que la ‘y griega’ sea ‘y griega’, será así”.
Si sale en diciembre, que todo ha sido una pura y cínica representación de la pretendida armonía panhispánica es lo único que cabrá concluir.
Comedias de enredo al margen, lo verdaderamente novedoso y destacable de esta ortografía para los miembros de este blog de correctores, traductores y editores, no es, señores, nada de lo que ha generado ríos de tinta. La auténtica noticia de hoy es que el anunciado nuevo capítulo sobre ortotipografía, al que este blog había tenido acceso y que, partiendo de obra ajena, añadía un peligroso grado de arbitrariedad y embrollo al hasta ahora bien ordenado campo de la escritura y de la composición tipográficas (pues hasta ahí se metía), se ha desgajado del volumen principal y se publicará aparte... si llega a publicarse. Así lo anunciaba José G. Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana de la Lengua:
Finalmente, el filólogo precisó que para este trabajo quedó pendiente agregar un apartado que está prácticamente terminado, referente a ortotipografía (el uso de las versales, redondas, etc.), y se publicará en un folleto aparte el próximo año.
Nos felicitamos por ello. Los profesionales de la edición podremos respirar un poco más tranquilos.
[Actualización (30/11/2010): aquí tienen el nuevo índice de la obra que la RAE acaba de publicar, sin el capítulo de ortotipografía que se incluía antes de aprobarla. Está claro que, si la tenían ya acabada, van a tener que recompaginarla, lo que imposibilita su salida en diciembre. No obstante, ellos insisten, erre que erre, en que saldrá el día 17. Esto es más intrigante que el misterio de Fátima.]
Silvia Senz